El 4 de febrero se celebra el Día Mundial contra el Cáncer, una enfermedad que, desgraciadamente, aparece de forma cada vez más frecuente: se calcula que una de cada tres mujeres y uno de cada dos hombres la padecerán a lo largo de su vida. Unas cifras que están muy ligadas al progresivo envejecimiento de la población, pero también a un estilo de vida poco saludable como el tabaquismo, el consumo de alcohol, el abuso de las carnes procesadas, la obesidad y el sedentarismo.

De hecho, se estima que abandonar estos hábitos podría restarle un tercio de los 276.000 nuevos diagnósticos anuales que la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) calculó para todo 2021. Es decir, unas 92.000 personas podrían evitar el cáncer cada año siguiendo un estilo de vida adecuado, con ejercicio regular y una alimentación basada en la dieta mediterránea.

Aun así, seguiríamos teniendo dos tercios de casos que no podrían evitarse, en los que cada vez observamos supervivencias más largas y más recuperaciones. Todo gracias a la investigación y a una mayor disponibilidad de terapias personalizadas para cada subtipo tumoral. No obstante, todavía no contamos con terapias efectivas para el 100% de los casos.

En cualquiera de estas situaciones, el diagnóstico precoz es una vía determinante para poder superar el cáncer utilizando tratamientos menos agresivos. En este sentido, hay diversas herramientas que pueden ayudar a los profesionales de la especialidad de oncología a dar con la terapia adecuada para cada caso: las plataformas de diagnóstico genético; la biopsia líquida; y, sobre todo, las técnicas de diagnóstico por imagen.

“Innovar es saber estar cerca del enfermo y poder dar respuesta a sus dudas, miedos y preocupaciones”

En este último caso, cada vez disponemos de mejores sistemas, no solo en cuestiones relacionadas con la alta resolución de las imágenes y su carácter digital. La tendencia actual de incorporar inteligencia artificial o el uso asociado de los datos del paciente, como en la radiómica o la radiogenómica, van a cambiar el panorama actual de este campo de la medicina.

La tecnología digital y la mamografía 3D con tomosíntesis, como las que nos ofrecen empresas como Fujifilm, son ya una realidad en muchos servicios que trabajan con pacientes con cáncer de mama. Y pronto veremos incorporar la mamografía con contraste, que nos va a ayudar con aquellos tumores que resultan invisibles para los equipos convencionales.

La mayoría de las nuevos equipos que ya están disponibles han mejorado también en cuestión de usabilidad para los técnicos, de radiación, cada vez menor, y de comodidad para los y las pacientes, con una menor presión, por ejemplo, en el caso de las mamografías. Apostar por la innovación de forma continua en este ámbito es esencial para darle a los pacientes oncológicos mayores oportunidades y mejores perspectivas.

Estos son solo pequeños ejemplos de lo que tenemos y lo que queda por llegar. Y son tecnologías que van a ser especialmente importantes en los próximos meses, ya que se prevé un aumento de los casos a medida que vayamos perdiendo el miedo a la COVID-19 y volvamos a la normalidad y a las revisiones sanitarias habituales. Es muy probable que cuando acabe este periodo venga un repunte en los diagnósticos del cáncer, así como en otras patologías.

Aunque no debemos olvidar que innovar no es solo incorporar nuevas tecnologías a una unidad especializada, también está ligado al diseño de proyectos y circuitos en los que están muy presentes las personas: los especialistas sanitarios, los pacientes, sus familiares, etc. En nuestro caso, dedicar una consulta para la entrega de resultados de patología de mama ha resultado una gran novedad que los pacientes agradecen.

Nadie merece saber que tiene cáncer sin estar acompañado, sea a través de un sobre cerrado o de un portal digital. Innovar es saber estar cerca del enfermo y poder dar respuesta a sus dudas, miedos y preocupaciones, mantenerle informado sobre su estado de salud, sus tratamientos o el proceso en el que se va a ver inmerso, siempre que nos lo demande. Porque tan malo es ocultar un diagnóstico como bombardear con información que no se desea o no se puede asumir en un momento determinado.

Como comentaba anteriormente, los procesos relacionados con la oncología han cambiado mucho a lo largo del tiempo: hemos pasado de la urgencia de tratar sólo los tumores, sin oportunidad de mirar las necesidades del paciente, a tratar y cuidar a las personas que padecen esta enfermedad. Tumor y persona han dejado de ser entes separados ahora que los objetivos van más allá de la supervivencia. Gracias a los nuevos tratamientos y a los actuales formatos de diagnóstico precoz, a través de la imagen y la genética, muchos de nosotros seremos supervivientes, y será muy importante que el abordaje de los efectos secundarios y de nuestras emociones formen parte de la terapia que nos marquen los especialistas. El cáncer ya no es solo una disciplina para los oncólogos si no para un equipo profesional donde además de otros especialistas médicos caben nutricionistas, fisioterapeutas y otros profesionales que acompañan al paciente y se coordinan para un mejor resultado en calidad y cantidad de vida.