Recientemente, todavía en plena pandemia provocada por el SARS-CoV-2 (COVID-19) ha sido presentado el informe “España 2050, fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo”. A priori me llama la atención que una visión que desee proyectar, potenciar e impulsar la realidad de España hacia un futuro no tan lejano, a menos de treinta años vista, no tenga en cuenta en la profundidad y extensión que merecen dos aspectos que son clave en mi opinión y que están entrelazados, la Sanidad y la ciberseguridad asociada a la disrupción digital que transforma el statu quo de las organizaciones sanitarias.

En el primer caso es cierto que el cambio sociodemográfico, la proliferación de la cronicidad, la incorporación e implantación de la innovación, las nuevas formas de enfermar asociadas cada vez más al cambio climático y el impacto generado por el ser humano en la biodiversidad, hacen necesario reformar y adaptar el sistema sanitario a las necesidades presentes y futuras a través de una adecuada y por lo tanto suficiente financiación.

Tal y como pone de relieve el Documento de Consenso «Por un Sistema Sanitario del S. XXI» elaborado y presentado recientemente por grandes expertos del sector, nuestro sistema sanitario no ha sido objeto de una revisión en profundidad desde la década de los ochenta. Sin embargo, nuestra sociedad sí que ha cambiado y evolucionado notablemente, por ello es cada vez más urgente y necesario abrir un proceso de transformación global que implique tanto al sistema sanitario como al sociosanitario, dos caras de la misma moneda. Una evolución significativa que implique e involucre a todos los agentes implicados con especial énfasis en pacientes y profesionales.

En estos dos casos en concreto se concentran buena parte de los problemas más acuciantes, primero por las situaciones nada deseables que tenemos como las demoras en el acceso al sistema traducidas en forma de listas de espera a consulta, pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas; la inadaptación a determinados procesos crónicos complejos que requieren un abordaje multidisciplinar y en algunos casos en red; los inconvenientes que genera la desigualdad en materia de calidad; la denominada obsolescencia tecnológica y el necesario recambio de aparataje y tecnología implantada; la inequidad en el acceso a determinadas terapias que requieren una base terapéutica biológica, biotecnológica o tecnológica; la disconformidad creciente de los profesionales sanitarios acrecentada por las exigencias de esta pandemia, etc.… son todos ellos aspectos a tener muy en cuenta en cualquier planteamiento de reforma que se precie.

En este sentido, actuar sobre la gobernanza eficiente del sistema es muy importante y por lo tanto, es recomendable una mayor autonomía y profesionalización de los órganos de gobierno y gestión de los centros sanitarios, además de tener en cuenta los principios de la medicina participativa y poblacional, aquellos que sustentan y recomiendan la participación de pacientes y profesionales en cuantos foros y entornos de toma de decisiones que les atañen y afecten sea necesario. Un buen ejemplo referido a los pacientes y sus representantes surgió en la presentación del estudio FHarmaconectados del Instituto ProPatiens, en cuyo desarrollo se expusieron ejemplos de participación de los representantes de los pacientes en los comités de ética de la investigación clínica, en la publicación de guías para la participación de los pacientes en la revisión ética de los ensayos clínicos y en la inclusión y participación en las comisiones de farmacia en algunos territorios.

En cuanto a los profesionales sanitarios, sin duda, hay que profundizar de forma intensiva y urgente en aspectos como la mejora de su reconocimiento profesional a todos los niveles, establecer unas condiciones laborales acordes con los criterios que emanan de la gestión socialmente responsable de la organizaciones y empresas en términos de retribución, desarrollo de carrera profesional, formación, flexibilidad, conciliación, diversidad, inclusión, etc.… con el objetivo fundamental de que sean valorados como merecen en base a su desempeño y compromiso y no se vean abocados en algunos casos a buscar otros caladeros profesionales en países de nuestro entorno geográfico o fuera de él.

Tal y como refleja el citado documento de Consenso, la actitud de los poderes públicos ha venido de la mano de poner el acento y hacer un especial énfasis en el sistema público de salud en detrimento en ocasiones del sistema de titularidad privada. Tras las diferentes encuestas de percepción realizadas a la población española, como la recientemente elaborada por Sigma Dos e impulsada desde la Fundación IDIS, la mayoría de los encuestados piden que la cooperación entre los dos ámbitos de provisión y aseguramiento sea mayor y más prolija una vez que la consideran como muy necesaria o necesaria.

Bajo este epígrafe cooperativo no solo se encuentra el entorno asistencial o asegurador, sino que el tejido sanitario y sociosanitario es mucho más rico e involucra e incluye a las empresas y organizaciones farmacéuticas y biofarmacéuticas, tecnológicas y biotecnológicas y de servicios, sin olvidar a las asentadas en el terreno de la información y la comunicación a través de soluciones incardinadas directamente en el ámbito de la medicina digital.

Un aspecto sobre el que se ha debatido mucho y en profundidad es el de la transparencia en términos de resultados de salud, sanitarios y sociosanitarios. Hoy en día es muy importante que el paciente tenga acceso a los datos de resultados en su vertiente cuantitativa (accesibilidad, eficiencia, calidad y seguridad, resolución asistencial entre otros) y cualitativa (experiencia de paciente) para poder ejercer con plenitud el derecho que le confiera la legislación vigente a elegir centro, servicio y profesional que le atienda. Este aspecto es un impulsor y facilitador de la mejora continua en todos los ámbitos y por lo tanto un estímulo para medir y tratar de hacer las tareas cada día mejor. De todos es conocido que todo lo que no se mide y no se expone a la luz pública difícilmente termina por mejorar.

En el ámbito de la innovación y la digitalización como “megatendencias” que marcarán nuestro futuro ya he comentado su relevancia, la hemos visto patente en el transcurso de esta pandemia, el impulso a la investigación y la innovación en materia de salud y Sanidad es un elemento estratégico y nuestro país debe hacer todo el esfuerzo que sea necesario para igualar a los países de nuestro entorno, al menos en el porcentaje sobre el PIB que destinan a estos menesteres, por encima del 2%. No ser competitivos en este aspecto nos lleva a una pérdida constante de productividad y resultados en materia de I+D+i, con una dependencia del exterior que, en situaciones de estrés, críticas, como la que continuamos viviendo, pone en grave riesgo a la salud de nuestra economía y de nuestro futuro, por no hablar de su impacto más que evidente en la salud. España tiene la oportunidad de posicionar al sector sanitario como auténtico motor innovador, económico, de empleo, social y de bienestar en el contexto europeo.

Hoy en día es muy importante que el paciente tenga acceso a los datos de resultados en su vertiente cuantitativa y cualitativa

En este ámbito innovador y haciendo referencia al segundo caso de esta breve reflexión, la digitalización ocupa un lugar preminente, teniendo en cuenta que cuando hablamos de este concepto hemos de diferenciar lo que es la digitalización en sí misma de lo que supone la transformación digital y la disrupción digital. Cuando hablamos de digitalización nos referimos a adopción de tecnologías para hacer lo mismo a través de una tecnología, si de lo que hablamos es de transformación digital nos estamos refiriendo a las tecnologías que cambian los procesos y si referenciamos la disrupción digital, el concepto supone y conlleva cambiar completamente el statu quo en una organización.

En esta línea, llevar a cabo un programa de transformación digital conduce a escenarios nuevos que pueden aportar mucho pero que no están exentos de riesgo si no se adoptan las precauciones necesarias. La seguridad debe ser un requisito sine qua non tanto en el diseño como en el desarrollo y gestión de cualquier proyecto y servicio que forme parte del programa de transformación digital; sin olvidar la necesidad de disponer de controles exhaustivos para anticipar, prever y afrontar los posibles incidentes de seguridad que pudieran llegar a ocurrir.

En este sentido, es importante tener en cuenta que debido a la rápida transformación digital el ecosistema tecnológico es más vulnerable que nunca y puede conllevar importantes riesgos que identificar y problemas de seguridad que afrontar y solventar a través de fórmulas garantes que permitan evitar ciberataques, intrusiones informáticas, captura y encriptación de datos, entre otros. Estos, sin duda, suponen una seria amenaza para un desarrollo operativo fiable, correcto y adecuado, interfiriendo o impactando de forma grave en los resultados de todo tipo, asistenciales, financieros, organizativos y reputacionales, entre otros. Por ello, los expertos coinciden en la necesidad de realizar una vigilancia diaria de todos los procesos, llevar a cabo medidas de seguridad, pruebas de gestión de vulnerabilidades y contar con dobles circuitos de contingencia.

Hemos de tener en cuenta que la transformación digital es una oportunidad inmejorable de las organizaciones para su proyección y supervivencia, pero es necesario tener en consideración desde el inicio otros aspectos ligados a la seguridad, la protección de datos y la privacidad. En este sentido, estos atributos cobran especial protagonismo y relevancia en un sector tan especializado y sensible como es el de la salud y la sanidad y, por lo tanto, han de ser vistos como una garantía de calidad y seguridad de cara a los pacientes y sus entornos familiares y relacionales.

En materia de seguridad digital, Juan Ramón Gutiérrez, responsable de Inteligencia de amenazas de GMV (Head of Forensic & Threat Intelligence section), advierte con respecto al sistema sanitario español que “entre el 60 % y el 70 % de las amenazas tienen como vector de entrada la Ingeniería Social, aprovechan la debilidad humana, apelando a la necesidad de información, la curiosidad, el temor o el altruismo respecto a la COVID-19”.

Según datos de Trend Micro, “España se sitúa en el 9 º puesto de los principales países que alojan URL maliciosas relacionadas con la COVID-19, utilizadas para campañas de phishing o con fines de ciberdelincuencia”. Afirma el experto que “si todo personal sanitario tiene como principio fundamental la asepsia para proteger al paciente, tanto de su persona como del material sanitario, en una sociedad globalizada y totalmente digitalizada parece obvia la necesidad de “asepsia”, también de los sistemas de información en el sector salud especialmente en los momentos actuales de crisis sanitaria en los que se incrementa la vulnerabilidad frente a atacantes de diversa índole”. Para evitar complicaciones relacionadas con dicha vulnerabilidad es fundamental “centrarse en la prevención y no solo en la detección de posibles incidencias”.

Por todas estas razones y exposición de motivos es de esperar que en el futuro, el informe España 2050 se vea complementado en el futuro con una mayor profusión de espacio, propuestas, proyectos e ideas relacionadas con la necesaria evolución de nuestro sistema sanitario y un mayor énfasis en la importancia clave de la ciberseguridad ante los procesos de digitalización, transformación digital y disrupción digital. En este sentido, no es bueno comenzar la casa por el tejado, es imprescindible asentar unos buenos cimientos en materia de desburocratización de las consultas, creación de redes asistenciales multiprofesionales y multinivel, interoperabilidad, desarrollo de actividad no presencial, entre otros cambios, para de esta forma disponer de un entorno seguro y de confianza plena.
Más vale prevenir que tener que curar y para ello en materia digital nada mejor que establecer estrategias e implantar proyectos de la mano de quienes son grandes expertos en la materia y generan confianza.