El sector sanitario es mucho más de lo que en ocasiones pensamos, no se ciñe a la tarea asistencial en sus diferentes formatos y versiones, sino que abarca entornos tan relevantes como la función farmacéutica en sus diferentes modalidades, desde la farmacia comunitaria u hospitalaria, pasando por la propia industria con laboratorios especializados en la búsqueda constante de tratamientos y métodos de prevención para las diferentes patologías y procesos de enfermar; la industria de tecnología sanitaria que contempla la génesis de aparataje e instrumentación aplicados principalmente al diagnóstico y tratamiento de las diversas dolencias que aquejan al ser humano, o las empresas tecnológicas de base digital; el entorno asegurador con sus múltiples productos y servicios relacionados con la salud; el transporte sanitario; las empresas y organizaciones de provisión de servicios; las universidades y centros de investigación especializados en el entorno sanitario y de la salud; por supuesto, todo el entramado sociosanitario de atención a las personas frágiles, vulnerables y dependientes, y así hasta un largo etcétera que conforma todo un ecosistema vanguardista en innovación responsable.

Con ello quiero decir, en esta breve reflexión, que el sector vinculado a la salud y la sanidad presenta un perfil global, amplio y diverso, suponiendo sin duda un porcentaje muy relevante en el producto interior bruto de nuestro país (PIB), por lo tanto, un motor evidente y fundamental en la generación de riqueza, empleo y desarrollo en cuanto a procesos de investigación e innovación responsable de carácter disruptivo, evolutivo e incremental.

En este contexto creo que, sería bueno considerar y constatar a este sector con sus diferentes subsectores indispensables, como un elemento estratégico dentro de la estructura y arquitectura económica y social de nuestro país al igual que, por ejemplo, es considerado el sector de las telecomunicaciones, el del transporte, el energético, el sector turístico, el sector de la alimentación, el agrícola o el sector bancario.

Es este un entorno, el de la sanidad, en el que la simbiosis entre lo privado y lo público es consustancial y fundamental dado que, la cobertura de necesidades en materia de salud no admite barreras ni esperas y la prestación es creciente debido al decalaje sociodemográfico de una sociedad avanzada como la nuestra.

Por todos es más que conocido que el aumento de la esperanza de vida motivado por los avances que año tras año se alcanzan en un sector tan dinámico como este, unido a la mejora de todo lo concerniente a la concienciación sobre los hábitos saludables por parte de la sociedad, conlleva un incremento de la cronicidad y de las comorbilidades; además, la baja natalidad nos lleva a una situación de envejecimiento progresivo asimétrico puesto que, el porcentaje de personas mayores de 65 años se incrementa de forma notable respecto de las generaciones más jóvenes.

Otro aspecto muy a tener en cuenta es el de los recursos necesarios, de todo tipo, para afrontar la innovación que gracias a la investigación y la ciencia se van produciendo en este campo, probablemente uno de los más vanguardistas y disruptivos en esta materia. Alinear los avances científicos con el incremento de la demanda incremental de servicios de salud es clave, y para resolver y cuadrar esta compleja ecuación, se hace necesario generar nuevos escenarios en materia económica y financiera que sean capaces de abordar esta imprescindible espiral de conocimiento fruto de la investigación y el desarrollo científico.

Finalmente, y por no continuar con un listado de temas asociados a estos, que podría ser demasiado extenso, me gustaría señalar la importancia del momento que vivimos, me refiero a la extraordinaria movilidad de las personas por el planeta gracias a los cada vez más rápidos y eficientes modos de viajar de un continente a otro, vinculando este hecho con la eclosión de nuevas enfermedades de carácter infeccioso que en las últimas décadas han producido serias preocupaciones en cada rincón y lugar. Me estoy refiriendo a las últimas pandemias, epidemias o brotes, no solo a la más reciente del virus SARS CoV2 (COVID-19) con millones de afectados y fallecidos en todo el mundo sino también a otras como la del virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH/SIDA), el virus de la Influenza (gripe) en sus diferentes versiones y acepciones de la nomenclatura microbiológica y así hasta un largo y prolongado etcétera.

Este panorama en el que factores como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación atmosférica tiene un papel determinante hacen que surjan iniciativas muy encomiables que, hemos de tomarnos muy en serio situándolas bajo el epígrafe del “muy importante” y “muy urgente”, como es el caso de la iniciativa “One Health”, en la que se dan la mano la salud humana, la salud animal y la salud medioambiental para construir un todo interrelacionado sobre el que actuar que, como es lógico, nos compete e implica a todos sobremanera, o la cada vez menos nombradas iniciativas impulsadas desde Naciones Unidas como pueden ser el Pacto Mundial, los Objetivos de Desarrollo Sostenible o Agenda 2030 de las cuales, por cierto, cada vez se habla con menos profusión e intensidad.

Ante un panorama incierto y preocupante como este en cuanto a legado de sostenibilidad que vamos a dejar a las generaciones futuras si continuamos con el empeño a ultranza del desarrollo a costa de todo, incluido nuestro futuro como humanidad, sin duda, que el sector de la salud y la sanidad se convierte en una pieza clave dentro del puzle, un entorno de extraordinaria importancia, estratégico no solo para un país determinado como España o nuestro entorno natural de la Unión Europea, sino para la denominada aldea común que no es otro que el planeta tierra.

El esfuerzo mancomunado y colegiado de todos los agentes implicados en este contexto saludable es fundamental, ya no valen las barreras y fronteras interpuestas entre unos y otros, entre lo público y lo privado porque el problema nos afecta a todos, pienso que no se debe perder el tiempo en diatribas y discusiones fatuas de si uno es mejor que otro, esto no nos lleva a parte alguna, solo llegaremos lejos en el empeño y el objetivo de responsabilidad social para con todos los ciudadanos si somos capaces de identificar sus problemas y prestarles la solución más adecuada, aprendiendo de la experiencia de los demás, y aprovechando todos los recursos disponibles, independientemente de las titularidades, naturaleza jurídica o condición social que presenten.

En los últimos meses y semanas se han celebrado dos reuniones de carácter internacional de extraordinaria relevancia en este contexto y marco de referencia del que estoy hablando en esta reflexión, por un lado, la COP28 y por otro, el World Economic Forum (Foro de Davos 2024). En el primero de ellos, celebrado en el último trimestre del 2023 se llegaron a acuerdos relevantes en materia de transición energética, financiación climática, sistemas alimentarios, naturaleza frente al cambio climático, salud y clima y tecnología como acelerador.

‘La innovación responsable es una de las principales herramientas de crecimiento futuro para cualquier sector de actividad sostenible’

En las conclusiones que nos aproxima una entidad de referencia en materia de responsabilidad social y gestión ética de las organizaciones, instituciones y empresas como es Forética, tras su participación en la COP28, podemos leer algo que, en materia de salud y sanidad, a mí personalmente me ha llamado la atención y me ha parecido relevante por su magnitud e impacto en cuanto a señal de alerta de todo lo expuesto: “Más de 40 millones de profesionales de la salud de todo el mundo se unieron al llamamiento a la acción de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de organizaciones de la sociedad civil para dar prioridad a la salud en las negociaciones sobre el cambio climático de la COP28 (Aunque más del 90% de los países incluyen la salud como una prioridad en sus Contribuciones Nacionales Determinadas para la mitigación y adaptación al clima, datos publicados por la OMS sugieren que solo el 0,5% del financiamiento climático se asigna a proyectos de salud”. “Por otro lado, un total de 123 países, entre los que se encuentran España, Estados Unidos y Japón, firmaron la Declaración de Clima y Salud de la COP28, donde se reconoce que hay que reducir las emisiones y la contaminación para mitigar los efectos del cambio climático en la salud de las personas contemplando las particularidades de cada región”.

En relación con el Foro Económico Mundial de Davos, casi 3.000 líderes gubernamentales, empresariales y de la sociedad civil de más de 125 países, incluidos 350 jefes de Estado y de gobierno y ministros, participaron en la citada reunión y compartieron pareceres desde diversos puntos de vista sobre cuestiones clave. Los participantes propusieron nuevas ideas e iniciativas para aumentar la resiliencia y la seguridad, reactivar el crecimiento económico, proteger el clima y la naturaleza, equilibrar la innovación y las barreras para la tecnología e invertir en empleos, habilidades y salud. En esta materia el foco estuvo puesto en su vinculación con el cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad, la eclosión sin precedentes de la tecnología digital en materia de inteligencia artificial y las personas, la equidad y el desarrollo humano.

De entre todo lo expuesto y hablado en Davos entresaco las palabras de Tharman Shanmugaratnam, presidente de Singapur, sobre los desafíos más apremiantes para la política económica. “Los grandes problemas son ¿cómo abordamos la transición climática? ¿cómo abordamos las necesidades de las sociedades que envejecen y de los sistemas de seguridad social fallidos? y, ¿cómo abordamos los desafíos de la era de la IA y garantizamos que las poblaciones puedan afrontarlos y beneficiarse de ellos? Y algunos proyectos e iniciativas de interés de organizaciones y empresas participantes en el Foro, como muestra sirve un botón: La Alianza EDISON que anunció la mejora de las vidas de 784 millones de personas a través de 320 iniciativas en 127 países sobre soluciones digitales asequibles y accesibles en educación, servicios financieros y atención médica, alcanzando el 78% de su objetivo para 2025 de mejorar mil millones de vidas y la nueva iniciativa de transformación de la atención médica digital que acelerará la colaboración público-privada en torno a la salud digital, los datos y la inteligencia artificial.

En definitiva, dos macro reuniones COP28 y DAVOS con un denominador en común, el futuro de nuestra civilización en nuestras propias manos, con un determinante, si somos capaces o no de contener el hiperconsumo devastador de materias primas, la contaminación, el cambio climático y sus graves consecuencias y la pérdida de biodiversidad asociada impactando sobre la salud de las personas, la vegetación y la fauna de las cuales sin duda dependemos. Recordemos lo comprobado en la reciente pandemia “sin economía no hay salud y sin salud no hay economía”.

Innovación responsable en un entorno de sostenibilidad complejo

En este marco de referencia de complejidad e incertidumbre “sostenible” hay una palanca de especial interés que, corresponde a la investigación y la innovación íntimamente relacionadas con la sostenibilidad y la responsabilidad social, en tanto en cuanto se centra en extraer el mayor valor añadido con el uso eficiente y sostenible de los recursos. Una innovación es responsable cuando aporta una contribución neta positiva en los ámbitos económico, social y medioambiental fundamentalmente. Es un agente de cambio dentro de las organizaciones y está vinculada fundamentalmente al capital humano y a los entornos medioambiental y social con la cuadratura del círculo situada en el contexto económico y financiero.

Para responder a los retos que plantea este concepto en general y en particular en nuestro país, las organizaciones, y especialmente las del ámbito sanitario están avanzando de forma constante y sostenida en generar una cultura interna de Responsabilidad Social que emane desde las cúpulas directivas al resto de la organización, con especial énfasis en las áreas de I+D+i, contemplando la innovación no solo en el contexto de producto o servicio, sino en el de construcción y arquitectura de nuevos procesos y procedimientos de gestión que redundan en un evidente beneficio evidente para la dinámica interna de la propia organización y para la sociedad a la que se sirve y en la que se imbrica.

La fase de testado e implementación de cualquier idea innovadora constituye el principal cuello de botella de la innovación responsable, ya que la fase de desarrollo es mucho más costosa desde el punto de vista presupuestario y el retorno de la inversión es incierto. Esto hace que muchas grandes ideas queden descartadas porque no existen recursos disponibles para el desarrollo de prototipos y la realización de pruebas de productos a gran escala. En línea con lo anterior y mirando al futuro, todo parece indicar que las denominadas start-up o empresas de nueva creación, de edad temprana, que presentan grandes posibilidades de crecimiento y desarrollo mediante la comercialización de productos y servicios a través del uso de las tecnologías de la información y la comunicación juegan ya un papel decisivo en los ciclos de innovación, generándose una simbiosis entre grandes y pequeñas empresas de base digital.

La innovación responsable es, por tanto, una de las principales herramientas de crecimiento futuro para cualquier sector de actividad sostenible. España se caracteriza por un desarrollo enormemente heterogéneo en los diferentes territorios de nuestro país. En general, disponemos de una buena base y potencial innovador gracias al elevado porcentaje de población de entre 30 y 34 años con estudios superiores o a la importante participación en artículos científicos internacionales, entre otros puntos fuertes a destacar. No obstante, hay pendientes grandes retos vinculados fundamentalmente a la comercialización de las innovaciones y a la productividad de la I+D+i en términos de generación de nuevas patentes. Estos y otros asuntos como el de los recursos destinados a esta tarea indispensable han de ser atendidos con eficacia y presteza si deseamos que la investigación, el desarrollo y la innovación responsables sean los pilares sobre los que cimentar nuestro futuro y también nuestro legado de sostenibilidad.