Hace tan solo unos días despedíamos al expresidente de Uruguay, D. José Mujica, que él mismo se hacía llamar Pepe.
Hablar de gestión sanitaria y no hacer referencia a este gran “animal político” sería un imperdonable error, porque Pepe Mujica da mucho de qué hablar en gestión sanitaria. Sus gobiernos cometieron errores y tuvieron aciertos, como todos. Pero no es una valoración política y profesional de su gestión de la sanidad uruguaya la que quisiera desarrollar en este texto, sino más bien quisiera centrarme en el líder.
Pepe Mujica es coherencia, podemos compartir sus planteamientos políticos o no, podemos creer que sus ideas son más o menos adecuadas para la gestión de una nación; pero lo que no tiene ninguna duda es que ha sido una persona coherente. Donde la palabra y la acción han caminado siempre de la mano, incluso cuando dicha coherencia supuso un gran riesgo vital, la privación de libertad y la renuncia a muchas cosas que la vida le ha ofrecido. Vivir como pensamos, tarea poco frecuente en nuestro entorno empresarial y cultural. Por eso terminamos viviendo como realmente nos construimos. Dispersos, preocupados por nosotros mismos, por nuestros miedos, inseguridades y repletos de necesidades y ansiedades. Pocos directivos de la salud son coherentes, pocos gestores de bienes ajenos sean estos de capital privado o, con mayor responsabilidad ética aún, bienes provenientes del esfuerzo colectivo de las y los trabajadores, los y las ciudadanos que aportan lo que les corresponde a las arcas del Estado para hacer frente a los dispendios necesarios para garantizar una salud digna para todas y todos.
Nos lleva esta coherencia a la siguiente gran característica de Pepe, su austeridad. “Vivo como la mayoría de los uruguayos, ni mejor ni peor”. El lucro en nuestras acciones de responsabilidad, la generación de recursos que siempre nos parece justa, pues nos miramos en el espejo de aquellos que aún se lucran más acaso con un menor esfuerzo o menor sacrificio personal. La austeridad que un sistema sanitario está pidiendo a gritos, pues por ejemplo en España, el gasto en sanidad y dependencia es igual a todo lo recaudado en el Impuesto sobre la Renta de la Personas Físicas (IRPF), lo cual nos da una idea de lo insostenible que es la situación. Hablar de decrecimiento en sanidad es hablar de austeridad, de invertir los recursos escasos económicos de la forma más eficiente posible y siempre bajo los más estrictos criterios de gestión basada en la evidencia. No gestión basada en el valor/rédito político; que siempre es inmediatista o cortoplacista.
La gestión sanitaria bajo Mujica se caracterizó por un uso responsable y austero de los recursos públicos, sin perder de vista la calidad y la eficiencia. Mujica, conocido como “el presidente más humilde del mundo”, predicaba con el ejemplo, rechazando el consumismo y la acumulación material, y promoviendo una vida sencilla y comprometida con el bien común.
Este humanismo se tradujo en políticas públicas que priorizaban la dignidad de las personas, la solidaridad y la cooperación social, elementos esenciales para una sanidad que no solo cure enfermedades, sino que también promueva el bienestar integral.
‘Terminamos viviendo como realmente nos construimos’
Una austeridad personal fruto del compromiso, una conexión total entre las acciones individuales y el propósito. Compromiso como herramienta de cambio, como ingrediente elemental para conseguir los objetivos marcados. Siempre me viene a la memoria la frase de Richard Pratt:
“Anime a su gente a estar comprometida con su proyecto, en lugar de limitarse a participar en él. En un plato de huevos con bacon, el cerdo está comprometido, mientras que la gallina solo está implicada”.
Pues bien, Pepe Mujica ha sido una persona de compromiso con sus ideas y con los uruguayos. Porque no ha escatimado en sacrificios, entrega, dación de sí mismo, para orientar a todo un pueblo, una nación y en muchas ocasiones a una parte importante de la humanidad. Liderar con compromiso es un liderazgo basado en valores, y desde la convicción, donación gratuita. Porque el don de uno mismo solamente se puede llevar a cabo desde la gratuidad, una gratuidad emanada de valores éticos superiores como la preservación de la dignidad y la justicia. La sociedad occidental tiende a la erradicación de la gratuidad de su discurso social, y más aún de su discurso empresarial o profesional. Minando así toda posibilidad de ternura, consuelo, cariño, …La prevalencia del intercambio económico o el trueque ocupa todo espacio disponible en las relaciones sociales, empresariales y profesionales. Incluso en las relaciones solidarias entre los pueblos (la cooperación internacional al desarrollo hoy en día es una línea más del PIB de las naciones). De ahí que adquiera aún más trascendencia el ejemplo vital de quienes desde la gratuidad se ofrecen al servicio incondicional y comprometido por la libertad, las personas y la mejora de las condiciones de vida del resto de los seres humanos. Una gratuidad que lo engrandece y dota de una coherencia incuestionable y abrumadora; con una potencia inconmensurable que desborda el razonar empírico de quienes no profundizan en las raíces del ser.
Durante su mandato, Uruguay mantuvo y fortaleció un sistema de salud pública que garantiza la atención universal y gratuita, uno de los pilares del Estado de bienestar uruguayo. Mujica defendió la idea de que la salud es un derecho humano fundamental, y, por tanto, la gestión sanitaria debía orientarse a garantizar el acceso igualitario a servicios de calidad para toda la población, sin distinción de clase social o condición económica.
La continuidad en la política sanitaria pública durante su gobierno, con ministros como Daniel Olesker y Susana Muñiz, estuvo marcada por esfuerzos para mejorar la cobertura y la calidad del sistema, así como para atender a las necesidades de grupos vulnerables y promover la prevención y la educación en salud. Esta política refleja su compromiso con la justicia social y la solidaridad, valores que Mujica encarnó personalmente al donar la mayor parte de su salario para apoyar a los más necesitados.
Hace apenas unos días escuchaba al profesor José Escamilla de los Santos, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación, Tecnológico de Monterrey; rebautizar las soft skills como power skills; pues liderar sin las mismas, gestionar personas sin ellas es tarea imposible. Por esta razón hablar de gestión sanitaria y no honrar al presidente Mújica sería como ser pianista y no conocer a Mozart.
No quisiera finalizar sin agradecer a Pepe, el que considero su mayor legado, la esperanza. Pues el ser humano sin esperanza está condenado a la desesperación, a incertidumbre extrema y la zozobra, que solamente puede conducir al sin sentido y la desconexión de la realidad. Pepe Mujica nos muestra que en el servicio está la esperanza, que en una vida dedicada por entero al servicio está la felicidad y el sentido del existir. Incluso con su forma y manera de finalizar el camino terrenal, D. Pepe Mujica se ha entregado al servicio, un servir plasmado en el regalo de la esperanza.