El pasado mes de julio se conmemoró el primer año de vida desde que la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias fue aprobada en España, según el oportuno Real Decreto.

¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer.

Tras largos años de reivindicación, el 2 de julio de 2024, y respondiendo a la necesidad de actualizar la formación médica, se creó el título de Médico/a Especialista en Medicina de Urgencias y Emergencias.

La necesaria creación de esta especialidad buscaba garantizar una formación, homogénea y de alta calidad, para los profesionales que atienden situaciones de urgencia y emergencia, mejorando la atención y la seguridad de los pacientes.

Y hacer frente, ¡cómo no! a la inadecuada situación que las estructuraba, y que bien poco ha cambiado…, todavía. Las justas, o no tanto, reclamaciones corporativas, tan típicas entre la profesión médica, están frenando algo tan necesario y positivo.

Este freno está oficializado el pasado mes de junio, justo once meses después de haberse publicado, y celebrado en general, la aparición de la nueva especialidad.

El ICOMEM ganó un recurso que beneficia, potencialmente, a más de 20.000 médicos en toda España que habían quedado excluidos del reconocimiento oficial, por criterios de titulación considerados “arbitrarios”; generalistas en su mayoría, lo que representaba una discriminación injustificada y contraria al principio constitucional de igualdad. Por supuesto, sin perjuicio para otros colectivos como los médicos especialistas ya habilitados, o en trámite de obtención del título específico.

Como regalo por este primer cumpleaños, escribo este artículo, aún lamentando esta mala suerte, porque para una de las escasas veces que el Ministerio de Sanidad actual había encontrado y aprobado algo ampliamente aplaudido por toda la sociedad…

Pero, hagamos un poco de historia. El sistema de salud español se enfrentaba en los últimos años a un desafío estructural: la creciente saturación de los servicios de urgencias hospitalarias.

Este fenómeno no es exclusivo de España, pero aquí presenta unas características particulares derivadas de la presión asistencial sobre la atención primaria, el envejecimiento poblacional y las carencias estructurales del sistema sanitario, sobre todo.

Según datos del Ministerio de Sanidad, en 2022 se registraron más de 31 millones de atenciones en los servicios de urgencias hospitalarias. Esta cifra representa un incremento del 20% respecto al periodo prepandémico (2019), y se han registrado picos de hasta un 45% en comunidades como Madrid, Cataluña o la Comunidad Valenciana.

Este crecimiento se debe, en gran medida, a la saturación de la atención primaria. Las listas de espera para obtener una cita con el médico de cabecera pueden superar los 10 días, lo que empuja a muchos ciudadanos a acudir directamente a urgencias como vía rápida de acceso al sistema sanitario. El 91% de los casos atendidos en urgencias no requirió ingreso, lo que indica un uso inadecuado del recurso.

Además, durante los meses de verano, las urgencias se ven especialmente afectadas por las olas de calor, que agravan las patologías crónicas, especialmente en mayores de 65 años. La población envejecida representa ya más del 20% del total en España, lo que influye directamente en el tipo de demanda asistencial: más patologías complejas y necesidad de hospitalización.

‘El primer año de vida de la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias ha sido una etapa de construcción’

Por supuesto, que los sindicatos del sector sanitario, en su papel, han denunciado la falta de personal médico y de enfermería, lo que genera sobrecarga laboral, deterioro en la calidad asistencial y un incremento del éxodo de profesionales a otros países.

Durante el primer año de vida de la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias en España, se han consolidado importantes avances en el reconocimiento y fortalecimiento de esta disciplina, como pilar fundamental del sistema de salud. Esta especialidad, históricamente postergada, ha comenzado a institucionalizarse con programas formativos estructurados, reconocimiento legal y la incorporación progresiva de médicos residentes en servicios de urgencias hospitalarias.

Uno de los logros más significativos ha sido la creación de un currículo oficial que integra competencias clínicas, habilidades en atención prehospitalaria, gestión de crisis, medicina basada en la evidencia y liderazgo en situaciones de desastres. Los residentes reciben formación intensiva en áreas como el soporte vital avanzado, el manejo del paciente politraumatizado, la interpretación rápida de pruebas diagnósticas y la toma de decisiones en contextos de alta presión y recursos limitados.

A nivel asistencial, la implementación de la especialidad ha comenzado a generar cambios estructurales en los servicios de urgencias, promoviendo una atención más eficiente, segura y centrada en el paciente. Se ha evidenciado una mejora en los tiempos de respuesta, en la priorización de casos mediante triaje avanzado, y en la articulación con otras especialidades críticas como medicina intensiva, anestesiología y cardiología.

Además, se ha fortalecido la investigación académica en el área, con publicaciones centradas en epidemiología de la urgencia, análisis de sistemas y formación continua. La creación de sociedades científicas específicas y la organización de congresos regionales han permitido la cohesión del cuerpo profesional.

Este primer año representa un hito histórico en la dignificación del trabajo en urgencias, visibilizando la necesidad de consolidar equipos altamente capacitados para enfrentar los retos sanitarios más inmediatos y críticos de nuestra sociedad.

A medida que avanza la consolidación de la especialidad, también se han identificado desafíos importantes. Entre ellos, la necesidad de una infraestructura adecuada, mayor inversión en tecnología diagnóstica de rápida disponibilidad, y una dotación de personal acorde a la creciente demanda asistencial.

La carga laboral en los servicios de urgencias continúa siendo elevada, lo que subraya la importancia de generar políticas de salud que garanticen condiciones laborales dignas y sostenibles para los profesionales en formación y los especialistas.

En este primer año, ha sido crucial también el papel jugado por los tutores y formadores, muchos de los cuales provienen de otras especialidades afines, pero que han asumido con compromiso la tarea de guiar a las nuevas generaciones de médicos de urgencias. La transición hacia un modelo educativo centrado en competencias clínicas específicas y la simulación de escenarios críticos ha sido bien recibida, aunque se reconoce la necesidad de aumentar los recursos didácticos y la estandarización de procesos formativos a nivel nacional.

Asimismo, la relación con los sistemas de emergencia prehospitalarios ha comenzado a fortalecerse, integrando la atención extrahospitalaria como un componente esencial del perfil profesional del emergenciólogo. Esta articulación mejora la continuidad del cuidado desde el lugar del incidente hasta la atención hospitalaria, lo que impacta directamente en la reducción de la morbilidad y mortalidad en patologías tiempo-dependientes, como el infarto agudo de miocardio, el accidente cerebrovascular o el trauma severo.

En resumen, el primer año de vida de la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias ha sido una etapa de construcción.

Han existido, sin duda, también, algunas sombras en este primer año de vida de la nueva especialidad.

Si bien su reconocimiento formal ha sido un paso fundamental, su implementación no ha estado exenta de dificultades estructurales, administrativas y culturales. En muchos centros hospitalarios, la resistencia al cambio por parte de profesionales de otras especialidades ha generado tensiones, especialmente en lo referente a la delimitación de competencias y la redistribución de responsabilidades clínicas en los servicios de urgencias.

Otro aspecto crítico ha sido la disparidad en la implementación del programa formativo entre diferentes regiones o instituciones. La falta de homogeneidad en los recursos disponibles, en la formación de los tutores y en la calidad de los espacios asistenciales ha provocado experiencias dispares entre residentes, afectando a la equidad y la excelencia educativa que esta especialidad requiere.

En algunos hospitales, los residentes han sido incorporados sin una estructura docente adecuada, siendo expuestos a jornadas extenuantes con escasa supervisión, lo que contraviene los principios básicos de la formación médica especializada.

Además, persisten deficiencias en el reconocimiento institucional y social del médico urgenciólogo. Aunque se valora su papel en la atención inmediata y resolutiva, todavía se arrastra una visión histórica que relega las urgencias a un segundo plano dentro del sistema sanitario, dificultando la inversión y priorización de este ámbito en las políticas públicas.

La burocracia en los procesos de acreditación, la escasez de plazas formativas en relación con la demanda y la ausencia de una carrera profesional clara, dentro de los servicios de urgencias, también han generado desmotivación entre algunos profesionales.

Estas sombras no opacan los avances, pero deben ser abordadas con seriedad para garantizar que esta nueva especialidad no solo crezca, sino que lo haga con solidez, equidad y vocación transformadora del sistema de atención en salud.

¿Y cómo arreglar este panorama, al margen de los parones administrativos comentados al principio?

Dando por hecho que la nueva especialidad de Urgencias y Emergencias como tal ya no tiene marcha atrás, y que los problemas persisten y mientras la burocracia resuelve lo cooperativo, curiosamente la aplicación de nuevas tecnologías puede ser la principal solución. En concreto, la IA (Inteligencia Artificial). Para ello ya hay distintas iniciativas puestas en marcha, por ejemplo:

En el diagnóstico asistido y detección precoz, diversos hospitales españoles están implementando sistemas de IA para el diagnóstico precoz de patologías graves. El Hospital Son Llàtzer en Mallorca utiliza un algoritmo capaz de detectar sepsis hasta 24 horas antes que los médicos, con una eficacia del 96%. De igual forma, el Hospital General de Alicante emplea IA para analizar radiografías de tórax, alcanzando un valor predictivo negativo del 90%.

Respecto a los modelos de predicción de afluencia, los modelos de machine learning permiten prever con antelación la afluencia a los servicios de urgencias. En estudios recientes realizados en hospitales de Cataluña, se han aplicado redes neuronales recurrentes (LSTM) y modelos temporales (Temporal Fusion Transformers), logrando predecir con alta precisión la carga asistencial a 7 y 28 días vista. Esta información permite optimizar la planificación de turnos, asignación de recursos y camas.

La IA también se está utilizando para mejorar el proceso de triaje en urgencias. Mediante el análisis de signos vitales, antecedentes clínicos y lenguaje natural (procesamiento de notas médicas), los algoritmos pueden categorizar a los pacientes según el nivel de urgencia, anticipando complicaciones, y derivando a los más graves de manera prioritaria.

Y los modelos predictivos para la gestión de urgencias:

Modelos estocásticos de simulación. Algunos estudios han demostrado que un aumento del 10% en la llegada de pacientes a urgencias puede triplicar la probabilidad de saturación. Sin embargo, si se reduce en 20 minutos la estancia media por paciente, la probabilidad de saturación puede disminuir hasta un 50%.

El Hospital Clínic de Barcelona y el Hospital La Paz de Madrid utilizan modelos predictivos combinando ARIMA y redes neuronales para prever la ocupación de camas, tanto en UCI como en planta. Esto permite ajustar las altas hospitalarias, organizar ingresos y programar cirugías con mayor eficiencia.

Existen ya plataformas como Amalfi Analytics y Cegedim Health Data que ofrecen soluciones integradas de IA para hospitales, permitiendo integrar predicción de afluencia, triaje, diagnóstico asistido y gestión operativa. Estas soluciones cuentan con validaciones clínicas y están siendo implementadas de forma progresiva en varias comunidades autónomas.

Entonces… ¿cuáles serán las tendencias futuras y la prospectiva a corto plazo?

Hacia hospitales inteligentes y humanizados. La combinación de IA con otras tecnologías (Internet de las cosas, robótica quirúrgica, telemedicina) está dando lugar a un nuevo modelo de hospital inteligente.

Se están desarrollando herramientas, basadas en IA generativa, que permiten generar informes clínicos automáticos, resumir historias médicas, proponer planes terapéuticos y simular resultados.

Eso sí, la adopción de IA en el sistema sanitario requiere también un cambio cultural. Es imprescindible formar a los profesionales en competencias digitales, así como dotar a las instituciones de infraestructura tecnológica adecuada. Asimismo, debe fomentarse una cultura de evaluación y mejora continua basada en datos.

Como conclusión, podemos decir que el sistema de urgencias en España se encuentra en un punto crítico. El incremento constante de la demanda, sumado a la saturación de la atención primaria y las limitaciones estructurales, amenaza con comprometer la calidad de la asistencia sanitaria. En este contexto, la Inteligencia Artificial ofrece una oportunidad real de transformación del modelo asistencial.

Los modelos predictivos permiten anticipar la carga asistencial, mejorar el triaje, optimizar la gestión de recursos y asistir en el diagnóstico precoz de patologías graves. No obstante, su implementación requiere una apuesta decidida por parte de las administraciones, inversiones sostenidas, un marco regulatorio adecuado y una formación continua de los profesionales. Y realizado de forma sosegada (ver mi anterior artículo, en esta revista del mes pasado).

La transición hacia un sistema de urgencias apoyado por IA no solo busca eficiencia, sino también equidad, seguridad y calidad en la atención. La tecnología, correctamente aplicada, puede convertirse en el mejor aliado para garantizar la sostenibilidad del sistema público de salud en el siglo XXI, y las urgencias tendrán un papel muy importante en su consecución.

Y ese matrimonio, inicialmente de conveniencia, entre la IA y la urgencia no tendrá fin, se integrarán más y más la una en la otra y acabarán necesitándose hasta… ¡el más allá!