España tiene un personal sanitario con una extraordinaria preparación”

Con una amplia visión de la sanidad madrileña, José Manuel Freire ha hablado con New Medical Economics para contar su experiencia como Portavoz de Sanidad del PSOE en la Asamblea de Madrid. También ha opinado sobre la gestión del gobierno de España durante la pandemia y de la región madrileña entre otras cuestiones.

Tras más de 10 años como Portavoz de Sanidad del PSOE en la Asamblea de Madrid, ¿qué balance puede hacernos de esta etapa? ¿Qué logros destacaría?

Como consecuencia de todo ello, en mi segunda legislatura, 2015- 2019, el PP pierde la mayoría en la Asamblea y gobierna con el apoyo externo de Ciudadanos, que unos días está con el Gobierno y otros vota con la oposición. Por ello, desde el Grupo Parlamentario Socialista pudimos presentar y aprobar dos leyes e impulsar una tercera. La primera ley que presentamos fue la de ‘muerte digna’ (oficialmente ley de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de Morir). Fue un hito muy importante, especialmente en una Comunidad que vio el linchamiento del Dr. Montes y sus colegas médicos del Hospital de Leganés). Buscamos y logramos que fuera aprobada por unanimidad, porque ello era vital para que tuviera éxito. Fue todo un logro, aunque solo se cumple a medias, porque no se han reforzado los cuidados paliativos y ni se ha difundido entre profesionales y población como muestra el bajo porcentaje de Instrucciones Previas en Madrid.

La segunda ley presentada y aprobada fue la de Atención bucodental y Creación del Programa de Atención Dental Infantil (PADI) de Madrid. Fue aprobada con la única abstención de Podemos, que no querían dentistas privados en el PADI. Con esta ley la salud bucodental entraba en el SERMAS y se universalizaba la atención dental para los niños madrileños de 6 y 16 años, con los mismos servicios que disfrutan todos los niños del País Vasco des de 1990 cuando fui allí Consejero de Sanidad. La ley es un gran avance, pero desgraciadamente está totalmente incumplida por los gobiernos del PP.

La tercera ley sanitaria que impulsamos fue a través de una moción aprobada por unanimidad fue la Ley de Buen Gobierno y Profesionalización de la Gestión del Sermas. Esta ley, innovadora y pionera en España, debería cambiar a mejor toda la gobernanza de la sanidad pública madrileña, implantando en hospitales y en la atención primaria órganos colegiados y profesionalizando y despolitizando los cargos gestores. Se aprobó con la única ‘abstención activa’ (sic) de Podemos que nunca entenderé bien por qué. Buscamos su aprobación por unanimidad porque el consenso es importante en las leyes que fijan las reglas de gobernanza. Desgraciadamente el PP está incumpliendo flagrantemente esta ley. Es otro de los escándalos de la política sanitaria de Madrid.

Pero hubo dos iniciativas más de gran interés, aunque han pasado muy desapercibidas. Son las Resoluciones que impulsamos para mejorar el control público de los dos tipos de hospitales con contratos público-privados. Una Resolución, la número 37/2016, afectaba a los cuatro hospitales concesionados de Valdemoro, Torrejón, Móstoles-Rey Juan Carlos I, y Villalba. La otra, la Resolución 54/2017, se refería a los siete hospitales mixtos público-privados, tipo PFI (Private Finance Initiative), que son los seis que querían privatizar del todo en la legislatura 2011-15 (San Sebastian de los Reyes, Coslada, Vallecas, Arganda, Aranjuez y Parla), más el de Majadahonda-Puerta de Hierro que fue construido con el mismo sistema. Estas dos resoluciones fueron aprobadas con los votos socialistas, de Ciudadanos y de Podemos. Representan un consenso muy valioso sobre qué debe hacer un gobierno para gestionar bien estos controvertidos contratos, una vez que existen y no es factible rescatarlos porque sería ruinoso económicamente.

A pesar de los incumplimientos de los gobiernos PP, las tres leyes citadas y estas dos resoluciones son para mí importantes logros sanitarios de la legislatura 2015-19 en la Asamblea.

La tercera legislatura, 2019-2023, terminó abruptamente en 2021 por la convocatoria de elecciones que hizo la Sra. Ayuso. Estuvo dominada y determinada por la irrupción brutal de la pandemia COVID-19. En ella distingo dos momentos: el de la primera ola, en la que, desde el Grupo Parlamentario Socialista, frente a la tragedia de las primeras semanas, actuamos con una lealtad institucional impecable, no siempre comprendida. Y un segundo momento, pasada la fase aguda, en el que ya no cabía ignorar ni los grandes errores del Gobierno Ayuso en la gestión de la crisis sanitaria, ni que había decidido aprovechar la pandemia para crearse un personaje político populista ante una ciudadanía harta de las restricciones…

En fin, mis diez años de diputado han sido muy intensos; en ellos creo haber trabajado a tope, haciendo una oposición rigurosa y siempre con propuestas. El lado negativo es no haber tenido la posibilidad de gobernar y de dar un gran vuelco positivo a la sanidad de Madrid, que tanto lo necesita.

¿Cómo ha vivido estos últimos años con la llegada del coronavirus a nuestras vidas?

Fue un gran shock y una gran sorpresa. Hasta que estuvo aquí la pandemia no supe ver lo que venía, y debería al menos sospecharlo por mi trabajo y contactos en Salud Internacional. Con nuestra arrogante (e ignorante) visión eurocentrista no nos imaginamos que lo de Wuhan en China llegaría aquí. La COVID-19, que no ha terminado, ha sido la conmoción más importante que hemos tenido en nuestro mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Marcará un antes y un después en muchos aspectos de nuestra sociedad, desde la Sanidad a la economía.

Como médico y portavoz de Sanidad, durante este tiempo he hecho un seguimiento intensísimo de todos los aspectos de la pandemia: epidemiológico, sanitario, político, y socioeconómico. Estar algo al día en ello era agotador e imposible de abarcar.

En la primera ola, desde la oposición, políticamente no cabía otra actitud digna que la de lealtad institucional y colaboración en todo lo que fuera útil. Desacuerdos y sugerencias se las hacía llegar privadamente al consejero. Pasada la primera ola, no podía ni debía callar las críticas a lo que consideraba que no estaba bien. Y fueron muchas cosas.

¿En qué momento cree que nos encontramos ahora?, ¿cree que esta sexta ola supondrá el fin de la pandemia?

Nada hay más arriesgado que hablar del futuro en una pandemia como esta. Esta última ola es una fase de la pandemia con características propias; Ómicron es enormemente transmisible, hay mucha infección, pero hay menos enfermedad y es menos grave, aunque el gran número de afectados bloquea los hospitales y sigue falleciendo mucha gente. Afortunadamente, desde mitad de enero van bajando los casos. Todo parece que nos encaminamos a que la COVID se convierta en una enfermedad con la que tendremos que convivir con picos periódicos, como sucede con la gripe. Ojalá sea así; posiblemente veremos si esto es cierto o no en los próximos meses.

De todos modos, la COVID es una enfermedad global, con dinámica propia en cada zona del globo. Mientras la humanidad en su conjunto no esté vacunada, cabe la posibilidad de una evolución del virus que nos de sorpresas. Por eso, es tremendamente importante llegar a todos con la vacuna.

¿Cómo valora la gestión que ha hecho y está haciendo el Gobierno de la crisis sanitaria?

Recientemente un grupo de buenos expertos españoles han publicado en Gaceta Sanitaria cómo debía ser hecha esta valoración. Globalmente, creo que la respuesta del conjunto del sector público español ha sido positiva, tanto en la crisis sanitaria, como en la económica y social. No obstante, habrá que entrar en los aspectos concretos, especialmente sobre lo que pasó en las residencias de mayores porque fue gravísimo. Habrá que analizar también las capacidades del sistema sanitario y de la salud pública y, por supuesto, el muy mejorable nivel de coordinación entre autoridades sanitarias y sus sistemas de información. Pero globalmente España ha tenido un desempeño más o menos similar a los países de nuestro entorno, destacando internacionalmente su éxito en la vacunación.

Será muy importante cómo abordemos las consecuencias y lecciones de la pandemia para el sistema sanitario, sus profesionales y la atención primaria. Ahora quizá lo más urgente es atender a la gran bolsa de pacientes afectados por la menor actividad sanitaria durante la crisis y el incremento de las demoras en las listas de espera.

 

¿Cree que la oposición ha estado a la altura de las circunstancias?

Creo que en la Comunidad de Madrid hemos cumplido razonablemente con nuestro papel de oposición, y algo ya he explicado. A nivel de España la oposición del PP y Vox al Gobierno central ha sido muy dura, injusta y desleal; he seguido por deber profesional las comparecencias del ministro Illa en el Congreso con gran admiración por su paciencia y por sus buenas formas, pero las intervenciones del PP y Vox eran terribles, puramente adversariales y de confrontación. La actitud y reclamaciones del PP en el Congreso contrastaban mucho con lo que hacía el gobierno del PP en la Comunidad de Madrid. Mientras que el Congreso estaba abierto y funcionaba y el ministro de Sanidad comparecía todas las semanas, la Asamblea de Madrid estuvo semicerrada mucho tiempo y fueron escandalosamente escasas las comparecencias del consejero de Sanidad. Mientras que Congreso el PP creaba un clima de crispación agresiva, en la Asamblea de Madrid, aunque la crítica fue dura porque tenía que serlo, el tono fue cívico y constructivo.

A nivel del Sistema Nacional de Salud, en general, hubo un comportamiento institucional correcto de las comunidades autónomas. La gran excepción fue Madrid, porque la estrategia de su presidenta Ayuso durante la pandemia tenía como objetivo dominante la creación de su propio personaje populista pensando en elecciones y en construir su liderazgo dentro del PP.

 ¿Ha existido esa unión política a la que se apeló cuando comenzó la pandemia?

Creo que en lo fundamental ha existido. Con la excepción del Gobierno Ayuso, ha habido espíritu de acuerdo y colaboración institucional en las comunidades autónomas gobernadas por distintos partidos, con los roces “normales” en una situación en la que la arquitectura institucional del Sistema Nacional de Salud no está bien articulada.  Creo que el nivel de colaboración ha sido aceptable, no muy distinto al de otros Estados compuestos como es el caso de Alemania, por ejemplo.

Respecto a Madrid. ¿Qué opinión le merece la gestión del Gobierno regional?

La gestión sanitaria de la pandemia de la Comunidad de Madrid ha sido muy negativa, como muestra el escándalo de las residencias, el exceso de mortalidad y de casos, el descontrol de las compras, y las decisiones políticas sin respaldo técnico alguno. Y lo digo con conocimiento de causa, por haber seguido al detalle la pandemia desde todos los ángulos y por haber sido un nodo receptor de mucha información de lo que estaba sucediendo y de cómo se tomaban las decisiones. Es un hecho comprobable que, en la primera ola, en lo peor de la pandemia, ni uno solo de los altos directivos sanitarios de la Comunidad de Madrid estuvo en su puesto…. ¿Recuerdan el chusco nombramiento del Dr. Burgueño como coordinador de la pandemia? En fin, lo que hubo de coordinación real la hicieron personas ajenas a la jerarquía organizativa. Afortunadamente, los hospitales se autoorganizaron y la respuesta profesional fue impresionante.

Una impresión muy compartida es que la estrategia la marcaba el spin doctor de Ayuso, su jefe de gabinete, MA Rodriguez, buscando sobre todo confrontación con el Gobierno central e ideas de gran repercusión mediática; primero IFEMA, posteriormente el Zendal. Estas decisiones no respondían análisis ni a recomendaciones de expertos; eran pura estrategia de marketing político para lograr visibilidad sin importar su coste de oportunidad, es decir: cosas más necesarias y útiles que se dejaban de hacer, como ampliar la disponibilidad de camas en los hospitales de Leganés, Alcalá y otros. Un ejemplo especialmente grave fue debilitar la Atención Primaria llevando a muchos de sus médicos a IFEMA.

¿Qué debilidades y fortalezas tiene el sistema sanitario madrileño?

Empezaré por las fortalezas. España tiene un personal sanitario con una extraordinaria preparación. El sistema MIR ha colocado a España ante las potencias médicas mundiales en buena medicina, investigación y publicaciones médicas. Madrid, por circunstancias históricas, tiene unos hospitales terciarios punteros con servicios que destacan en los aspectos más avanzados de la medicina moderna; por todo ello, la Sanidad de Madrid es muy buena en lo avanzado y excepcional.

¿Debilidades? El problema de la Sanidad de Madrid es que falla a su población en lo normal y frecuente, en la Atención Primaria, en las listas de espera. Madrid gasta muy poco en Sanidad, gasta mucho menos de lo necesario para atender bien a su población. Tenemos una gran infra dotación de centros de salud (harían falta unos cuarenta más) y de personal en Atención Primaria. Las grandes demoras en listas de espera de pruebas, consultas, cirugías, etc., en gran medida reflejan insuficiencia de recursos.

Como consecuencia de ello un sector importante de las clases medias pudientes optan por un seguro médico privado. Se estima que en la actualidad un 34-36% de la población ha comprado un seguro privado a pesar de tener el público. Esto es para mí el síntoma más grave y negativo de la sanidad madrileña, porque mina la calidad y la sostenibilidad social de la sanidad pública. Es un gran escándalo y el mayor reproche sanitario que la ciudadanía silenciosamente le está haciendo al gobierno del PP. El PP lleva gestionando la sanidad de Madrid desde el 1 enero del 2002, más de 20 años; y el balance es que más de un tercio de la población, ha comprado un seguro médico privado porque la sanidad pública no les responde, no les funciona. Con esta política, los gobiernos del PP están ‘brasileñizando’ la sanidad pública madrileña; ello es muy grave para la calidad de la atención sanitaria, pero también para la cohesión social y el bienestar colectivo.

Otro aspecto importante en la sanidad madrileña gestionada por el PP es su falta de ambición y visión para la sanidad pública y su mala gobernanza. Desde hace más de 20 años el PP es responsable de la sanidad madrileña, pero es imposible identificar un grupo de directivos o expertos sanitarios que hayan inspirado y mucho menos dado continuidad a sus políticas. Éstas han ido cambiando con cada consejero de sanidad; recordemos sus nombres: Echaniz, Lamela, Güemes, Lasquetty, Rodriguez, Maldonado, Sanchez Martos, Ruiz Escudero. Con alguna excepción puntual, lo que han compartido ha sido falta de visión y ambición para la sanidad pública madrileña, desconfianza hacia lo público, infrafinanciación, amistades peligrosas con el sector privado y una escasa competencia gestora. En este sentido es llamativa la ausencia en el SERMAS de innovación, de planificación, de buenas prácticas organizativas y gestoras. Prueba de ello es que no existe una central logística, que casi la mitad del personal no tiene contrato fijo, la hipercentralización de la atención primaria, la descoordinación de los hospitales y de la alta especialidad, etc. Las innovaciones más destacadas de la sanidad madrileña han sido las privatizaciones, por lo demás los diferentes gobiernos del PP se han limitado a gestionar un statu quo sanitario que se va deteriorando con el paso del tiempo.

¿Cómo valoró la apertura del hospital de campaña de Ifema? ¿Y del Hospital Zendal?

El hospital de campaña de IFEMA fue una decisión que respondió a criterios de marketing político y espectacularidad mediática y no a necesidades sanitarias. Aparecían entonces en la televisión el macro hospital de Wuhan y el Gobierno Ayuso buscó algo similar aquí. Lo más negativo de aquel IFEMA sanitario fue su coste de oportunidad, lo que se dejó de hacer para concentrar allí tantos esfuerzos, las necesidades desatendidas de algunos hospitales muy golpeados por la pandemia y el debilitamiento de la Atención Primaria por llevar allí sus médicos.

El Zendal es una idea disparatada, megalómana e insensata. No es un hospital, su mejor descripción es la de hangar sanitario. No busquen nada similar en el mundo. Obviamente, una vez construido y equipado ha dado un servicio útil, pero ¿con qué coste de oportunidad, coste económico, coste para los pacientes y para el personal sanitario? No va a tener reconversión fácil. Maravilla la contumacia con la que el Gobierno Ayuso ha querido poner en valor, con ocasión y sin ella, una obra que con el tiempo o se desmonta o quedará como un monumento a la frivolidad e irresponsabilidad de una presidenta populista.

¿Cuál es su opinión sobre la colaboración público-privada en Sanidad?

Colaboración público-privada ha habido siempre en la sanidad española, por ejemplo, los conciertos clásicos de la Seguridad Social. Desde hace años, sin embargo, la expresión ‘colaboración público-privada’ se refiere muy específicamente a los hospitales modelo PFI y a los hospitales concesionados, de los que hay respectivamente siete y cuatro en Madrid. Un comentario breve es que estos sistemas son un mal negocio para la sanidad pública y, aunque el papel lo aguanta todo, por su propia naturaleza tienen muchos más inconvenientes que ventajas, más costes que beneficios. Además, en Madrid son especialmente negativos por cómo se han hecho los contratos, pero, sobre todo, por cómo se están gestionando. Por ello, para mejorar la gestión de estos contratos, como he comentado antes, durante la legislatura 2015-2019 presentamos y se aprobaron en la Asamblea las dos Resoluciones a las que me he referido antes. Desgraciadamente los gobiernos del PP no han hecho caso de lo aprobado.