«La sanidad se construye escuchando a quienes la hacen posible: profesionales, pacientes y sociedad»

Con una trayectoria consolidada como jefe del Servicio de Anestesiología, Reanimación y Terapia del Dolor del Hospital Universitario de Cruces, y también como profesor universitario, Alberto Martínez Ruiz asumió la Consejería de Salud del Gobierno Vasco en junio de 2024. Desde entonces, ha desplegado una estrategia ambiciosa centrada en la accesibilidad, la eficiencia del sistema y la participación de todos los agentes implicados. En esta entrevista realizada por nuestro presidente, José María Martínez García, repasa los hitos alcanzados y expone su visión de futuro para el sistema de salud público vasco.

Usted ha sido jefe de Servicio y también docente universitario. ¿Cómo ha influido esa doble vertiente en su manera de gestionar?

Mucho. Desde la jefatura del servicio médico aprendí a valorar el trabajo en equipo, algo esencial en la asistencia sanitaria. Coordinaba uno de los servicios más grandes de Osakidetza, con más de 100 adjuntos y 50 residentes. Esa experiencia me dio una visión real del sistema, del trato con otros profesionales, de la gestión de personas. Y desde el ámbito académico, incorporé el rigor y la necesidad de tomar decisiones basadas en evidencia. No se trata solo de gestionar, sino de hacerlo con fundamentos técnicos y una mirada científica.

¿Cuáles diría que son los aprendizajes clave de su paso por el hospital?

Conocer el sistema desde dentro. Saber cómo se relacionan los profesionales, qué necesidades tienen los pacientes, cuáles son las verdaderas prioridades. Esa experiencia te permite tener una visión más empática, pero también más eficaz, de la gestión sanitaria. No es lo mismo decidir desde un despacho que desde la experiencia real de quirófano, planta o guardias.

En menos de un año en el cargo, ya ha habido avances significativos. ¿Qué balance hace?

Nos marcamos desde el inicio dos grandes objetivos: actuar sobre los factores que más ansiedad generan en los ciudadanos, como las listas de espera, y sentar las bases para una reforma estructural del sistema. En atención primaria hemos logrado una demora media de 1,7 días y un 80% de presencialidad. En especializada, hemos reducido las listas de espera quirúrgicas en más de 15 días en apenas cinco meses, situándonos por debajo de los 60 días para intervenciones y 45 días para pruebas diagnósticas. También hemos consolidado un modelo de atención longitudinal, donde el paciente es atendido por el mismo profesional siempre que sea posible.

Ha mencionado una reforma estructural. ¿Cuál es la base de ese proceso?

El Pacto de Salud. Es un proceso innovador, participativo y transversal. Reúne a más de 30 agentes sociales: partidos políticos, sindicatos, colegios profesionales, asociaciones de pacientes y universidades. Trabajamos en fases: primero elaboramos un diagnóstico compartido, luego principios y valores comunes, y ahora estamos desarrollando 24 líneas de acción agrupadas en seis grandes ámbitos, desde la cronicidad hasta la gobernanza o la salud mental. Más de 500 profesionales están implicados. La idea es lograr una hoja de ruta consensuada y con seguimiento parlamentario. Es una forma de blindar el futuro del sistema desde la pluralidad.

Parece un modelo de concertación poco habitual.

Lo es. Nuestra prioridad era reconstruir consensos, recuperar la escucha activa. No había consenso ni político, ni sindical, ni profesional. El pacto busca precisamente eso: objetivos comunes, realistas y medibles. Por eso cada fase se cierra, se firma y se remite al Parlamento. Nos permite evitar que todo quede en buenas intenciones y garantizar que haya un compromiso conjunto.

¿Y los pacientes tienen voz en este proceso?

Por supuesto. Creamos una plataforma de plataformas de pacientes. Están implicadas tanto asociaciones de pacientes como de familiares, especialmente en ámbitos sensibles como la salud mental. Los pacientes tienen mucho criterio y una visión que aporta mucho valor. Ya no basta con medir actividad: hay que medir resultados en salud desde la óptica del paciente. Por ejemplo, en una cirugía de próstata, el resultado no es solo el tiempo de espera, sino también la continencia, la función sexual, la calidad de vida tras la intervención. Ese cambio de paradigma es imprescindible.

¿Qué papel juega la innovación tecnológica en su modelo?

Es fundamental. Estamos desarrollando un ambicioso plan de transformación digital con herramientas como identificación por voz para profesionales, guías terapéuticas digitales, interconexión de radiología o cribado con IA. También fomentamos la telemedicina: monitorización a distancia de pacientes crónicos, telerehabilitación, etc. Todo ello acompañado de una Oficina de Datos para medir no solo actividad, sino resultados en salud. Además, estamos trabajando con el Centro Vasco de Inteligencia Artificial y promoviendo la colaboración entre industria, universidad y administración.

La atención primaria es otro reto clave.

Estamos apostando fuerte. Hemos lanzado una OPE de difícil cobertura con 143 plazas y 845 inscritos (casi un centenar, 91 profesionales de fuera de País vasco), orientada a zonas rurales o con turnos menos atractivos. Además, estamos trabajando en nuevos perfiles profesionales para primaria: psicólogos, fisioterapeutas, optometristas, trabajadores sociales… Queremos que Osakidetza sea un destino atractivo para los profesionales. Y también estamos negociando un nuevo decreto de funciones para que cada profesional aporte en lo que mejor puede contribuir.

¿Y cómo plantean el acceso a la innovación farmacéutica?

Desde la colaboración con la industria, la evidencia científica y la equidad. Queremos que todos los pacientes tengan acceso rápido y justo a los nuevos tratamientos, sin desigualdades territoriales. Para ello, apostamos por sistemas de evaluación ágiles y la coordinación con las agencias reguladoras. También estamos trabajando en homogeneizar los criterios clínicos para que la prescripción se base siempre en valor en salud.

¿Cuáles son los grandes retos estructurales que detecta a medio y largo plazo?

La cronicidad, el envejecimiento, la salud mental y la sostenibilidad del sistema. La esperanza de vida en Euskadi está entre las más altas del mundo y cada década ganamos tres años. Eso requiere adaptar el sistema a nuevas demandas. Nuestra estrategia se basa en prevención, empoderamiento del paciente, cribados y promoción de la salud. Estamos liderando cribados en mama, colon, cuello de útero y arrancando pilotos en próstata y pulmón. Hemos ampliado también el cribado neonatal a 39 patologías. Queremos un sistema más predictivo y menos reactivo.

¿Cómo imagina el sistema sanitario vasco dentro de 10 años?

Me lo imagino como un sistema más integrado, digital, centrado en el paciente y medido en resultados. Con atención domiciliaria avanzada, uso intensivo de tecnología, con el paciente empoderado y profesionales trabajando en equipos multidisciplinares. Y sobre todo, un sistema que siga siendo público, universal y de calidad.

¿Una última reflexión?

Tenemos un sistema sólido, con una inversión alta y excelentes resultados en salud. Pero eso no puede ser excusa para la autocomplacencia. Tenemos que anticiparnos al futuro y evitar que la sanidad esté en el centro de las tensiones políticas. Nuestro compromiso es claro: preparar hoy el sistema que necesitaremos mañana.