En mi opinión esta es una buena forma de definir la efectividad, término que conlleva a su vez implícita la eficacia o lo que es lo mismo, hacer las cosas correctas y la eficiencia o el hecho de hacer bien las cosas. Desde Peter Druker (científico social considerado como uno de los mayores filósofos de la administración del siglo XX) estos tres conceptos han sido vistos desde diferentes ángulos y perspectivas aplicándoles diversas definiciones en dependencia del ámbito del que se trate. En cualquier caso, no es objeto de esta reflexión profundizar en esta diatriba.

Lo que sí me gustaría reflejar en estas líneas es el hecho de que la salud digital, una herramienta imprescindible que ha llegado para quedarse y para evolucionar, es un buen ejemplo de efectividad una vez que contribuye a conseguir aquello que se desea, la recuperación de la salud y su prevención de una forma eficiente en términos de coste y de un modo adecuado y preciso.

Como sufragio de esta afirmación me gustaría acudir a dos ámbitos de actuación en los que su papel puede ser determinante. El primero es el de contribuir a mejorar la adherencia a los tratamientos interpuestos con todo lo que ello conlleva en cuanto a eficacia, eficiencia y efectividad, y el segundo es el de la prevención de riesgos laborales en los mismos términos, teniendo en cuenta la disminución del impacto de las enfermedades y accidentes laborales referidos a salud, calidad de vida y coste para el sistema.

En el año 2003 la Organización mundial de la salud definió el término adherencia como “el grado en el que la conducta de un paciente, en relación con la toma de medicación, el seguimiento de una dieta o la modificación de hábitos de vida, se corresponde con las recomendaciones acordadas con el profesional sanitario”.

La falta de una adecuada cumplimentación terapéutica conlleva múltiples consecuencias, tanto clínicas derivadas del incremento de la mortalidad o la morbilidad observada en los pacientes no cumplidores como económicas una vez que, según algunos estudios, el impacto en términos de gasto sanitario podría suponer un coste aproximado de unos 125.000 millones de euros en la Unión Europea cantidad que, en España, rondaría los 11.250 millones de euros anuales.

Atendiendo a estas consideraciones podemos comprender la relevancia y el impacto que puede tener el hecho de que herramientas digitales conecten de una forma adecuada al paciente con el profesional sanitario que le atiende, lo monitoricen y le ayuden a seguir su tratamiento de una forma adecuada evitando olvidos, dudas relacionadas con la eficacia o la seguridad del medicamento, efectos derivados de la propia complejidad del tratamiento interpuesto especialmente en pacientes polimedicados, automedicación y toma de decisiones propias extemporáneas, etcétera.

En este contexto, tanto la historia clínica digital como la receta electrónica y la monitorización a distancia son elementos clave que pueden hacer cambiar y por lo tanto mejorar el enorme problema de la falta de adherencia en los tratamientos y recomendaciones hechas por los facultativos y la persistencia terapéutica o lo que es lo mismo el tiempo durante el cual el paciente cumple con la prescripción acordada con el profesional sanitario.

La incorporación digital a la práctica clínica y al cuidado de la salud ya no es una opción, sino que se ha transformado en una obligación en cuanto a la mejora de los resultados sanitarios y asistenciales para con el paciente y su entorno. Una armonización entre las ventajas ofertadas por la tecnología y una práctica clínica eminentemente humanista es esencial en estos tiempos en los que la pericia técnica y emocional van de la mano.

En cuanto a la salud en el puesto de trabajo y la prevención de riesgos laborales, de nuevo la Organización Mundial de la Salud define la salud laboral como “una actividad multidisciplinaria que promueve y protege la salud de los trabajadores. Esta disciplina busca controlar los accidentes y las enfermedades mediante la reducción de las condiciones de riesgo”.

Este aserto conlleva al menos cuatro áreas de actuación: seguridad en el puesto de trabajo o lo que es lo mismo, aquella disciplina que se encarga de evitar los accidentes de trabajo; higiene industrial, cuyo objetivo es evitar que el trabajador enferme por su actividad laboral; ergonomía y psicosociología, que tienen como objeto adaptar el puesto y las tareas a desempeñar a la persona que lo ocupa y tratar los aspectos psicosociales que pueden afectar al trabajador respectivamente; y por último, medicina del trabajo con una función curativa una vez que ya se ha producido el daño.

En este ámbito tan extenso y complejo es donde de nuevo la salud digital cobra todo el sentido y donde su aportación es clave a través de las diferentes herramientas que las tecnologías de la información y la comunicación nos ofrecen. En este caso, de nuevo la salud laboral y la salud digital van de la mano.

Según expone en sus conclusiones el estudio prospectivo sobre los riesgos nuevos y emergentes para la seguridad y salud en el trabajo asociados a la digitalización en 2025 del Observatorio Europeo de Riesgos “la aparición de nuevas tecnologías, como el internet de las cosas, la inteligencia artificial, la gestión de macrodatos para generar evidencia, la computación en la nube, la robótica colaborativa, la realidad aumentada, la fabricación aditiva y las plataformas de internet, tiene un profundo impacto en el mundo laboral. Aunque la aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se encuentra actualmente en distintos grados de difusión y prevalencia en Europa y en distintos sectores y grupos socioeconómicos, las TIC se están convirtiendo en parte integral de casi todos los sectores, más que en un sector propio”.

Un buen ejemplo aplicativo de la aportación de la salud digital al entorno laboral lo podemos encontrar en uno de los problemas más frecuentes de salud como es el del dolor cervical y lumbar, dos síntomas que pueden referir a patologías diversas que generan abundante absentismo laboral y por lo tanto son una de las principales causas de incapacidad temporal o permanente.

Según el informe 2019 del Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad estos problemas, en concreto los de la región lumbar generan aproximadamente el 25% de las bajas de nuestro país y al parecer y según manifiestan los expertos suponen la segunda causa de baja laboral estimándose que son 41 días al año los perdidos por esta causa.

Además, también ocupan la segunda posición en el ranking de problemas de salud crónica en nuestro país tras la hipertensión arterial, es más, según afirman los expertos más del 80% de la población mundial padecerá lumbalgia en algún período de su vida y dos de cada tres personas sufren un episodio de lumbalgia después de los 35 años. Esa dolencia genera afectación del estado de ánimo con ansiedad, falta de concentración, cansancio, irritabilidad, mal humor e incluso depresión. Las personas acuden a revisión médica tras padecer las molestias largos períodos de tiempo.

Se calcula que un dolor cervical como consecuencia de un accidente de trabajo desde el punto de vista laboral tiene un coste variable en dependencia de sí como consecuencia del mismo se produce una baja o si por el contrario el empleado continua asistiendo a su puesto de trabajo, en uno y otro caso los costes oscilan desde los más de seis mil euros hasta los más de mil trescientos respectivamente, pero si dicha circunstancia se produce “in itinere” estos costes ascienden notablemente, desde los trece mil euros en el caso de que el accidente genere baja y los más de dos mil si no la genera. Respecto al dolor lumbar los costes oscilan entre los cerca de tres mil quinientos euros en el caso en que no se pueda proseguir la tarea profesional y los cerca de los mil trescientos si esta puede continuar.

Como consecuencia de esta realidad, la Unión Europea ha puesto en marcha el programa de investigación Back-Up (Personalised Prognostic Models to Improve Well-being and Return to Work After Neck and Low Back Pain) cuyo objetivo fundamental es el de desarrollar una herramienta tecnológica que permita un manejo y seguimiento más efectivo de este tipo de procesos. La iniciativa está coordinada por el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV) y participan once entidades siendo GMV el “partner tecnológico”.

El objetivo del proyecto Back-Up es desarrollar una herramienta tecnológica interoperable que permita un manejo más eficaz y eficiente de los pacientes con este tipo de dolencias. Para ello, se analizan modelos pronósticos específicos basados en la representación digital de información clínica multidimensional, que incluye datos personales, de salud física y psicológica, factores conductuales y socioeconómicos que tienen relación con el dolor cervical y lumbar; también se tienen en cuenta características biológicas del paciente y datos moleculares, así como factores de riesgo en el lugar de trabajo y estilo de vida en general.

Back-Up proporciona datos pronósticos de dolor, discapacidad, funcionalidad, así como apoyo para desarrollar una rehabilitación eficaz, el regreso al trabajo y la gestión corresponsable de su dolencia incluidos planes personalizados adaptados a cada paciente.

En este sentido, se está trabajando en un modelo pronóstico basado en la representación digital de datos con técnicas in silico (simulaciones, modelizaciones, experimentos o análisis realizados con algoritmos de simulación y predicción computacional); por otro lado, aplicando técnicas como el machine learning, se pueden obtener evidencias en base a datos procedentes de información clínica de variada naturaleza con origen en distintas fuentes.

Entre algunos de los datos sobre los que se trabaja para lograr la recuperación de personas que padecen estos dolores y su reincorporación a la vida laboral, cabe mencionar los resultantes de las interacciones entre el paciente y el personal sanitario, llevadas a cabo en el hogar de aquel, con la plataforma de medicina no presencial, a distancia Antari Home Care.

Un problema añadido es el sobretratamiento, es uno de los problemas en los casos leves, por ello Back-Up permite controlarlo y monitorizarlo aportando información dando a los profesionales sanitarios sobre los tratamientos adecuados según la información recogida del paciente, y proporcionando opciones de autocuidado, basado en hábitos saludables, ejercicios y materiales formativos que permiten contribuir a controlar el dolor.

En conclusión, el camino se demuestra andando y los pasos se dirigen hacia la consecución de un objetivo, facilitar que el paciente empoderado y el profesional conjuntamente con las herramientas que nos ofrece la digitalización con todo su potencial de desarrollo y recorrido sean los elementos clave de transformación de una medicina que evoluciona hacia un horizonte de personalización, prevención, predicción, participación y precisión dentro de un contexto poblacional en el que la corresponsabilidad en la gestión de la propia salud es clave.