Hoy quiero hablar una vez más de las organizaciones de pacientes, pero en especial, me quiero referir a los presidentes y a sus juntas directivas porque quizás algunos de ellos se sientan identificados con mis palabras.

La semana pasada la finalizaba en Córdoba, después de una semana llena de viajes y conferencias. Cuando entré en el salón de congresos me sorprendí porque estaba prácticamente lleno.

Hasta ahí se puede decir que, a priori, entraba en un congreso prometía interesante. A medida que la jornada se estaba desarrollando y yo escuchaba atentamente todas las presentaciones y argumentos de los ponentes, me vinieron una serie de sensaciones y pensamientos que espero poder explicar bien y que me entendáis.

Llevo más de veinte años de voluntario en asociaciones de pacientes. Me toca viajar prácticamente todas las semanas, en coche, en tren o en avión, siempre de ciudad en ciudad, repasando en los trayectos los temas que me van a tocar desarrollar y argumentar en las distintas ponencias a las que acudo.

No puedo ocultar que hay semanas que se me hace duro, y cuando me refiero a la dureza, me refiero a la soledad del viaje, a dormir cada semana en un hotel distinto, a la falta de una conversación al lado con la que compartir tus pensamientos. Una soledad que a veces te hace pensar si todo lo que uno está dejando en esta vida realmente merecerá la pena o si alguien algún día se dará cuenta del trabajo que hemos desarrollado muchos de nosotros, presidentes y personas de la junta directiva.

‘Llevo más de veinte años de voluntario en asociaciones de pacientes’

Llegas a tu ciudad cansado de un día lleno de mucha actividad y te paras a repostar en la gasolinera y observas a tu alrededor. Personas paseando, gente en bicicleta o mascotas con sus dueños disfrutando de lo bonito del entorno y tú, fundido y cansado, solo quieres cenar algo y meterte en la cama. Este es el trabajo que muchas personas, gran parte de ellas voluntarias (no lo olvidemos nunca) realizan en sus asociaciones, y sospecho que esos pensamientos que a veces se pasan por mi cabeza, también les ocurrirán a muchos amigos y compañeros de asociaciones.

Pero volvamos al congreso de Córdoba, ese pensamiento de cansancio y soledad poco a poco fue desapareciendo, y a cada momento y ponente que desarrollaba su argumentario me iba sintiendo menos solo y más acompañado.

Y es que de pronto, te das cuenta de la cantidad de personas que hay en el mundo sociosanitario que trabajan igual o mejor que tú, para tantas personas que con enfermedades y dificultades reciben el cariño y el cuidado que tanto necesitan. Descubro en ese instante que no, no estoy solo en este viaje de más de 20 años y me doy cuenta de que como yo somos muchos.

Y si tuviera que resaltar algo es que quizás debemos visibilizar mucho más el trabajo que realizamos a la sociedad y los medios de comunicación.

Y para finalizar, como dije en ese congreso, quiero dar las gracias a todas estas personas y me da mucha pena que lo más bonito que tienen cada una de ellas no lo pueda ver la sociedad y me refiero a su maravilloso corazón.