El dolor de la sociedad es un tema al que no nos referimos habitualmente, pero, sin embargo, no somos ajenos a él. La humanidad sufre acontecimientos traumáticos significativos como catástrofes naturales, conflictos bélicos, hambrunas, epidemias, terrorismo, crisis económicas, entre otros, a mayor o menor escala, en las sociedades y en el tiempo.
El sufrimiento causado por estas situaciones, generalmente, desemboca en un trauma colectivo. Sin embargo, debemos ser conscientes que los eventos traumáticos de gran escala tienen la capacidad de afectar a las víctimas tanto a nivel individual como colectivo. Cuando los sucesos que desencadenan el trauma colectivo aminoran o terminan, el trauma no desaparece con ellos, sino que permanece en la memoria de forma significativa, y tiene la capacidad de seguir causando un impacto considerable tanto a nivel individual como al conjunto de la sociedad que lo vive e, inclusive, generaciones venideras.
“Un trauma colectivo se refiere a un evento que afecta profundamente a un conjunto de personas, desde familias, comunidades, a sociedades enteras. Este término se utiliza también para describir los efectos psicológicos de un evento trágico en la memoria de un grupo. Los acontecimientos causan una angustia emocional significativa y persistente en las personas afectadas, que puede incluir generaciones”. (Elorza, 2023).
Como sabemos, la salud mental puede verse considerablemente afectada tras vivir un acontecimiento traumático. El trauma colectivo queda grabado en la memoria colectiva de una sociedad, sin embargo, los eventos traumáticos no afectan de la misma forma a todas las víctimas.
La gestión de esa situación y respuesta dada a la misma depende de cuestiones como las estrategias de afrontamiento a nivel individual y colectivo, los eventos traumáticos vividos anteriormente, la calidad de las relaciones interpersonales o los apoyos con los que se cuentan tanto económicos como sociales, para el abordaje de la misma, entre otras y tienen un gran impacto en el resultado de ese abordaje, por parte de los afectados a nivel individual y colectivo.
‘Ante un trauma colectivo, los estudios han demostrado que el dolor compartido puede unir a los grupos que han experimentado eventos dramáticos’
Podemos considerar, que hay traumas que son colectivos, pero afectan a un número pequeño de personas, como puede ser un accidente o un duelo, que afecta a un nivel más familiar o a un entorno cercano, y otros que afectan a un número más amplio de personas como puede ser una comunidad, una sociedad, como el caso de la reciente DANA o varias sociedades, como el caso de la COVID o los conflictos bélicos.
Un ejemplo, como comentábamos, es la reciente DANA. Este fenómeno climatológico, ha provocado un drama humano y social a todos los niveles, con vidas truncadas, familias rotas, y una sociedad tratando de asimilar lo sucedido, al tiempo que trabaja por reconstruirse, sin que haya dado tiempo a asimilar lo sucedido, partiendo de la situación de devastación a causa de una catástrofe natural, de la que, de forma directa o indirecta, todos somos testigos.
Generalmente, tras un evento traumático, se suceden episodios de ansiedad como respuesta al mismo, síntomas de respuesta al trauma, que se dan a corto plazo. Cuando se realiza una gestión emocional adecuada tras el hecho traumático, los síntomas disminuyen poco a poco, aunque no desaparece la memoria de lo sucedido, somos conscientes de lo que ha pasado y se aprende a vivir con esa cicatriz. Sin embargo, si no sucede esa gestión adecuada, lo más probable es que se mantengan en el tiempo esos síntomas, e incluso aumente su intensidad o gravedad, pudiendo desarrollar un TEPT (trastorno de estrés postraumático) que deriva un sufrimiento mayor. En todos los casos, es necesario plantear una atención psicológica acorde a las necesidades detectadas.
Como comentábamos, las manifestaciones y la sintomatología del trauma, aunque sea colectivo, y haya sido el mismo hecho causante para todos los afectados, puede manifestarse de forma diferente en cada individuo. Es decir, el impacto y la manifestación del trauma colectivo puede variar de una persona a otra, en función de factores como los que hemos comentado anteriormente, sin embargo, todas las manifestaciones de trauma son válidas, al igual que necesaria la atención e intervención psicológica del trauma y sus distintas manifestaciones.
Ante un trauma colectivo, los estudios han demostrado que el dolor compartido puede unir a los grupos que han experimentado eventos dramáticos. Cuando un grupo de personas experimenta un trauma, se genera una memoria colectiva. Se produce una construcción de significado a través del que se redefine su identidad y propósito colectivo.
Compartir experiencias traumáticas, experimentar un significado compartido, conlleva también la generación de una identidad compartida y esto hace que se genere cohesión, que, además, facilita esa gestión del trauma tanto a nivel individual como colectivo. Esto, es debido, a que se crea una especie de refugio común, en el que se comparten emociones, vivencias y pensamientos, un punto que facilita esa gestión emocional, por parte de las víctimas y los afectados.
Esa generación de memoria colectiva ocurre principalmente en las víctimas, en los profesionales de los equipos de emergencias, los voluntarios, es decir, en las personas que tienen la vivencia de lo sucedido, pero también en los testigos de la tragedia, que tienen esa vivencia de una forma indirecta.
Además de desembocar en un impacto, en las víctimas directas o en la sociedad que acontece, tiene un impacto directo también en los testigos de ese hecho, como comentábamos. Es decir, todas las personas que de alguna forma ven o son conscientes de lo sucedido, en los profesionales de emergencias y en los voluntarios, que, en muchas ocasiones, son las primeras ayudas que llegan al lugar en el que ha acontecido el hecho traumático.
Respecto a la salud mental, cuando nos encontramos ante un trauma colectivo, es importante que se implemente una intervención psicológica tanto en el corto plazo ante la emergencia, como plantear una intervención a medio y largo plazo a todas las personas implicadas en lo sucedido, las propias víctimas, los equipos de emergencias, los voluntarios, además de aquellos testigos indirectos que lo consideren oportuno.
En todos ellos, se puede experimentar el trauma y necesitan realizar esa gestión del impacto emocional que conlleva para poder asimilar lo sucedido, para la gestión de ese dolor compartido. Por ello, es tan importante y necesaria, una adecuada intervención en salud mental cuando se da en evento traumático, en todas aquellas personas o comunidades que se ven afectadas por ese suceso, puesto que las consecuencias a nivel de salud mental, tanto individual como colectiva se dan a medio, corto y largo plazo.
La duración de estas consecuencias está también influida por la propia naturaleza de la situación, ya que suelen ser situaciones que requieren un abordaje a corto plazo, en el momento que sucede la emergencia, medio plazo, puesto que requieren intervenciones prolongadas como la búsqueda de personas o la reconstrucción de hogares, y a largo plazo, como es conseguir la viabilidad de una rutina, que nunca volverá a ser la misma, especialmente cuando hablamos de pérdidas humanas.
En todo este proceso, se puede producir una revictimización, por lo que es necesario prestar especial atención a este punto, además, de poner el foco en las víctimas vulnerables, como es el caso de personas solas, niños, ancianos, personas con discapacidad o personas sin hogar.
Cuando hablamos de trauma colectivo, debemos tener en cuenta que, ese suceso traumático deriva en un desgarro de la sociedad que lo sufre y que lo más probable, además, es que haya conllevado pérdida de vidas humanas y de los hogares de las personas que lo sufren, además de la pérdida de la sociedad como se conocía. Se trata del dolor de una sociedad, y como tal debe ser atendido, también a nivel de salud mental.
Mª Dolores de la Cruz Fresneda