La cifra de personas mayores de quince años que afirma fumar a diario asciende en España a alrededor de los 9 millones de personas y según la encuesta promovida por el Ministerio de Sanidad EDADES 2019/2020, los fumadores que no se plantean dejar de fumar son 37-40% y aumenta.

El perjuicio en la salud para el propio fumador y su entorno es innegable y sin duda, debe desanimarse a la población a fumar desde la propia niñez. Sin embargo, dejar de fumar y mantenerse sin hacerlo, resulta muy complicado e infructuoso frecuentemente, y entre ciertos colectivos de pacientes, resulta especialmente difícil erradicar el hábito, por lo que el Foro Español de Pacientes junto a organizaciones de pacientes afectadas por patología respiratoria, cardiovascular y salud mental, han promovido el proyecto HABITA para estudiar en estos colectivos, el consumo, el grado de adicción, su histórico de deshabituación y motivaciones; así como ofrecer propuestas de deshabituación.

El proyecto cuenta con el aval científico de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA), ha sido aprobado por el Comité de Ética de la Investigación de la Universidad Camilo José Cela (CEI-UCJC) y ha contado con la colaboración de Philip Morris Spain.

Se diseñó una encuesta para ser respondida por los propios pacientes fumadores o exfumadores (autodeclarativa), de forma anónima, con 23 cuestiones que daban respuesta a los objetivos antes indicados, siendo respondida los meses de marzo, abril y mayo de este año por 312 pacientes suponiendo un error muestral inferior al 10%.

‘Debe desanimarse a la población a fumar desde la edad escolar, pero es manifiesta la enorme dificultad entre los pacientes actuales para dejar de fumar, a pesar de las normativas existentes, barreras, ayudas y consejos de los profesionales’

Observamos que en los tres casos (pacientes con patología respiratoria, cardiovascular y de salud mental) fuman a diario más de una tercera parte, una media superior a los 17 cigarrillos al día y por más de 15 años. Además, por encima del 87% acumulaban este, junto a otros factores de riesgo contra la salud como el sobrepeso, inadecuada alimentación, el sedentarismo, el consumo excesivo de alcohol, otras sustancias perjudiciales, etc. El test de Fagerström, que mide el grado de dependencia, se situaba entre 4 y 5 (sobre la escala 0-10), lo que indica un grado de adicción moderado. La adicción fue mayor en pacientes con patología mental, seguidos de los de patología respiratoria.

La principal motivación para dejar de fumar es la conciencia de que hace daño a su salud y la de los demás; habiéndolo intentado más del 90% (80% entre los pacientes de salud mental); pero no quieren dejar de fumar al menos el 30%, siendo el 61% de los pacientes de salud mental.
Entre quienes pretenden la deshabituación, existe un importante nivel de fracaso, situándose en más de un 80% los pacientes que han recaído una o más veces (con pausas de al menos 3 meses). Un 61% de los pacientes declararon que volvieron a fumar.

Solo entre el 18 y 35% buscan la ayuda de un profesional sanitario y el uso de medicamentos y/o parches no llega al 20%; valorándose como mejor terapia la de medicamentos, pero atribuyéndole una efectividad solo intermedia. Entre los pacientes de salud mental es la terapia psicológica de grupo la más valorada. El principal motivo de recaída es el estrés y ansiedad producido, uniéndose también el propio placer de hacerlo, entre los pacientes de salud mental.

Los pacientes con patología respiratoria son quienes han consumido más tabaco, en el pasado o presente, superando la caja de cigarrillos diaria; y los pacientes con patología
cardiovascular son quienes más éxito han tenido dejando de fumar (pero apenas una tercera parte).

Existe un colectivo nada despreciable de pacientes, que es fumador, a pesar incluso de tener una enfermedad que ha podido ser provocada o agravada por el tabaquismo. Para todos ellos está claro el perjuicio para la salud, pero esto no basta para dejar de hacerlo. Por otro lado, a los pacientes de salud mental el proceso de base hace intolerable muchas veces, la afectación emocional derivada del periodo de deshabituación.

Se ha venido rechazando todas las formas de consumir tabaco por igual y sin duda, si bien todas tienen impacto en la salud, no todas ellas son igualmente perjudiciales, existiendo evidencia científica de la de reducción de daños sobre la función vascular, la activación plaquetaria y el estrés oxidativo del tabaco calentado frente a los cigarrillos convencionales. Aun así, son necesarias más investigaciones sobre su efecto a largo plazo y confirmar las evidencias que se tienen hasta ahora.

Sin duda, debe desanimarse a la población a fumar desde la edad escolar, pero es manifiesta la enorme dificultad entre los pacientes actuales para dejar de fumar, a pesar de las normativas existentes, barreras, ayudas y consejos de los profesionales.

Como dijera Mark Twain, “Dejar de fumar es la cosa más fácil del mundo. Lo sé porque lo he hecho miles de veces”.

Por ello, establecer como única meta el dejar de fumar resulta muchas veces demasiado ambicioso e infructuoso; incluidos pacientes con patología relacionadas con el tabaco; por lo que nos parece razonable un abordaje personalizado incluso explorando alternativas que reduzcan el daño, menos perjudiciales.