Arranca en breve un año, el 2023, cargado de convocatorias electorales tanto territoriales y locales, como nacionales, y por si fuera poco la segunda mitad del ejercicio 23 viene con la presidencia de la Unión Europea debajo del brazo.

En este contexto de consignas, pancartas, eslóganes y promesas se traspira una sensación de gran incertidumbre por la deriva política, económica y social, fundamentalmente motivada por los diversos acontecimientos que estamos presenciando en todo el planeta, pero especialmente en nuestro continente europeo.

Las cuentas no terminan de cuadrar con un déficit y una deuda disparados, una inflación muy preocupante, un gasto público creciente y una sociedad que sufre en sus propias carnes sus consecuencias en forma de pérdida progresiva de su poder adquisitivo y de hipotecas, claudicaciones y trabas en todo lo relacionado con aquello que hemos convenido en denominar Estado del Bienestar.

Vamos a pasar un invierno muy duro no solo por la crisis energética, sino porque todas las carencias que barruntamos en el reciente pasado se van a hacer realidad y todos en mayor o menor medida vamos a sufrir sus consecuencias.

Tras esta breve introducción que invita poco al optimismo, pasada la fiesta y borrachera electoral que se avecinan nos tendremos que enfrentar a la realidad y trabajar más duro si cabe y sufrir para remontar un vuelo cargado de turbulencias, con el fuselaje y el motor afectados y con una carga de combustible más bien escasa.

Si el año 23 de este milenio va a venir caracterizado por informativos cargados de políticos haciendo declaraciones y pidiendo el voto a diestro y siniestro, el 24 va a suponer el comienzo de la reedificación de todo lo dañado, de todo lo que en este periodo truculento se ha averiado, y en ello se nos va a ir un tiempo que es muy preciado y a la vez imprescindible para que nuestro país no pierda el potencial que aportan los miembros del grupo tractor de liderazgo de los países más industrializados, innovadores y pujantes.

En estas circunstancias complejas y difíciles no nos podemos permitir obviar lo importante a cambio de acometer lo urgente, a pesar de que esto evidentemente haya que abordarlo. Es muy relevante, en mi opinión, tratar de balancear y equilibrar estos dos escenarios de gestión y para ello es imprescindible hacer un diagnóstico certero para aplicar el tratamiento más idóneo y adecuado y disponer así de un pronóstico lo más favorable posible, haciendo un parangón con la terminología médica.

Las generaciones venideras han de recibir un legado de sostenibilidad y suficiencia que les permita consolidar los principios elementales de un sistema de protección social y asistencial sinérgicos

Contribuir a diseñar el futuro es lo que hacen los líderes, los demás lo afrontan con mayor o menor fortuna y España que es un país eminentemente innovador, cargado de creatividad y de éxitos en todos los sectores, generador de grandes avances que han conformado el mundo, ha de estar bien dispuesto a contribuir a ese diseño estratégico.

Las generaciones venideras han de recibir un legado de sostenibilidad y suficiencia que les permita consolidar los principios elementales de un sistema de protección social y asistencial sinérgicos, que interactúen de una forma conjunta y complementaria una vez que el ser humano no es parcelar, sino que se desarrolla de una forma continua desde el nacimiento hasta el final de la vida y un sistema provisor de salud que se precie debería atender todas las necesidades, especialmente las de aquellos que se encuentran en los momento de mayor vulnerabilidad y fragilidad, como es el caso de las edades más avanzadas de la vida y los fenómenos de dependencia en muchos casos asociados.

Por supuesto que hay que velar por el acceso, la equidad o la universalidad, pero hay dos puntos que considero que son al menos tan importantes, el de la solidaridad y el de la suficiencia financiera. Solidaridad supone afrontar de forma decidida, eficiente y suficiente las necesidades de quienes se encuentran por ejemplo en el extremo más avanzado de la vida o padecen situaciones de dependencia. No es posible que las personas que han contribuido de forma determinante a construir el Estado de bienestar actual queden marginadas y no se establezcan medidas estratégicas a corto, medio y largo plazo que aborden con eficacia y eficiencia y prontitud las necesidades y problemas asociados a sus situaciones de vulnerabilidad, fragilidad y dependencia.

En cualquier caso, es cierto que avanzamos sin un horizonte claro en materia sanitaria, las dificultades y carencias son tan grandes y crecientes que tan solo somos capaces de nombrarlas una a una en los diferentes foros de reflexión en las que todos nos congregamos y participamos, pero raramente se adoptan medidas que no sean parches para tratar de “ir tirando” y ese es uno de los mayores errores. Trabajar para apuntalar un sistema que se tambalea solo puede llevarnos a una resultante, a la pérdida de una oportunidad única, contribuir a diseñar su futuro y participar en su desarrollo y desempeño. Es por ello por lo que se hace imprescindible refundar el sistema contando con todos los agentes implicados y comprometidos para abordar los enormes problemas que lo acechan y los inmensos retos que se ciernen.

La medicina, al igual que la sociedad está cambiando a pasos agigantados y está transformándose de la mano de la innovación digital, probablemente hoy estamos siendo protagonistas de lo que puede considerarse la prehistoria de lo que está por venir. Hoy ya hablamos y hay grandes experiencias del denominado hospital líquido cuyo propósito es trascender al domicilio los cuidados precisos que hoy en día se realizan intramuros en hospitales, hablamos de cuidados intermedios en el mismo sentido, nos referimos ya con asiduidad a la atención no presencial, por no hablar de la monitorización preventiva y predictiva mediante diferentes tipos de dispositivos personales.

Sin embargo, frente a esto nos damos de bruces con una realidad, todavía no hemos sido capaces de elaborar una historia clínica o biografía de salud única y por supuesto interoperable y mucho menos que esta pueda ser compartida en nuestro entorno geográfico europeo; o las dificultades culturales para generar y compartir datos en beneficio de una medicina más precisa, predictiva, personalizada, preventiva y poblacional por poner tan solo un par de ejemplos ilustrativos. La continuidad asistencial, algo tan elemental y clave como es este concepto, todavía es una quimera por la propia bunquerización del sistema y el dogmatismo en algunas formas de pensamiento y acción.

No es descabellado pensar que los sistemas sanitarios se extiendan más allá de nuestras fronteras naturales, de hecho, la tecnología digital en sus diferentes versiones ya permite no solo consultas, sino incluso intervenciones a distancia o diagnóstico en remoto. Este hecho por sí mismo es un elemento disruptivo y a la vez transformador porque terminará rompiendo la estructura de un sistema que ya de por sí no se adapta ni da respuesta adecuada a aquello que la sociedad exige y plantea en torno a su salud, a su sanidad y a la forma y medios con los que nos dotamos para gestionarlas y abordarlas.

Hoy en día hay pruebas de concepto que ratifican ya esto que acabo de comentar, uno es el del proyecto Alisse relativo a la monitorización y control de salud y constantes de los viajeros del espacio que participan en proyectos interplanetarios, cuyo contacto con las áreas de control es en remoto y por lo tanto la monitorización de su situación vital y posibles complicaciones no puede ser de otra forma que en remoto.

Alisse conlleva una tecnología de inteligencia artificial, basada en aprendizaje profundo, que guía y asiste a los astronautas en la adquisición de imágenes de ultrasonido de alta calidad diagnóstica en diferentes órganos afectados por las condiciones de los viajes espaciales tripulados. Con ello se facilita el trabajo de los médicos especialistas que, de forma remota, pueden identificar desde Tierra las afecciones que pudieran sufrir los astronautas de forma precoz, en etapa temprana y poner remedio para evitar su avance y consecuencias.

El software que GMV desarrolla en el proyecto Alisse ayuda a realizar los estudios de imagen ecográfica de acuerdo con los protocolos de cada órgano, y a guiar en tiempo real a cualquier miembro de la tripulación con conocimientos básicos de anatomía.

Por otro lado, la robótica estrechamente vinculada a la inteligencia artificial con toda seguridad va a suponer un revulsivo y un avance incomparable de las ciencias médicas y quirúrgicas, la precisión es uno de los atributos más importantes de la medicina del futuro que abre sus puertas ya en el presente con experiencias más que notables en torno a herramientas como el robot Da Vinci que está ya ofreciendo excelentes resultados especialmente en el área de la oncología quirúrgica o la inteligencia artificial vinculada estrechamente a Hugo, una nueva herramienta cirugía asistida por robot que sin duda va a aportar mayor calidad y mejores resultados.

En el ámbito de las ciencias ómicas destaca junto a la genómica, la transcriptómica, la proteómica y la metabolómica todo lo relacionado con la radiómica, una ciencia digital que aporta mayor precisión, especificidad y nitidez a la hora de identificar lesiones anatómicas en órganos que de otra forma, por estar en estadíos incipientes, hubieran podido pasar desapercibidas con todo lo que ello significa desde el punto de vista de resultados y pronóstico. Un ejemplo lo tenemos con los sistemas de navegación asociados a la radioterapia intraoperatoria o los modelos de calibración precisa de dosis a administrar en caso de tumores sensibles a la radiación (Radiance y Naviphy respectivamente).

Los ejemplos son muchos y diversos, lo cierto es que en la antesala de lo que está por venir a la que hacía referencia se encuentran avances que hoy por hoy todavía nos pueden parecer impensables. La realidad virtual aplicada al hecho asistencial y formativo de los profesionales sanitarios, la impresión 3D, el 5G aplicado a la cirugía, los derivados de la investigación en ondas de frecuencia, la nanotecnología o la evolución de la medicina cuántica son solo algunas áreas tecnológicas que nos van a cambiar el modo de ejercer la práctica clínica, nuestro modus operandi y la forma en la que entendemos hoy por hoy la medicina.

En este entorno de innovación disruptiva no podemos dejar de mencionar todo lo que supone y significa las diversas derivadas de la ciencia del dato y la cooperación privada-pública imprescindible, también en este contexto. Es aquí donde iniciativas europeas interdisciplinares y multistakeholder como la alianza Harmony para dibujar el primer mapa europeo de tumores hematológicos aspira a acelerar el desarrollo de nuevos tratamientos y medicamentos más efectivos con los que aplicar la medicina de precisión y avanzar hacia terapias personalizadas para los pacientes con algún tipo de cáncer hematológico.

Los investigadores y científicos de datos de Harmony están focalizando su actividad en encontrar respuestas a las siguientes cuatro preguntas: ¿cómo podemos diagnosticar a los pacientes más rápido y con mayor precisión?, ¿cuáles son las mejores prácticas que podrían ayudar a los médicos a tomar mejores decisiones de tratamiento?, ¿cómo podemos abordar las necesidades no cubiertas de los pacientes?, y ¿cuál es la mejor manera de avanzar en el desarrollo de nuevos fármacos? Por primera vez en la historia de la humanidad, es posible abordar estas cuestiones utilizando métodos avanzados de análisis de datos basados en inteligencia artificial y aprendizaje automático.

Y en este contexto tecnológico la pregunta es ¿dónde queda y qué lugar ocupará la imprescindible relación médico-paciente o mejor dicho profesional sanitario-paciente? En este sentido es bueno y deseable impulsar un desarrollo armónico del soporte tecnológico con el refuerzo de las habilidades en comunicación emocional e interpersonal, sustento básico sobre el que se asienta una medicina con un carácter marcadamente humanístico y personalizado.

La tecnología aplicada a la medicina sin duda es un gran aliado para el profesional, para el paciente y para el propio sistema sanitario. Para el primero porque le aporta seguridad, resultados y tiempo que poder dedicar a la tarea asistencial directa con sus pacientes, lo cual redundará también en una mejor experiencia en las diferentes fases y etapas del proceso asistencial, lo cual a su vez incide en la consecución de mejores resultados sanitarios y de salud. El paciente es también uno de los grandes beneficiados del desarrollo e implantación de la innovación vanguardista y disruptiva puesto que le ofrece aquello que más aprecia, resultados, especificidad y tiempo que compartir con su profesional sanitario y para el sistema puesto que la tecnología sin duda genera escenarios de eficiencia lo cual redunda en una mayor y mejor solvencia y sostenibilidad lo cual es más que deseable en tiempos en los que la demanda de servicios de salud es creciente por diversos motivos.