En el tablero internacional, cada frontera es una afirmación de soberanía, una línea que separa el «nosotros» del «ellos». Sin embargo, los virus no respetan límites geográficos, tratados ni ideologías. En una era marcada por la polarización, el proteccionismo comercial y el debilitamiento del multilateralismo, resurgen enfermedades prevenibles como el sarampión. Este fenómeno no puede entenderse únicamente desde una perspectiva médica: es una señal clara de fallos estructurales en la gobernanza global de la salud.
Ahora que se ha aprobado el nuevo Tratado Internacional sobre Pandemias por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), queda en evidencia que las amenazas sanitarias requieren respuestas coordinadas, solidarias y sostenibles. No basta con reforzar fronteras físicas; es imprescindible reforzar los lazos institucionales y los mecanismos de cooperación. En un mundo donde los mecanismos colectivos se erosionan y la acción nacional prima sobre la cooperación, las amenazas transnacionales quedan sin respuesta.
Casos en el mapa: crisis que desbordan lo nacional
En distintos continentes, las dinámicas regionales están mostrando cómo la fragmentación institucional y la falta de estrategias supranacionales robustas facilitan el resurgimiento de enfermedades prevenibles:
Chihuahua-Texas: un corredor binacional tensionado. El 14 de marzo de 2025 falleció un hombre de 31 años por sarampión en Chihuahua, México – vinculado a un brote en Texas, Estados Unidos-, lo que evidencia la fragilidad de las estrategias de prevención entre países vecinos. La zona fronteriza, altamente integrada desde el punto de vista económico, carece de una agenda común de salud pública. La desinversión en vacunación, la fragmentación institucional y la ausencia de estrategias binacionales consolidadas generan un terreno fértil para la propagación de enfermedades.
El Tapón del Darién: un pasillo de enfermedades invisibles. En el sur del continente, el corredor del Darién entre Colombia y Panamá se ha convertido en uno de los principales embudos migratorios del hemisferio. Allí convergen miles de personas en tránsito, muchas sin acceso a servicios básicos de salud ni inmunización. El resultado es un riesgo sanitario regional con implicaciones globales, amplificado por la movilidad forzada, el cambio climático y la debilidad de los sistemas de vigilancia epidemiológica.
Europa: movilidad sin inmunidad. En Europa, la libre circulación de personas ha sido uno de los pilares de integración regional. Sin embargo, esta conquista se ve amenazada por las crecientes tasas de no vacunación en algunos países, alimentadas por movimientos antivacunas, desinformación y desconfianza institucional. Casos recientes de sarampión en Alemania, Rumanía, Reino Unido e Italia revelan cómo los déficits de inmunización en zonas específicas pueden tener repercusiones continentales.
La heterogeneidad en las políticas de vacunación y la falta de un enfoque sanitario común ponen en evidencia que la movilidad sin inmunidad es una vulnerabilidad estructural. La Unión Europea, pese a sus capacidades técnicas y financieras, enfrenta el desafío de convertir la salud pública en un verdadero bien compartido, más allá de las competencias nacionales.
África y Asia: vulnerabilidad estructural y acceso limitado. En varias regiones de África y Asia, los desafíos son aún más profundos. Las coberturas vacunales siguen siendo insuficientes debido a conflictos armados, desplazamientos masivos, sistemas de salud fragmentados y barreras logísticas. Brotes recientes de sarampión en Nigeria, Etiopía, India y Pakistán muestran que, cuando la inversión en salud pública es débil, las enfermedades prevenibles encuentran terreno fértil para propagarse.
A esto se suma la dependencia estructural de muchos países de la cooperación internacional para garantizar el suministro de vacunas. Sin una arquitectura sanitaria global robusta, las soluciones se vuelven reactivas y desiguales.
En todos estos escenarios, un patrón se repite: la salud pública no está siendo tratada como un bien compartido. La falta de estrategias supranacionales efectivas convierte cada caso en un síntoma de una gobernanza sanitaria regional frágil o inexistente.
Geopolítica del acceso: vacunas como bien estratégico
Las vacunas han pasado de ser un bien público de salud a convertirse en un instrumento de poder. La pandemia de la COVID-19 dejó al descubierto las desigualdades en el acceso a la inmunización: los países con capacidad de producción monopolizaron dosis, mientras otros dependían de donaciones tardías o de mecanismos multilaterales insuficientes.
El acceso a la inmunización dejó de ser un derecho para convertirse en una competencia geopolítica. En este contexto, los aranceles, las trabas regulatorias y las barreras de propiedad intelectual dificultan la distribución equitativa de tecnologías sanitarias. El sur global —incluido México— enfrenta una doble carga: debilidad institucional interna y exclusión del diseño de las reglas internacionales.
¿Una posglobalización sanitaria?
Estamos presenciando una fase de posglobalización sanitaria, donde la cooperación internacional se debilita y los enfoques fragmentados prevalecen. Las organizaciones multilaterales, incluido el sistema de Naciones Unidas y la OMS enfrentan crecientes desafíos para coordinar respuestas eficaces ante amenazas transnacionales.
El Tratado sobre Pandemias, aprobado en 2025 bajo el liderazgo de la OMS, representa una oportunidad histórica para redefinir el marco normativo de la salud global, incorporando principios de equidad, solidaridad, transparencia y responsabilidad compartida. No obstante, su éxito dependerá de la voluntad política de los Estados miembros y de su implementación efectiva.
Hacia soluciones sostenibles: cooperación público-privada para una arquitectura sanitaria equitativa
Abordar los desafíos sanitarios del presente exige no solo voluntad política, sino también recursos y alianzas estratégicas. Una posible vía es la creación de mecanismos de financiación público-privada orientados al fortalecimiento de los sistemas de salud y la cobertura vacunal universal. Fondos multilaterales con participación del sector privado, alianzas con la industria farmacéutica bajo marcos de responsabilidad ética, y la inversión en producción local de vacunas en países de renta media y baja pueden constituir una base operativa para una respuesta más justa y eficaz.
Estos instrumentos deben evitar reproducir asimetrías: no se trata de depender del sector privado, sino de integrarlo como actor corresponsable dentro de marcos democráticos, regulatorios y equitativos. Guiados por principios de acceso equitativo, transparencia y rendición de cuentas, podrían integrarse en el diseño e implementación del Tratado Internacional sobre Pandemias. De este modo, la cooperación internacional se convertiría en un motor de equidad, en lugar de depender exclusivamente de la caridad o de la lógica de emergencia.
Conclusión: salud como bien común global
El resurgimiento del sarampión, una enfermedad prevenible mediante una vacuna segura y asequible, revela las fracturas de un sistema internacional que prioriza el comercio por encima de la salud. Cuando los tratados blindan mercancías, pero no medicamentos, y cuando se invierte más en vigilancia fronteriza que en vacunación universal, se compromete la seguridad sanitaria colectiva.
Es necesario un nuevo pacto global que sitúe la salud en el centro de las prioridades estratégicas. No como gasto, sino como pilar de estabilidad, justicia y paz. Porque garantizar el acceso a una vacuna no solo salva una vida: sostiene el tejido de una humanidad interdependiente.
Bibliografía
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Rosalía Fernández Vázquez, Doctora en Medicina. Master Gestión y Di-rección de Instituciones Sanitarias. Analista de Inteligencia, Seguridad y Defensa, Internacional y Geopolítico.