Poco a poco la pandemia va dando algo de respiro al sistema sanitario y, como consecuencia, el resto de las patologías empiezan a poder ser gestionadas y resueltas con eficacia creciente. Pero el impacto está siendo tan importante remarcar que “el tapón asistencial” va a tardar en resolverse, y que la priorización y tratamiento de las patologías de mayor riesgo de complicación deben ser canalizadas adecuadamente. A falta de datos de actividad, la lista de espera para primera consulta de especialidades, a diciembre 2020 y para el conjunto nacional, había aumentado en 250.OOO pacientes frente al dato de junio 2020. Síntoma claro del incremento de la canalización de pacientes, desde Atención primaria fundamentalmente.

Otro dato significativo es el tiempo medio de espera: también nos indica que las entradas y salidas empiezan a coger velocidad de crucero. Aunque con tendencia al crecimiento, sigue por encima de la situación prepandemia (estaba en 88 días, y en diciembre 2020 estaba en 99), si bien baja ostensiblemente de los 115 días de media en junio 2020.

Deteniéndonos en el porcentaje de más de 60 días cae a niveles prepandemia (47 en diciembre 2020 frente a 49 de diciembre 2019). Siendo un mal dato, lo positivo es que se reduce seis puntos porcentuales con respecto a junio del mismo año.

El grado de homogeneidad, heterogeneidad creciente refleja el nivel de equidad del sistema

Sin embargo, esos datos generales agregados nacionales, esconden tras de sí una realidad más compleja y preocupante: la heterogeneidad del comportamiento según comunidades autónomas, y según especialidades. Y como no, según especialidades en cada comunidad autónoma. Nunca mejor dicho aquello de que la cuestión “va por barrios”. El grado de homogeneidad, heterogeneidad creciente refleja el nivel de equidad del sistema. Cabe recordar que la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad establece que “la asistencia sanitaria pública se extenderá a toda la población española. El acceso a las prestaciones sanitarias se realizará en condiciones de igualdad efectiva”.

El grado de heterogeneidad (medida en términos de desviación estándar), y según los datos de lista de espera para primera consulta de especialidades, y centrándonos en los dos periodos estudiados, se observa un decrecimiento de la heterogeneidad en pacientes por mil habitantes, pero, por el contrario, se incrementa en los tiempos medios de espera, y en la proporción de pacientes de más de 60 días, ambos comparando comunidades autónomas. A título de ejemplo, si en Castilla y León hay que esperar una media de 163 días para el dermatólogo, en Castilla-La Mancha tan solo era de 13 días a diciembre 2020.

También se observa la inequidad si se analiza por especialidades. Como ejemplo, un ciudadano de Castilla y León, a diciembre de 2020, tenía que esperar de media 190 días para ser visto por primera vez al oftalmólogo, frente a los 35 días del País Vasco, por comparar dos comunidades limítrofes. De tal manera que un ciudadano de Miranda de Ebro, por tan solo 5 kilómetros, le toca esperar cinco meses más para ver al oftalmólogo.

Unas inequidades muy evidentes y ciertas, pero que por sí solo tampoco permite sacar conclusiones comparativas de la eficiencia del sistema, pues las causas de la diferencia pueden ser varias: desde, por ejemplo, una diferencia en la capacidad de respuesta con respecto a la demanda, hasta una desigualdad en los ritmos de derivación desde la Atención primaria, o una combinación de ambas.

En cualquier caso, con estos datos solo se puede describir la realidad someramente y plantear una reflexión, pues para sacar conclusiones y realizar valoraciones habría que considerar más variables como, por ejemplo, la gravedad y riesgo de complicaciones de los pacientes en espera.

Por otra parte, tampoco es posible lograr la homogeneidad porque tampoco lo son las circunstancias ni patologías (ni gravedad) de los diferentes pacientes, como venimos apuntando.

Frente a esa homogeneidad irrealista e innecesaria, sí sería un buen indicador la tendencia a la reducción de la desviación frente a la media (disminución de la heterogeneidad, inversamente proporcional a la equidad del sistema) para poder seguir confiando en la óptima respuesta de nuestro sistema sanitario. Un parámetro a considerar, sin duda, por parte de los decisores sanitarios.