¿Hacia dónde hemos de dirigir nuestra mirada si la proyectamos hacia el futuro? Quizás, esta breve reflexión que encierran estas líneas no coincida con la realidad que nos espera y a la vez me gustaría no caer en el pesimismo o el derrotismo, sino que más bien me gustaría traspasar el vestíbulo de la realidad que espera a la civilización resultante de esta que habita y pisa hoy este planeta, y digo bien lo de pisar porque creo que en tan solo menos de un siglo hemos sido capaces de consumir buena parte de los recursos naturales que nos ofrece, hemos ensuciado y contaminado nuestro hábitat hasta límites difícilmente imaginables hace tan solo cien años. Hemos cambiado la polaridad de nuestros valores dirigiéndolos hacia un consumo incesante y exacerbado de bienes, servicios y productos. El tener y el poseer han calado hasta tal punto que en muchos casos vivimos para trabajar y así poder consumir y no tanto para tratar de vivir con la mayor plenitud posible; se trata ni más ni menos del simple y a la vez controvertido objetivo de la felicidad.

Stephen William Hawking, uno de los grandes sabios de nuestra era, fallecía el pasado 13 de marzo de 2018 y hace tan solo unos días, el 8 de enero de este año 2019 se conmemoraba el 77 aniversario de su nacimiento en la ciudad de Oxford y en sus innumerables reflexiones han quedado algunas relacionadas con lo que acabo de describir que deberían llevar a la reflexión: “Estamos quedándonos sin espacio y los únicos espacios a los que podemos ir son otros mundos”, dijo en el festival científico y artístico – Starmus – celebrado en 2017 en Noruega. “Es el momento de explorar otros sistemas solares. Expandirnos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos. Estoy convencido de que los humanos necesitan irse de la Tierra”, completó en su disertación.

Para el reconocido profesor, además de los eventos de baja probabilidad y alto impacto como puede ser la colisión de un elemento proveniente del espacio, otras eventualidades y amenazas en potencia le invadían su pensamiento y reflexio-naba sobre ellas. Retos y amenazas como las consecuencias de una inteligencia artificial que sobrepase el control del ser humano en un momento dado; el cambio climático en toda su magnitud llegado al punto de inflexión, al de no retorno del que tanto habló el físico en su obra; los virus genéticamente modificados como “Carriers” para la introducción de genes en el ADN humano con fines que puedan sobrepasar los límites que marca la bioética como parte de la ética enfocada a aportar los principios para una conducta apropiada con respecto a la vida y las condiciones y ambiente que la determinan; un posible conflicto nuclear, o el eterno “elixir de la juventud” sin ir más lejos entre otros muchos factores. “Se aprobarán leyes en contra del uso de ingeniería genética con seres humanos, pero algunas personas serán incapaces de resistir la tentación de mejorar las características humanas: como el aumento de la memoria, la resistencia a las enfermedades y la inmortalidad”, expresa en su obra Brief answers to the big questions (p.e. la tecnología CRISPR/Cas9 permite editar y corregir el genoma eliminando y reemplazando secciones de ADN en las células de cualquier organismo).

El tener y el poseer han calado hasta tal punto que en muchos casos vivimos para trabajar y así poder consumir y no tanto para tratar de vivir con la mayor plenitud posible

Para algunos, estas reflexiones generan controversias, pero recordemos que en su momento también lo fueron los escenarios planteados por Julio Verne (nacido en 1828 en Nantes) en sus diferentes obras literarias de “ciencia ficción” y hoy hemos superado con creces sus previsiones. Pero en mi opinión, la cuestión no es tanto el grado de certidumbre que encierran estas predicciones como el hecho de si estamos preparados para afrontar las consecuencias de estos y otros retos que se ciernen sobre el ser humano, y llegado el caso, si realmente estamos en disposición de poner las medidas preventivas suficientes para que el hombre no tenga que sufrir las consecuencias que el científico señala en su obra.

Otro aspecto sobre el que reflexionar es una realidad que es ya patente, la relacionada con la población mundial, esta alcanzará una cifra que oscilará entre los diez mil millones de personas en el año 2050 y los once mil millones según las proyecciones realizadas por el Instituto Francés de Estudios Demográficos (Ined), Naciones Unidas o el Banco Mundial, entre otros organismos de relieve y prestigio mundial.

Este incremento, al parecer va a mantener una notable asimetría una vez que el continente más poblado va a ser el asiático, superando los 5.200 millones de personas (con India a la cabeza con más de 1.600 millones); una cuarta parte de la población mundial se concentrará en África, continente que superará los 2.400 millones de habitantes; América acogerá a más de 1.200 millones de seres humanos; y el resto quedará repartido entre Europa que retrocederá en población con algo más de 700 millones y Oceanía con cerca de 60 millones de personas.

Este incremento poblacional asimétrico en más de tres mil millones de habitantes, en poco más de treinta años va a suponer un incremento exponencial en las necesidades de recursos de todo tipo, desde un elemento básico como es el agua y por supuesto la alimentación hasta el consumo ingente de materias primas, bienes, productos y servicios de todo tipo, y por supuesto de algo fundamental como es la energía. Vivimos los prolegómenos de una transición de modelo, un cambio que en su momento se definió como demetamorfosis de un occidente rico a un oriente emergente con todo lo que ello supone para nuestro modelo y forma de vida. Por otra parte, los expertos advierten de la posibilidad de que el futuro nos depare un escenario en el que se pueda ahondar en las ya de por sí notables diferencias sociales en el mundo.

A esta situación hemos de añadir cuatro aspectos de influencia sociodemográfica muy relevantes en los países más desarrollados, el control de la natalidad, la cada vez más compleja conciliación de la vida personal y profesional, el cambio de valores y modelo social, el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento progresivo de la población. Estas y otras circunstancias llevan aparejadas la dificultad creciente a la hora de mantener los denominados Estados del Bienestar al menos tal y como los conocemos en la actualidad.

Todos estos hechos, proyecciones, reflexiones y otras circunstancias relacionadas nos llevan a una encrucijada de compleja solución desde todos los campos del saber y a cuestiones éticas que sin duda serán las protagonistas en las próximas décadas, aunque algunas ya las tenemos planteadas como es el caso de todos los aspectos relativos a la bioética y al uso adecuado de la técnica (técnica, ética y bioética como parte de ella deben de ir siempre de la mano, por otro lado el derecho tampoco puede quedar escindido o inconexo, de hecho las normas jurídicas deben adecuarse a los principios de la ética).

En este contexto de hechos y situaciones que determinarán en mayor o menor medida nuestro futuro, una vez que están condicionando ya el presente, se enmarcan los principios de la responsabilidad social de las organizaciones, instituciones y empresas, partiendo del principio clave de que toda estrategia e iniciativa de responsabilidad social colectiva ha de partir de los principios éticos y morales de cada uno de los individuos que componen una estructura o un proyecto. No puede haber responsabilidad social colectiva si previamente no existe una responsabilidad social individual sólida y afianzada en valores.

Ante los enormes desafíos a los que nos enfrentamos desde el proceso de globalización, como sociedad y tenidos en cuenta todos los cambios que se están ya generando y que van a ocurrir con mayor velocidad de la mano de la tecnología y la ciencia fundamentalmente, hemos de ser capaces de afianzar y asentar nuestro desarrollo como sociedad, en la armonización de los nuevos avances que se van produciendo con los principios que emanan de un comportamiento ético y una visión socialmente responsable en todos los casos.