A medida que la vacunación avanza, la enfermedad está en camino de estar más controlada, afortunadamente. La actualidad manda, y la misma va dejando huecos a otros asuntos sanitarios que no son COVID-19. ¿Qué mejor síntoma de caminar hacia la normalidad?

Y hay mucho que hablar, pero, sobre todo, mucho que hacer. Y mucho que analizar para hacer bien. La pandemia está siendo un tsunami para la Sanidad a todos los niveles, y la ha dejado “hecha un erial”, en términos de capacidad de respuesta a las demandas asistenciales de los pacientes con COVID-19.

Indiscutiblemente, y parafraseando a Gabinete Caligari, “la culpa fue del Chachachá”, o está siendo, porque a la fecha de escribir este artículo la pandemia sigue acaparando, quince meses después, un importante número de recursos personales y profesionales. Lo que ha hecho imposible mantener un sistema eficiente en términos de capacidad de respuesta a tiempo de cualquier patología que no fuera COVID-19. Un escenario tremendamente complejo e incierto, pues su dimensionamiento es un ejercicio que venimos realizando desde hace ya más de un año. Como dato orientativo, a finales de 2020 estimábamos en más de un millón de personas en espera quirúrgica, con tiempos de espera medio….

La culpa fue del Chachachá, porque no hay otros culpables a este escenario terrible al que nos enfrentamos. Hace un año, teníamos un sistema sanitario que iba tirando bastante bien, con colas reguladas que, con apoyo de la sanidad privada estaban controladas. Pero un parón por confinamiento en marzo de 2020, y una importante merma de la capacidad asistencial disponible, pasa su factura en el conjunto de las demandas asistenciales de los pacientes. Lo sabe cada uno de ellos con su patología llevándola de la mejor manera posible.

Consecuentemente, toda estadística y previsión que habían hecho ya para el 2020 se fueron a la basura (a la papelera del ordenador, para ser más precisos). Y la realización de unos nuevos se antojaba, y se antoja, complicado. Pues es necesario basarlo en un adecuado dimensionamiento del impacto, es decir, de una adecuada cuantificación en términos de lista de espera, estimación de pacientes sin diagnosticar, actividad realizada realmente, recursos disponibles, capacidad de resolución de los profesionales, seguramente mermada por el estrés y necesario proceso de readaptación, etc. Es decir, hacen falta datos, para analizarlos, sacar conclusiones para convertirlos en inteligencia para la toma de decisiones. Datos, de actividad, recursos que parten de las diferentes administraciones públicas, y que son útiles no sólo para ellas. Todo el conjunto de actores del sector necesita hacer su planificación. Además de que el conocimiento público de los datos les permite compararse con terceros, ejercicio que desde el Proyecto Venturi facilitamos.

Hacen falta datos, para analizarlos, sacar conclusiones para convertirlos en inteligencia para la toma de decisiones

Este ejercicio, dada la miopía que existe por culpa del chachachá, se hace complejo. Se requiere de un esfuerzo de actualización y publicación con la mayor celeridad posible. Los datos de junio 2020 solo arrojan luz sobre el primer impacto de la pandemia, el confinamiento y la primera fase del intento de normalización. Muy poco para tomar decisiones hoy. Tan solo un dato curioso a no menospreciar y analizarlo como acabamos de publicar en el Proyecto Venturi, pues algo siempre dejan ver y a alguna conclusión se llega.

Es indiscutible el esfuerzo que, desde el punto de vista de la transparencia el conjunto de las Administraciones Públicas vienen haciendo. Y quisiera aprovechar para agradecerles públicamente los datos públicos, y aún no publicados, que nos han venido facilitando ante nuestras peticiones para la realización de nuestros estudios. Su análisis nos ha permitido arrojar algo de luz poniéndolos a disposición de los decisores sanitarios para sus mejores decisiones.

Los datos no son buenos, no pueden serlo por culpa del chachachá. Es bueno para todos ponerlos encima de la mesa, comunicarlos abiertamente, que la población y los profesionales seamos conscientes de una realidad compleja que debemos afrontar. A medida que el COVID-19 va dando oxígeno al sistema para recuperar su “estatus quo”, se ira recuperando la calidad y la respuesta a tiempo de las demandas asistenciales, acelerando diagnósticos y normalizándose la situación. Es el momento además de regular expectativas (racionalizarlas más bien) como base de una buena política de comunicación.

Es necesario contar con los datos lo más actualizados posibles para que dicho proceso se produzca. Planificar y aplicar políticas, estrategias e innovaciones enfocadas a la eficiencia y a la optimización de los recursos para lograr el efecto Venturi de incrementar la actividad en la capacidad asistencial existente. Sumando todos los recursos disponibles, sea cual sea su titularidad.

El chachachá se acaba, y cambiamos de música y de letra. A partir de ahora bailar mejor va a depender de todos y cada uno de los que estamos en esto, asumiendo las responsabilidades. Y ya no habrá a quien echar la culpa. Y conocer la música y la letra a tiempo (datos e información) serán claves para organizar un buen baile.