Todo mi entorno sabe de mi afición desmedida por los aviones y el mundo de la aviación y mi afán por pilotar una aeronave, de hecho, no hay semana que como vocación no lo haga y dedique un tiempo a disfrutar desde lo alto y contemplar la tierra desde otro punto de vista, con otra perspectiva, con otra panorámica, con una línea del horizonte bastante más extensa que la que todos percibimos cuando permanecemos pie en tierra.

Trasladar esta experiencia a la vida diaria es una tentación, que es la que me incita a escribir estas breves líneas. En tantas ocasiones vemos el árbol y no vemos el bosque por la falta de perspectiva o por la obcecación en nuestras propias ideas y posicionamientos con los diferentes temas que nos afectan que termina siendo una costumbre arraigada, raíz de no pocos problemas y equivocaciones evitables.

Vivimos un momento de cambio y no me refiero específicamente a todo este aluvión de convocatorias electorales ni de presidencias, como la de la Unión Europea que España va a asumir a partir del primero de julio con un recorrido breve, hasta finales de este ejercicio 2023; me quiero enfocar hacia situaciones que en mi caso me hacen reflexionar e idear.

La disrupción digital que cambia el statu quo de las cosas, sin duda, es quien va a protagonizar buena parte de los avances que la medicina está obteniendo y va a lograr en las próximas décadas. La irrupción de la inteligencia artificial (IA) unida al procesamiento masivo de datos está cambiando ya nuestras vidas.

No hay día en que los medios de comunicación no traten este asunto que tantas oportunidades genera a la vez que otras tantas cuestiones y controversias suscita desde el punto de vista de los riesgos que puede generar en el más amplio de los sentidos, hasta las cuestiones éticas y bioéticas que sin duda pueden provocar un impacto evidente.

Grandes expertos, incluso quienes han estado directamente implicados en la eclosión de este nuevo avance comparable al surgimiento de Internet en su momento, o al desarrollo de las diferentes “ómicas” relacionadas con el conocimiento que ofrece la investigación sobre el genoma humano, o al nacimiento de las nuevas formas y sistemas de imagen cada vez más precisos y específicos, apuntan a escenarios que pueden llegar a ser críticos si no hay anticipación, previsión y orden en el desarrollo de este nuevo y apasionante campo de la ciencia y el saber.

Bien es verdad que, tratar de poner puertas al campo además de ser imposible, no es conveniente; ponerse a favor de la corriente de los tiempos, facilitando el cambio, siempre es mejor que situarse en contra y lo que es un hecho es que la inteligencia artificial (IA) ha llegado para quedarse y evolucionar y que en la predicción y previsión, en el diagnóstico anticipado de los posibles riesgos es donde se encuentra en mi opinión la clave puesto que, estamos a tiempo de interponer las medidas necesarias para poder aprovechar con seguridad y acierto las enormes ventajas que tiene y las grandes oportunidades que nos brinda en todos los ámbitos y especialmente en el de la salud y la Sanidad.

Frente a un tema de actualidad como este, hay otros relacionados de alguna forma que, sin embargo, no alcanzan los grandes titulares de las informaciones, pero que sí suponen, también, un reto de grandes proporciones y una preocupación sobre los que cabría poner el acento y hacer un énfasis especial, poniendo todo nuestro empeño en su solución. Me refiero específicamente a las situaciones que este recambio tecnológico, mejor dicho, esta revolución digital a la que he hecho referencia, puede impactar en nuestra sociedad y específicamente y de forma especial en algunos de los segmentos de nuestra población.

«La atención puesta en los resultados sanitarios y de salud como objetivo clave son esenciales»

No hace mucho, y a tenor de determinadas medidas impulsadas por el sector de la banca de nuestro país surgió un movimiento, una plataforma, que si no recuerdo mal su lema rezaba algo así como “soy mayor, no idiota”, este es un claro ejemplo de las consecuencias de una implantación tecnológica que trate de suministrar “café para todos” sin entrar en contemplaciones de ningún tipo, dejando atrás a grupos de personas que por su perfil, habilidades y formación no tienen un especial conocimiento en lo que a pericia informática se refiere.

La brecha digital afecta según informaciones publicadas en diversos medios a uno de cada tres ciudadanos, es decir, si realizamos la proyección, quiere decir que dieciséis millones de españoles sufren esta circunstancia, una cifra que no es ni mucho menos despreciable y no solo por su cuantía sino también por su calado y por lo que implica; la Administración, sin lugar a duda, tiene la obligación de garantizar sus derechos sociales.

La recogida de firmas impulsada desde la propia plataforma fue respaldada por cerca de setecientas mil personas, lo que traduce el enorme apoyo social conseguido una vez que la identificación con el problema fue inmediato y masivo, de tal forma que, el sector financiero, el gobierno, los partidos políticos e incluso el Banco de España, tuvieron que tomar buena nota y reaccionar de forma inmediata al respecto.

El sector de la banca principalmente se dio cuenta y reconoció que el proceso de digitalización había avanzado a gran velocidad dejando tras de sí a no pocos ciudadanos españoles que reaccionaban al unísono, reclamando una actuación inclusiva en la que se les tuviera en cuenta, de tal forma que, se atendieran sus peticiones y sus perfiles respecto de la tecnología disruptiva digital implantada o por implantar. A partir de ahí, este fenómeno que se podría considerar como de exclusión, ha tenido su respuesta en forma de protocolos de actuación que tratan de dar contestación a este fenómeno que marca un antes y un después.

Como decía, este es un buen ejemplo para valorar, aprender, apostar y velar porque el desarrollo imparable tecnológico no deje a nadie atrás, y sin duda que la inteligencia artificial (IA), al igual que todas las herramientas del universo digital, han de estar al servicio del ser humano y no al revés. Quizás el secreto esté en aportar la emocionalidad imprescindible que podemos y sabemos a la tecnología, una vez que, los sentimientos no tienen que estar necesariamente relacionados con datos objetivos, calibrados y analizados de forma estricta y rigurosa, sino que la subjetividad bien entendida en la toma de decisiones también es muy importante.

Esto me lleva a retomar algunos de los escenarios que plantean algunas informaciones y datos recogidos también por los medios de comunicación en relación con la cantidad de empleos que se van a perder con la llegada de la inteligencia artificial (IA), algunos los cuantifican en 300 millones en el mundo, claro, también es cierto que escasamente se habla de los que esta innovación va a generar. En cualquier caso, habrá que prever y construir la arquitectura formativa y social para que el “swich” de unos entornos y sectores laborales a otros se produzca de una forma adecuada, ordenada y a tiempo para suplir aquellas funciones que sin duda van a recaer en la inteligencia artificial (IA).

Algunos titulares y contenidos ponen el foco en los sectores que se van a ver más afectados por la llegada de la IA y desde luego, que las ciencias de la salud en su conjunto también se van a ver afectadas sí o sí. A nadie se nos escapa que, cuando hablamos de precisión, predicción, y personalización especialmente, estamos teniendo en cuenta en este trinomio a la ingente aportación que puede realizar la tecnología digital al conocimiento y habilidades técnicas del ser humano, con una variable a la que hay que prestar especial atención, la de la comunicación emocional y la subjetividad en el seguimiento y control del paciente. Cada cual somos un mundo y hemos de ser tratados en base a nuestro propio perfil y características, los modelos de actuación atendiendo a estos parámetros están bien porque agilizan los procesos y procedimientos, pero el que se podría denominar “prêt a pórter” o “café para todos” en salud y Sanidad no es de recibo.

La comunicación emocional siendo una asignatura clave, difícilmente se estudia en los programas curriculares de las denominadas ciencias de la salud, más bien se adquiere conforme se va avanzando en la práctica clínica y esto deja al albur de cada perfil de profesional la capacitación en esta materia. Además, genera una brecha asistencial evidente en la relación médico-paciente, especialmente en tiempos de masificación, esperas abultadas e inequidades como las que desgraciadamente vivimos en estos momentos por diferentes motivos.

Otro aspecto que me gustaría incluir en esta reflexión es uno al que llevo tiempo dándole vueltas, es el fenómeno o situación de soledad que padecemos en nuestra sociedad, un problema social y sanitario que tiene un impacto evidente tanto en la salud física como en la salud mental. Es curioso que, cuanto más avanzamos en la denominada sociedad de la información y la comunicación, en plena quinta revolución industrial, el ser humano se sienta más solo y el individualismo eclosione como un agente nocivo que amenaza nuestra faceta más intrínseca, la del hecho de ser seres humanos sociables por naturaleza.

Los datos muestran que la soledad y el aislamiento social afectan a millones de personas en el mundo (en España hay cerca de 4,7 millones de hogares unipersonales, 2 millones de los cuales corresponden a personas mayores de 65 años, el 42%) y son sin duda, como dice la comunidad científica, fuente y génesis de un incremento continuado, “provocando un aumento del riesgo de mortalidad de alrededor del 30%, de hecho, hay más riesgo asociado y constatado de enfermedades cardiovasculares, ictus, demencia y problemas de salud mental, como la depresión entre otras”.

Según publicaba recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) “entre el 20% y el 34% de las personas mayores en China, Europa, América Latina y los Estados Unidos se sienten solos”. De hecho, el Reino Unido considera este problema como una cuestión de Estado llevando a crear una secretaría dentro del ministerio del ramo para afrontar y luchar una epidemia que afecta ya a más de nueve millones de personas en UK.

En este contexto y marco de referencia ciertamente preocupante sin duda que, la tecnología digital en su más amplio espectro de herramientas y aplicaciones, y específicamente en el de la inteligencia artificial (IA) puede cumplir un papel complementario al de las actuaciones directas del ser humano, creo que este es un tema evidente y claro.

A nadie se nos escapa que, tanto la identificación de los factores de riesgo, como la predicción de una situación de soledad en base a la susceptibilidad individual debida a ciertos determinantes puede permitirnos establecer estrategias preventivas de todo tipo antes de que el problema ya se haya instaurado y por lo tanto su abordaje y solución sean mucho más difíciles y complejos. De nuevo, en este aspecto la atención puesta en los resultados sanitarios y de salud como objetivo clave son esenciales.

Finalmente, y como tercer contrafuerte de este alegato en favor de la disrupción tecnológica armonizada, justificada, éticamente desarrollada e implantada e integrada en la base humanística de la medicina, pongo de manifiesto, encima de la mesa, los cuidados sociales de aquellas personas que se encuentran en una situación de fragilidad, bien sea como consecuencia de las comorbilidades asociadas a la edad o por otros motivos que no tienen mucho que ver con ella.

Es importante, en mi opinión, subrayar la carencia de medios y profesionales para este grupo de población, y si tenemos alguna duda, no hay nada más que profundizar en la situación de un sector tan imprescindible como es el residencial o el de hospitalización de larga estancia.

En este sentido, dada la evolución de nuestra sociedad a una sociedad cada vez más envejecida y con problemas de cronicidad y comorbilidades, por lo tanto, con una tendencia creciente e incremental de la fragilidad asociada. Es muy importante determinar cuáles son y van a ser las necesidades reales de nuestro país de cara a esta grave cuestión, teniendo en cuenta además que, nuestra sociedad trepidante facilita no solo la eclosión de procesos discapacitantes por múltiples motivos, sino que además exige de alguna forma la ocupación de la familia en tareas profesionales o formativas que impiden en buena medida la atención a las personas más necesitadas de dicha asistencia y cuidados. Aquí de nuevo la IA puede ser una gran aliada en la predicción, planificación y gestión.

En este sentido, no solo a la hora de facilitar aspectos tan importantes como la adherencia a los tratamientos, el cumplimiento terapéutico y la persistencia con las prescripciones interpuestas, sino en el momento de monitorizar y controlar en remoto y a distancia, las consultas en directo no presenciales a través de dispositivos digitales de fácil uso, amén de aspectos tan relevantes como la arquitectura, diseño y construcción de procesos novedosos y estructuras físicas alineadas con dichos procesos, estrategias y procedimientos, que generen a su vez, un resultado óptimo al grave problema de atención social de este tipo de pacientes frágiles, vulnerables por lo tanto, y en algunos casos en riesgo de exclusión social. La tecnología digital y la inteligencia artificial (IA) enmarcada en ella pueden ser de gran ayuda y utilidad.

En definitiva, y por concluir, enlazo con el comienzo de esta reflexión, creo que el árbol del corto plazo no debería impedir ver el bosque del medio y largo plazo, y para ello es fundamental generar más análisis desde un punto de vista holístico, en un plano superior, como el avión desde lo alto, un nivel de crucero que nos permita contemplar la magnitud y envergadura de los enormes retos que tenemos por delante en el horizonte.

No debemos permitir que el abordaje del presente y el futuro entre “en pérdida” por falta de visión, de estrategia, de planes de acción adecuados y consensuados, en definitiva, que se desprenda la capa límite del ala del avión y no seamos capaces de generar sustentación y enderezar el rumbo para evitar consecuencias indeseadas que pueden ser nefastas para todos.

Albergo la esperanza que sabremos reaccionar antes de que sea demasiado tarde y entremos en un punto de no retorno, y para que esto sea así es imprescindible auditar, saber escuchar a expertos y a la sociedad en su conjunto que expresa sus preocupaciones y necesidades, sumar voluntades y multiplicar esfuerzos sin apriorismos ideológicos u oportunistas, tener una mente abierta para reconocer las fortalezas y debilidades que tenemos y provocamos con nuestras actuaciones (la ignorancia y la obcecación hacen mucho daño) y ser conscientes de que si no somos capaces de diseñar nuestro futuro, no tendremos ningún futuro. Esperemos que lo mejor esté aún por llegar y que el pasado nos sirva como referencia y aprendizaje para tomar el impulso necesario que nos permita liderar el porvenir.