Las cifras lo dicen todo, la espera a intervenciones quirúrgicas, pruebas diagnósticas y consultas siguen incrementándose en la sanidad pública por las circunstancias, este hecho expuesto por los datos oficiales tiene sin duda una traslación en términos de morbi-mortalidad y de insatisfacción e incertidumbre por parte de la sociedad en general y el paciente y su entorno en particular.

Vivimos un tiempo complejo en el que la urgencia y la gravedad de la pandemia hace imprescindible volcar todos los esfuerzos posibles en su control, atenuación y erradicación si es posible. De ahí el ímprobo denuedo que todos están haciendo para lograr ese objetivo, desde los sanitarios en todos sus perfiles y entornos de dedicación y trabajo pasando por los investigadores y por supuesto el resto de profesiones no sanitarias y la propia sociedad civil.

Un ejemplo de este esfuerzo titánico lo tenemos en la propia industria farmacéutica y tecnológica a la hora de poner a disposición de la sociedad soluciones que, en forma de vacuna, de tratamientos cada vez más específicos o de herramientas tecnológicas destinadas al diagnóstico y detección o incluso formando parte del propio tratamiento están poniendo a disposición de los centros asistenciales, de los ciudadanos y de los pacientes.

Vivimos tiempos difíciles y hemos pasado por momentos críticos en esta pandemia en los que la presión asistencial ha sido y continúa siendo incesante con una necesidad evidente de sobresfuerzo por parte de todos los profesionales sanitarios, exigiendo el máximo de todos.

Todos esperamos con ansiedad la tan esperada vacuna que nos devuelva a nuestro entorno de confort y tranquilidad, pero hemos de tener presente que hasta ahora la principal forma de prevención ha venido y viene de la mano de nuestra responsabilidad individual y de la entrega de todos y cada uno de los profesionales sanitarios que están dedicados por completo a los principios que un día abrazaron, cuidar y curar a sus semejantes en los momentos más difíciles que nos ofrece la vida, siempre ligados a la enfermedad y sus consecuencias.

Desde estas breves líneas y espacio quiero transmitir mi reconocimiento y admiración por todo el esfuerzo realizado y por desempeñar por parte de todos los profesionales sanitarios no solo frente a la COVID-19, sino también frente al resto de patologías que continúan incidiendo en la población. Su empeño y dedicación tiene como consecuencia la recuperación de la salud y la salvación de miles de vidas, personas con nombres y apellidos que viven agradecidas junto a sus familiares y amigos.

En este contexto asistencial es donde adquiere su máxima relevancia la calidad y si hay un momento en el que se valora muy especialmente es precisamente en instantes como este en el que todo esfuerzo se hace imprescindible y todo logro, meta y éxito en términos de salud se valora más aún si cabe.

Hablar de calidad no es sencillo, especialmente en tiempos difíciles como los que nos toca vivir; momentos en los que asistimos a un cambio sin precedentes no solo en el entorno sociodemográfico, sino también en el ámbito de la gestión y, por supuesto, en el contexto de la innovación, la cual junto a la deriva poblacional y las nuevas formas de enfermar van a condicionar el futuro de nuestro sistema y, por lo tanto, van a determinar los resultados de salud que se alcancen en términos de eficiencia, acceso, resolución asistencial, calidad y seguridad, esperanza de vida y experiencia de paciente.

La calidad no es un elemento abstracto, sino que se concreta en términos y necesidades de infraestructuras, de recursos de toda índole y condición, de procedimientos y procesos, de seguridad y de resultados fundamentalmente.

La OMS en el año 2000 definía la calidad asistencial como “el nivel de realización de objetivos intrínsecos para mejorar la salud por los sistemas sanitarios y de receptividad a las expectativas legítimas de la población”.

Por su parte el Consejo de Europa define la calidad haciendo referencia al “grado por el que el tratamiento dispensado aumenta las posibilidades del paciente de alcanzar los resultados deseados y reduce las posibilidades de resultados indeseados, considerando el estado de conocimiento actual”.

Con estas definiciones y con los elementos que sabemos que conforman parte de ella, a día de hoy, la calidad asistencial está articulada en torno a normas, certificaciones, reconocimientos y acreditaciones de diversa índole y rango que las organizaciones adquieren por mérito propio y por necesidad de establecer un proceso de estímulo y mejora continua, y también con un objetivo, el de diferenciarse del resto tratando de ganarse la confianza y la credibilidad necesarias que refuercen sus estrategias de referencia y liderazgo.

La calidad de los servicios sanitarios es el resultado de hacer bien lo correcto, de la imagen de la organización prestadora que perciben quienes ofertan y quienes reciben los cuidados, de los resultados globales en términos sanitarios y de salud tanto cuantitativos como cualitativos obtenidos en términos de cliente interno y externo y de la adecuada interacción e interrelación entre ambos.

Y entre sus objetivos principales está el de prestar asistencia sanitaria acorde con el estado de la ciencia y el conocimiento existente, lograr cuidados que satisfagan al paciente e incidan así en su percepción positiva, asegurar la continuidad de los cuidados estableciéndose una relación de confianza. Y todo esto, siempre aportando los cuidados apropiados a las necesidades del paciente en cada momento.

El ciudadano en general, el paciente y el profesional sanitario en particular que son los grandes protagonistas del sistema, han de ver colmadas todas sus necesidades y expectativas dentro de un entorno de calidad, seguridad, resultados y corresponsabilidad utilizando todos los recursos disponibles. Como afirman los expertos el dinero y los recursos han de seguir al paciente y no al revés y por ello es necesario implantar una cultura de concienciación e implicación del ciudadano en el futuro de nuestro sistema sanitario.

Nadie ha de tener temor a una capacidad de elección informada de un paciente realmente empoderado si asentamos la gestión de nuestros centros, públicos o privados en los estándares más exigentes de calidad, seguridad y consecución de resultados sanitarios y de salud sujetos a los indicadores internacionales más exigentes.

La calidad es la clave y se cuantifica mediante indicadores que van desde la propia experiencia de paciente -que determina su capacidad de elección- hasta el hecho de medir y mejorar todos los atributos relacionados con la consecución de los mejores resultados de sanitarios y de salud posibles.

En este entorno complejo y difícil, la acreditación QH (Quality Healthcare), se ha constituido en un referente en el sector y en su séptima edición celebrada recientemente ha tenido la capacidad de reunir de nuevo a todos aquellos que trabajan en pos de la mejora continua de los procesos y procedimientos asistenciales, una convocatoria singular que todos recordaremos por coincidir con esta difícil etapa de pandemia, hace que el esfuerzo de las áreas de calidad de los centros asistenciales hayan realizado un esfuerzo sobreañadido digno de ser tenido muy en cuenta.

En el acto, se entregaron 19 nuevos reconocimientos correspondientes a centros públicos y privados cuyo objetivo fundamental es procurar los mejores resultados sanitarios y de salud posibles en términos de acceso, eficiencia, calidad y seguridad, resolución asistencial, experiencia de paciente y en definitiva en proveer la satisfacción plena a sus necesidades y carencias. Este hecho se traduce en que a día de hoy 136 centros asistenciales públicos y privados de nuestro país cuentan ya con la acreditación QH.

La apuesta que viene realizando la Fundación IDIS en esta materia, impulsando este reconocimiento, se traduce en el fomento de una mejora continua de la calidad para que, teniendo en cuenta a profesionales y pacientes, los resultados sanitarios y de salud sean los mejores.

Para conseguirlo es fundamental continuar incidiendo con perseverancia en la mejora constante de las etapas y momentos que traducen una mejor atención y asistencia a quienes son el objeto básico, clave, de nuestra tarea y constituyen el centro de nuestra razón de ser, nuestros pacientes, sus familias y sus entornos.

El liderazgo que ostentan las organizaciones acreditadas en materia de calidad, seguridad, gestión, organización y compromiso social es determinante para conformar un sistema sanitario único, con una doble titularidad, que se articule en torno a la calidad, seguridad y resultados de sus actuaciones.