La evolución creciente de la esperanza de vida que viene produciéndose, consecuencia de las más favorables condiciones higiénicas, sanitarias, medidas preventivas y contexto social, entre otras razones; se ha traducido en un envejecimiento paulatino de la población; característica frecuentemente relacionada con la fragilidad y la comorbilidad crónica, incluso pluripatológica.

En un sistema sanitario que tenía el foco en la atención de procesos agudos que se ha desarrollado de forma “hospitalocéntrico”, nos obliga a rediseñarlo, junto a la atención sociosanitaria, para satisfacer las nuevas necesidades que emergen con esta población.

Es tal la imbricación entre uno y otro sistema, que lo sociosanitario afecta en la salud, y viceversa, complementándose y afectándose recíprocamente de forma ineludible.

El actual riesgo de contagio en la pandemia de la COVID-19 nos está haciendo a todos reducir al máximo los contactos con el exterior, incluidos los servicios sanitarios cuando no parecen imprescindibles, pero, sin duda, el concepto de “cuidados a domicilio” (home care) cobra día a día mayor importancia en base a la  razones de capacidad, eficiencia, economía y calidad asistencial; unido al propio entorno que permite muchas veces mantener la atención en el domicilio, vinculado a los especialistas precisos, pero en un entorno de atención primaria y familiar, que dotado de los adecuados recursos, puede integrar de forma óptima la atención según el grado de necesidad, con mayor satisfacción para el paciente y su entorno; reservando la institucionalización de la persona para los casos extremos. Nacen así, conceptos como el de teleasistencia, telemedicina, telerehabilitación, aplicaciones de apoyo, juegos de salud, etcétera.

No obstante, este entorno precisa ser impulsado, pues está aún en estado incipiente, como demuestra el reciente estudio llevado a cabo en octubre de 2020 con motivo del IV Encuentro FEP de organizaciones de pacientes[1], con 192 participantes, abordándose 6 bloques temáticos, valorándose 3 diferentes aspectos en cada uno de ellos, sobre una escala Likert del 1 (mínimo) al 5 (máximo), analizando media (M) y desviación estándar (DE):

Cuidador:

  • En cuanto a la disponibilidad y acceso a formación, ofrecido por el SNS y los profesionales; M 2,95 (DE 1,52).
  • Reconocimiento social y motivación externa; M 2,89 (DE 1,40).
  • Cuidado del cuidador; M 2,93 (DE 1,58).

La media no supera la valoración intermedia (3 en la escala del 1 al 5), considerándose mínimo el reconocimiento y motivación externa del cuidador. La figura del cuidador debe ser reforzada en al menos los tres aspectos valorados.

Seguridad:

  • Control del riesgo de infección y antisepsia; M 2,96 (DE 1,43).
  • Control del riesgo de errores en la medicación; M 3,00 (DE 1,43).
  • Control del riesgo en la manipulación de los tratamientos y residuos; M 2,95 (DE 1,44).

Solo la media del control del riesgo de los errores de medicación supera la valoración intermedia, si bien es necesario reconocer que se trata de una apreciación personal, no basada en un análisis riguroso por parte de quien responde. En aspectos como el control de la infección y antisepsia, como en el de la manipulación de tratamientos y residuos, se precisa de entrenamiento.

En todo caso y de forma práctica, deben prevenirse otros riesgos, como reducirse el de caídas, la comunicación de efectos adversos, ….

Comunicación:

  • Disponibilidad de tecnología para la información y comunicación (TIC de uno propio); M 3,18 (DE 1,50).
  • Acceso percibido a tecnología para la información y comunicación (TIC del profesional); M 3,09 (DE 1,41).
  • Adaptación de los canales y facilidad de acceso con los profesionales; M 3,11 (DE 1,49).

Todas las medias superan el valor intermedio 3, debiéndose considerar, no obstante, que aún existe un amplio margen de mejora. La tecnología esta ya disponible (incluso en el bolsillo de cada uno), pero se ha venido empleando mayoritariamente la llamada telefónica profesional-paciente, siendo muy complicado el sentido contrario paciente-profesional; y en todo caso tiene menor grado de humanización que la videollamada.

La tecnología, además, provee desde el básico pulsador para casos de alerta, a la recepción y transmisión automática de datos importantes para el seguimiento del paciente por el profesional, etcétera.

Confort:

  • Disponibilidad de absorbentes y empapadores de calidad que minimicen los efectos adversos; M 2,72 (DE 1,41).
  • Disponer de elementos para el cuidado de la piel, higiene y curas, sencillos y cómodos; M 2,92 (DE 1,44).
  • Disponer de ayudas técnicas y mejora de la movilidad; M 2,96 (DE 1,49).

La media no supera la valoración intermedia (3), siendo menor en cuanto a la disponibilidad de absorbentes y empapadores de calidad que minimicen los efectos adversos; seguramente por primarse aspectos como el bajo precio, frente al valor añadido que el producto pueda aportar, con la consiguiente incomodidad e inseguridad que entraña (ulceras persistentes, …).

También la tecnología desarrolla sistemas domóticos que nos permite el control de las instalaciones de la vivienda, con un sencillo mando a distancia: encender o apagar las luces, controlar la calefacción o el aire acondicionado, bajar las persianas, encender la televisión, etcétera.

Autocuidado y autogestión:

  • Nivel de satisfacción con la formación y soporte ofrecido por el SNS y los profesionales; M 3,03 (DE 1,38).
  • Prevención y seguimiento de hábitos saludables (peso, ejercicio, vacunas, sexo, adicciones, etc.); M 3,03 (DE 1,38).
  • Apoyo al seguimiento emocional, del dolor, nutricional, etc.; M 2,80 (DE 1,48).

La formación y seguimiento de hábitos supera el valor intermedio, si bien el seguimiento emocional, el dolor, el estado nutricional, …; están por debajo.

Cobra especial interés también, la prevención del deterioro funcional y mantener la autonomía, mediante la utilización de productos de apoyo, mejora muscular, flexibilidad, fuerza, coordinación, equilibrio, psicomotricidad, ….

Así mismo, se desarrollan programas y aplicaciones, con diferentes utilidades como el recordatorio de posología para garantizar la óptima adherencia, ….

Nivel de satisfacción en general, con la cobertura profesional de atención domiciliaria ofrecida por el SNS (visita a domicilio o contacto telemático):

  • Médico de Familia; M 3,14 (DE 1,34).
  • Enfermera de Atención Primaria; M 3,16 (DE 1,35).
  • Farmacia Comunitaria; M 3,09 (DE 1,42).
  • Fisioterapeuta; M 2,61 (DE 1,40).
  • Trabajador Social; M 2,74 (DE 1,31).
  • Psicólogo clínico; M 2,60 (DE 1,45).

Solo la cobertura ofrecida del médico de familia, la enfermera de atención primaria y la farmacia comunitaria, superan la valoración intermedia, con claras posibilidades de mejora en todo caso.

Si bien observamos dispersión en las respuestas (DE>1), que puede explicarse en base a la diferente situación según las distintas patologías que afectan a los pacientes representados, la pauta general es no superar la valoración intermedia (3, en una escala del 1 al 5), lo que demuestra el desarrollo aun preciso en todas las materias.

En todo caso la atención debe ser personalizada, y adaptarse a los requisitos de accesibilidad, usabilidad y aceptación, que demandan las personas.

[1] Foro Español de Pacientes. Informe del IV Encuentro FEP de organizaciones de Pacientes. “por y para los pacientes”. Ciencia y Actualidad (ISSN 2253-6485). Vol. 1, noviembre 2020: 3-55.