Durante décadas, el modelo biomédico se ha apoyado en estándares poblacionales para definir protocolos de prevención, diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, el desarrollo y la creciente disponibilidad de tecnologías y datos moleculares está permitiendo avanzar hacia un paradigma donde cada paciente pueda ser atendido no sólo según sus características generales y su enfermedad, sino según su perfil biológico único.

En este sentido, las tecnologías ómicas, consideradas el “nuevo motor” de la medicina personalizada, están comenzando a transformar la forma en que entendemos, prevenimos y tratamos las enfermedades.

Lograr su integración en los sistemas de salud representará un gran salto hacia una medicina realmente individualizada, precisa y eficaz, pero también plantea importantes desafíos clínicos, éticos, organizativos y económicos.

¿Qué son y qué permiten las tecnologías ómicas?

Las tecnologías ómicas son un conjunto de disciplinas que permiten analizar, de forma masiva, miles o millones de variables biológicas de un individuo, gracias a plataformas de alta capacidad y herramientas como la bioinformática, la inteligencia artificial, el big data o la computación de alto rendimiento.

Las más relevantes en el entorno clínico son:

Genómica: estudio del genoma completo. Facilita el diagnóstico de enfermedades hereditarias, la oncología de precisión o la medicina reproductiva.

Transcriptómica: analiza la expresión de los genes en diferentes tejidos o estados fisiológicos.

Proteómica: evalúa la estructura y función de las proteínas, fundamentales en la actividad celular y diana de muchos fármacos.

Metabolómica: estudia metabolitos en fluidos biológicos, revelando alteraciones en el metabolismo relacionadas con enfermedades o tratamientos.

Epigenómica: analiza modificaciones químicas en el ADN que regulan la expresión génica sin alterar la secuencia.

Microbiómica: estudia el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo, especialmente el intestino, clave en inmunidad, metabolismo o salud mental, por ejemplo.

Estas tecnologías, integradas adecuadamente, permiten identificar predisposiciones genéticas a enfermedades, detectar biomarcadores de diagnóstico y pronóstico, seleccionar tratamientos personalizados, predecir la respuesta o toxicidad a fármacos, así como desarrollar estrategias preventivas individualizadas.

Algunos ejemplos de aplicaciones clínicas actuales son:

Oncología de precisión: la secuenciación del genoma tumoral está permitiendo seleccionar terapias dirigidas y conocer mutaciones que condicionan la respuesta a los tratamientos.

Farmacogenómica: tests que predicen la eficacia o toxicidad de determinados medicamentos según el perfil genético. Por ejemplo, la respuesta a clopidogrel, fluorouracilo o antidepresivos.

Diagnóstico de enfermedades raras: el análisis del exoma o genoma completo permite identificar variantes patogénicas en pacientes sin diagnóstico tras años de pruebas convencionales.

Medicina preventiva: la combinación de datos genéticos con estilos de vida y antecedentes permite diseñar planes personalizados de prevención, especialmente en enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas o cáncer.

Oportunidades para los sistemas de salud y barreras para la adopción clínica de las tecnologías ómicas

La incorporación estratégica de las tecnologías ómicas puede mejorar los resultados clínicos al personalizar diagnósticos y tratamientos, reducir costes derivados de terapias ineficaces o efectos adversos, aumentar la eficiencia en el abordaje de enfermedades complejas o raras, impulsar la investigación biomédica y la generación de conocimiento de alto valor, así como fomentar un ecosistema innovador que involucre a universidades, hospitales, startups, empresas biotecnológicas y grandes compañías tecnológicas.

Por ello, en los últimos años, muchos países como, por ejemplo, Reino Unido (Genomics England), Francia (Plan France Médecine Génomique), Alemania (genomDE) o Canadá han desarrollado importantes estrategias nacionales de genómica y medicina personalizada, que combinan inversión pública y privada, partenariado con hospitales y centros de investigación, regulación adaptada y participación ciudadana.

En España, también hemos visto algunos hitos relevantes en este asunto, como la iniciativa IMPaCT (Infraestructura de Medicina de Precisión asociada a la Ciencia y la Tecnología), la incorporación de tecnologías ómicas en las redes CIBERER y CIBERONC para el estudio de enfermedades raras y cáncer, o la red de hospitales de referencia en medicina genómica.

A pesar del enorme potencial, la incorporación generalizada de tecnologías ómicas en los sistemas sanitarios enfrenta retos considerables:

Coste y sostenibilidad: aunque los precios de la secuenciación han bajado drásticamente (el genoma completo ya ronda los 200-300 €), la interpretación, integración y gestión de estos datos sigue siendo costosa.

Capacitación profesional: los clínicos necesitan formación en genética, bioinformática y ética para interpretar resultados y tomar decisiones con base en ellos.

Infraestructura tecnológica: se requieren sistemas interoperables, seguros y de alta capacidad para gestionar datos masivos sensibles.

Aspectos éticos y legales: consentimiento informado específico, protección de datos genéticos, uso secundario para investigación o seguros, entre otros.

Desigualdad de acceso: aún existe una brecha importante entre hospitales punteros y otros centros con menos recursos, lo que puede generar inequidades en salud.

Conclusiones

Las tecnologías ómicas están llamadas a revolucionar la medicina del siglo XXI para hacerla verdaderamente personalizada. Es un hecho que el paradigma de la atención médica está cambiando, porque ya no hablamos sólo de tratar a personas con enfermedades, sino de entender a cada persona en toda su complejidad biológica y ofrecerle la intervención más adecuada en el momento preciso.

Aún queda mucho camino por recorrer para la integración plena de las tecnologías ómicas en los sistemas sanitarios, especialmente en nuestro país, lo cual requerirá de visión a largo plazo, colaboración público-privada, inversiones sostenidas y, sobre todo, una voluntad firme de avanzar hacia un modelo más preventivo, preciso y participativo. Porque la medicina del futuro no es una promesa, sino una decisión que podemos tomar hoy.

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