El pasado 27 de marzo, la Sala de Juntas del Hospital Universitario Arnau de Vilanova – Llíria acogió el Encuentro de Expertos «Hacia la excelencia en el proceso asistencial de los pacientes con cáncer de próstata (CaP)», organizado por New Medical Economics y con la colaboración de Astellas Pharma. Una cita de carácter técnico y multidisciplinar que reunió a profesionales sanitarios del hospital en las áreas de Urología, Oncología Médica, Anatomía Patológica, Farmacia Hospitalaria, Atención Primaria, Medicina Preventiva, Dirección Médica, Dirección Gerencia y Enfermería, junto con la valiosa participación de un paciente experto.
El objetivo central del encuentro fue generar un espacio de análisis y debate en torno a la situación actual del abordaje del cáncer de próstata en el Departamento de Salud Valencia Arnau de Vilanova-Llíria, detectar oportunidades de mejora e impulsar propuestas para avanzar hacia un modelo más integral, coordinado, eficiente y humanizado. Un modelo que sitúe al paciente como eje del proceso asistencial, y que incorpore de forma real el enfoque multidisciplinar, la equidad en el acceso, la humanización, la innovación y la evaluación basada en resultados en salud.
Uno de los elementos más destacados del evento fue la apuesta por visibilizar la experiencia del paciente como fuente de aprendizaje y mejora. Eduardo Bueso Gomarriz, diagnosticado con cáncer de próstata metastásico, aportó una visión humana y crítica del sistema, ayudando a contextualizar muchos de los desafíos estructurales detectados por los profesionales.
Participaron en el encuentro: Ana María Albert Balaguer, directora gerente; Amparo Pastor Castillo, directora médica; Fernando Vicente Arrufat Marín, subdirector médico; José García Sánchez, especialista del Servicio de Oncología Médica; Vicente Gimeno Argente, coordinador de cáncer de próstata del Servicio de Urología; José Manuel Osca, jefe del Servicio de Urología; José Manuel Ventura Cerdá, jefe del Servicio de Farmacia Hospitalaria; Mª Carmen Medina Medina, especialista del Servicio de Anatomía Patológica; Ana Bediaga Collado, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública; Elena González Manzana, especialista de Medicina Familiar y Comunitaria; y Eduardo Bueso Gomarriz, paciente con cáncer de próstata. La jornada estuvo moderada por José María Martínez García, presidente de New Medical Economics.
Concienciación social y detección precoz: una cuestión de cultura sanitaria
El cáncer de próstata, pese a ser el tumor más frecuente en varones en España, sigue sin ocupar el lugar que le corresponde en el imaginario colectivo. Esta fue una de las primeras reflexiones compartidas en el encuentro, donde se puso de manifiesto la escasa visibilidad mediática y social de esta enfermedad en comparación con otros tumores. Amparo Pastor subrayó que “aún hoy, muchos hombres sienten cierta resistencia a hablar de salud prostática, y eso se traduce en una baja participación en campañas de cribado o en el retraso en la consulta médica ante los primeros síntomas”.
Una de las causas de este silencio es, según los expertos, el componente cultural y de género que rodea a esta patología. “El cáncer de próstata afecta a órganos íntimamente vinculados con la virilidad, la sexualidad, la continencia. Hay una mezcla de pudor y temor que hace que muchos hombres prefieran no saber”, explicó Vicente Gimeno. “Por eso necesitamos campañas que no solo informen, sino que conecten emocionalmente con los hombres, que les hablen en su lenguaje y les hagan sentirse parte del mensaje”, añadió.
Desde Atención Primaria, Elena González apuntó que la cultura sanitaria está mejorando, y cada vez hay más varones que preguntan por el PSA en consulta, pero aún queda mucho camino por recorrer. “Cada vez hay más varones que preguntan por el PSA en consulta y son conocedores de que sí existe asociación en relación con sus antecedentes familiares. Actualmente, también desde AP se dispone de la posibilidad de solicitar el PSA como cribaje si se cumplen unos requisitos de edad del paciente, de síntomas del paciente y respetando determinados tiempos”, comentó González. Además, la experta apuntó que sí sería deseable una mayor información por parte de autoridades sanitarias al paciente de lo que implica actualmente el cáncer de próstata como tumor y de la sensibilidad y especificidad del cribaje del que en este momento se dispone, empleando un lenguaje claro y con infografías adecuadas.
José García, desde Oncología Médica, apuntó que la evolución clínica del cáncer de próstata permite un amplio margen de intervención si se detecta a tiempo. “A diferencia de otros tumores más agresivos, el cáncer de próstata suele crecer lentamente. Eso nos da una oportunidad única: si se diagnostica precozmente, podemos ofrecer tratamientos muy eficaces, incluso opciones menos invasivas. Pero si llega tarde, el abordaje cambia radicalmente”.
Además, se discutió sobre la utilidad y las limitaciones del PSA como herramienta de cribado. Por su parte, José Manuel Osca insistió en que el PSA sigue siendo útil, pero no debe usarse de forma aislada: “Es un marcador que debe contextualizarse. Su valor depende de la edad, de los antecedentes familiares, del examen físico, de la imagen… No hay una cifra mágica. El cribado debe ser inteligente, no automático”.
Eduardo Bueso, como paciente, compartió que en su caso nadie le pidió un PSA en Atención Primaria durante años, a pesar de presentar síntomas compatibles. “Me recetaban antiinflamatorios y analgésicos. Nadie pensó en mirar la próstata. Tuvo que ser una reumatóloga la que, al ver mi historial de dolor crónico, sospechó algo más”, relató. Este testimonio generó un intenso momento de reflexión en la sala, en el que varios profesionales coincidieron en que aún queda mucho por hacer para sensibilizar a todos los niveles asistenciales.
Ana Bediaga insistió en que la concienciación debe comenzar desde edades más tempranas y en todos los entornos. “Hablar de próstata no debe ser un tabú. En nuestras campañas comunitarias, debemos incorporar materiales dirigidos a hombres jóvenes, a cuidadores, a familias. La prevención es más eficaz cuando se convierte en un valor compartido socialmente”.
También se propuso reforzar la presencia del cáncer de próstata en las estrategias autonómicas de salud pública, incluir el tema en talleres de salud masculina, e incluso promover alianzas con entidades deportivas o laborales para llegar a más población. “Hay que ir donde están los hombres: los talleres, los sindicatos, los estadios. Y hay que hablarles sin condescendencia, con empatía y claridad”, concluyó Amparo Pastor.
Protocolos, comunicación y abordaje multidisciplinar
La coordinación entre niveles asistenciales centró buena parte del debate. Fernando Vicente destacó el funcionamiento del circuito rápido oncológico, que permite priorizar los casos sospechosos: «Nuestro objetivo es que antes de 30 días el paciente esté intervenido si el diagnóstico lo requiere». En muchos casos, añadió, este objetivo se está cumpliendo, aunque matizó que aún existen puntos de fricción en la derivación desde Atención Primaria.
Elena González, desde el punto de vista de Medicina Familiar, reconoció que la sospecha clínica existe y que los profesionales de primaria están cada vez más formados, pero advirtió que se necesita una actualización constante: «Las guías clínicas evolucionan y muchas veces no llegan a nuestro entorno con la rapidez que sería deseable. Necesitamos formación continuada y acceso directo a sesiones clínicas con los hospitales». En este sentido, Amparo Pastor respaldó la idea de establecer sesiones conjuntas virtuales y periódicas entre especialistas hospitalarios y médicos de familia, como una herramienta efectiva para mejorar la comunicación.
Otro de los temas destacados fue la necesidad de revisar los protocolos de derivación, especialmente aquellos relacionados con el cribado. Vicente Gimeno fue claro al respecto: «El umbral de PSA que se utiliza como criterio de derivación no puede ser el mismo para todos. Hay que personalizarlo por edad, factores de riesgo y sintomatología. Y eso requiere adaptar el protocolo y formar a quien lo aplica».
Se resaltó también el valor del trabajo en red. José García sugirió avanzar hacia una mayor interconexión entre hospitales de referencia y centros comarcales, así como fomentar las plataformas compartidas para los comités clínicos. «La tecnología permite hoy que especialistas de distintas áreas y centros participen en decisiones conjuntas sin moverse de su hospital. No aprovechar eso es una oportunidad perdida».
El abordaje multidisciplinar fue un punto de consenso unánime. Todos los participantes coincidieron en que el cáncer de próstata exige decisiones compartidas que integren a Urología, Oncología, Farmacia, Anatomía Patológica, Radiología, Medicina Familiar, Enfermería y, en la medida de lo posible, al propio paciente. Ana Bediaga recalcó que «la complejidad de este proceso no puede ser asumida por un único profesional. Debe existir una estructura organizada que garantice la participación de todos los perfiles en la toma de decisiones clínicas».
José Manuel Osca añadió que la implementación real del abordaje multidisciplinar requiere liderazgo institucional, espacio y tiempo protegido para las reuniones clínicas, y herramientas digitales que faciliten el intercambio de información. «No basta con decir que hay comité, hay que garantizar que funcione, que se documente lo que se decide, y que esas decisiones lleguen al paciente a tiempo».
Humanización, enfermería y experiencia del paciente
La voz del paciente, representada por Eduardo Bueso, aportó un testimonio conmovedor y profundamente revelador de las carencias que todavía existen en el sistema. Durante dos años acudió a consulta con síntomas persistentes, fue derivado a distintos especialistas sin recibir un diagnóstico acertado, hasta que una reumatóloga sospechó la patología oncológica. Su historia evidenció la necesidad de poner el foco no solo en la técnica médica, sino en la escucha activa y el acompañamiento integral: «Llegué a estar 12 kilos por debajo de mi peso habitual, con dolores insoportables, sin saber qué me pasaba. Me daban analgésicos y me decían que era estrés. Me sentí solo, incomprendido y desatendido hasta que llegué a este hospital».
El impacto emocional del proceso, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento, también fue ampliamente debatido. Ana María Albert reconoció que «la humanización no puede limitarse a carteles o eslóganes. Es mirar a los ojos al paciente, prestarle atención real, interesarse por su entorno familiar y emocional». En esta línea, se subrayó la necesidad de introducir perfiles como el psicooncólogo, el trabajador social o el gestor de casos en los equipos oncológicos, especialmente en patologías como el cáncer de próstata, donde el impacto psicológico es significativo, pero a menudo invisibilizado.
Uno de los aspectos más reivindicados fue el papel de la enfermería. Aunque la enfermera supervisora no pudo asistir, varios intervinientes coincidieron en que su rol es esencial para garantizar una atención integral. La enfermería actúa como nexo entre especialidades, coordina pruebas, resuelve dudas, detecta necesidades no verbalizadas y construye un vínculo de confianza con el paciente. José Manuel Ventura puso en valor este acompañamiento: «La enfermera es muchas veces quien detecta primero que el paciente no está bien, aunque los análisis digan lo contrario. Tiene un ojo clínico distinto, más empático, más próximo».
También se habló de la necesidad de visibilizar la figura del gestor de casos como perfil específico dentro del circuito del cáncer de próstata. Esta figura, presente en otros hospitales, tiene la capacidad de guiar al paciente por las diferentes fases asistenciales, asegurando continuidad, resolviendo bloqueos administrativos y ofreciendo apoyo práctico y emocional. Ana Bediaga propuso que «la enfermería comunitaria podría asumir parte de esta labor, conectando con atención primaria y facilitando la transición entre recursos sanitarios y sociales».
La dimensión familiar y social del proceso también fue abordada. Los profesionales coincidieron en que el cáncer de próstata, al afectar una zona íntimamente ligada a la identidad masculina, conlleva un fuerte componente emocional, ligado a la sexualidad, la continencia y el envejecimiento. Sin embargo, muchos pacientes no verbalizan estos miedos y tabúes. «Hay mucho pudor. A veces más que miedo a la muerte, hay miedo al cambio de vida. A perder autonomía. A dejar de ser uno mismo», comentó José García.
En este sentido, se planteó la importancia de impulsar grupos de apoyo, asociaciones de pacientes y espacios seguros donde compartir experiencias. Eduardo Bueso reconoció que «hablar con otros pacientes me ayudó más que muchas visitas médicas. Ver que otros habían pasado por lo mismo, y que estaban bien, me dio fuerza». Esta perspectiva puso en valor la experiencia compartida como elemento terapéutico complementario.
Finalmente, se abordó la necesidad de mejorar los materiales informativos y los canales de comunicación médico-paciente. Elena González remarcó que «el lenguaje técnico, la sobrecarga de información o la falta de tiempo dificultan que el paciente comprenda realmente su situación. Necesitamos materiales más accesibles, explicaciones más cercanas y tiempo suficiente para responder a sus preguntas».
Innovación terapéutica y comités multidisciplinares
En el bloque final, se analizó la evolución terapéutica del cáncer de próstata avanzado. Vicente Gimeno destacó que «el arsenal terapéutico actual ha cambiado radicalmente en los últimos 10 años. Tenemos múltiples líneas de tratamiento, pero hay que personalizar cada caso como un traje a medida».
José Manuel Ventura detalló la integración de la farmacia hospitalaria en los comités clínicos y la creciente necesidad de contar con farmacéuticos clínicos en las sesiones multidisciplinares. “El abordaje farmacoterapéutico de un paciente con cáncer de próstata avanzado es cada vez más complejo, con más combinaciones, secuencias y criterios de coste-efectividad que requieren una visión global y actualizada del proceso asistencial”, indicó el experto.
José García valoró positivamente que algunas terapias inicialmente reservadas para fases muy avanzadas se estén utilizando ahora en estadios más precoces, lo que mejora significativamente el pronóstico de los pacientes. “Hemos pasado de tratar a cronificar. Y eso exige que los tratamientos tengan un perfil de toxicidad aceptable a largo plazo y se integren en un plan de vida del paciente, no solo en su enfermedad”.
Se abordó también la necesidad de incluir sistemáticamente al paciente en la toma de decisiones. “Las preferencias del paciente, su situación personal, sus comorbilidades, todo debe entrar en la ecuación terapéutica”, insistió Vicente Gimeno. Para ello, subrayó la importancia de los comités clínicos semanales, donde se estudian todos los casos y se consensuan las decisiones entre Urología, Oncología, Farmacia, Anatomía Patológica, Radiología y otras áreas implicadas.
Por otra parte, se reconoció el avance que supone la tecnología en este ámbito. Las herramientas de imagen, especialmente la resonancia magnética, han ganado protagonismo no solo en la detección, sino en la planificación terapéutica. También se mencionó el potencial de los biomarcadores y la medicina personalizada basada en perfil genético, aunque todavía con una implantación parcial.
Finalmente, se destacó que el avance en innovación no puede ir desligado de la equidad. “No puede depender del código postal del paciente el acceso a una terapia innovadora”, alertó José García. En este sentido, el modelo organizativo del Departamento fue valorado positivamente como un ejemplo de buena coordinación entre especialidades y acceso razonablemente homogéneo a los tratamientos.
También se debatió sobre la necesidad de contar con herramientas interoperables para compartir datos entre niveles asistenciales. Fernando Vicente avanzó que «la Conselleria ya ha iniciado el proceso para unificar la historia clínica electrónica en toda la Comunidad Valenciana, con vocación de interoperabilidad europea».
Hacia una sanidad más coordinada y personalizada
Como cierre del encuentro, José María Martínez resumió las líneas clave del debate: «El cáncer de próstata necesita un abordaje integral, que combine prevención, diagnóstico precoz, tratamiento personalizado y seguimiento. Pero, sobre todo, necesita coordinación, comunicación y humanidad».
Cada participante aportó una conclusión específica desde su ámbito. Ana María Albert destacó la importancia de la cultura preventiva y la responsabilidad institucional: «Debemos reforzar las acciones comunitarias para informar, formar y empoderar a la población». Amparo Pastor apostó por la formación continua y la mejora de los canales interprofesionales: «Una atención de calidad exige que todos los niveles asistenciales hablen el mismo lenguaje». Fernando Vicente señaló que «la integración digital y la interoperabilidad de datos no son un lujo, son una necesidad para garantizar continuidad asistencial».
José García incidió en la cronificación del cáncer de próstata y en el reto que eso supone para el sistema: «Necesitamos adaptar la estructura sanitaria a una nueva realidad donde la oncología ya no es solo paliativa, sino también crónica». Vicente Gimeno reivindicó el valor de los comités multidisciplinares: «Solo con un abordaje conjunto y flexible podremos tomar decisiones clínicas adecuadas a cada paciente».
José Manuel Osca insistió en la actualización de protocolos y guías clínicas: «La medicina cambia, y nosotros debemos cambiar con ella. No podemos aplicar criterios obsoletos». José Manuel Ventura remarcó la necesidad de evaluar resultados y no solo procesos: «Tenemos que medir más allá del cumplimiento normativo: ¿estamos mejorando la vida del paciente? Esa es la clave».
Mª Carmen Medina recordó el papel estructural de la anatomía patológica: «Todo diagnóstico sólido pasa por un análisis riguroso. Sin patología no hay medicina basada en la evidencia». Ana Bediaga pidió reforzar la prevención desde una mirada social: «Tenemos que reducir desigualdades y adaptar nuestras campañas a todos los perfiles socioeconómicos».
Elena González instó a fortalecer la Atención Primaria con recursos, formación y reconocimiento: «Somos la puerta de entrada, y necesitamos herramientas sólidas para detectar, derivar y acompañar». Finalmente, Eduardo Bueso cerró con una petición directa: «No más retrasos, no más pacientes ignorados. Que mi experiencia sirva para mejorar el sistema y salvar vidas».
La jornada dejó patente el compromiso del Departamento de Salud Arnau de Vilanova – Llíria con la mejora continua del proceso asistencial en cáncer de próstata, en un modelo de trabajo que une conocimiento clínico, organización sanitaria y experiencia del paciente.