Nuestro Sistema Nacional de Salud es la forma escogida para hacer efectivo el reconocimiento de la atención sanitaria y de la protección de la salud como un derecho humano universal. Lo concretamos, pues, en una cobertura universal con una muy amplia cartera de servicios y prestaciones, con un acceso equitativo y con una financiación solidaria. Resumiendo: contribuimos según nuestras posibilidades de acuerdo con las políticas fiscales establecidas y recibimos según nuestras necesidades, siendo un reto permanente el de su sostenibilidad.

Una vez garantizado el derecho con los mencionados atributos de universalidad, equidad y financiación solidaria, todos coincidiremos a nivel personal, en que cuando nuestra salud se ve afectada deseamos ser curados, o cuidados si la cura nos es alcanzable, con la seguridad de no contraer otra enfermedad como consecuencia de la atención recibida. Pero también ser bien tratados en nuestra dimensión humana, al tiempo que recibir la atención la más rápido y lo más cerca de casa posible. Todo ello, viene a ser lo que deberíamos entender por atención centrada en el paciente.

El agente necesario y principal para hacer efectivo todo lo dicho es el profesional sanitario. A él le pedimos implícitamente que tenga las competencias adecuadas en conocimientos y en habilidades y una positiva y respetuosa actitud. También que tengan a su alcance o a su disposición los medios diagnósticos y terapéuticos precisos en cada momento, aun siendo conscientes de los desequilibrios existentes entre estos y las necesidades crecientes de atención.

Hablar de profesional es hablar de profesión y esta ha sido definida por la pertenencia de sus miembros a un cuerpo especializado de conocimiento, por su vocación de servicio y por su capacidad de autorregularse y, por tanto, organizar el modo de prestar sus servicios.

‘Los principios generales que rigen el profesionalismo son la primacía del bienestar del paciente’

Los profesionales médicos, sin menoscabo de su aplicación a otras profesiones sanitarias, acuñaron hace unos años el concepto del profesionalismo. Fruto de la interacción entre diferentes asociaciones médicas norteamericanas y europeas nació la denominada Carta del Profesionalismo Médico que fue publicada en el año 2002.

Los principios generales que rigen el profesionalismo son la primacía del bienestar del paciente, el respeto por su autonomía y la justicia social. Este último lo podemos identificar en los atributos del Sistema Nacional de Salud. Los tres principios alimentan diez compromisos para el siglo XXI.

A los contenidos de los principios y los compromisos nos vamos a referir viendo su aplicabilidad al Sistema Nacional de Salud y si esta puede contribuir a reforzar sus atributos, su gestión, su sostenibilidad y la referida atención centrada en el paciente.

El primer compromiso es con la competencia profesional. Ello comporta no solo de la disposición de una titulación facultativa correspondiente a cada profesión sanitaria, sino la formación permanente al ritmo que la innovación marca y los cambios del patrón de la demanda requieren. La propuesta de la Sociedad Española de Directivos de La Salud de una formación reglada para el ejercicio de la dirección y gestión en los diferentes niveles del Sistema Nacional de Salud podría identificarse, en buena parte, con este compromiso del profesionalismo.

La honestidad con los pacientes debería entenderse como la transparencia en los procedimientos y la rendición de cuentas de los compromisos adquiridos, su materialización real y sus logros.

La confidencialidad se puede ver reflejada en la adecuada protección de datos personales y las medidas de ciberseguridad requeridas.

El compromiso de una adecuada relación con los pacientes debe soslayar, con la adecuada información accesible y comprensible, las carencias de conocimiento de estos sobre el funcionamiento del SNS, así como sobre sus derechos y obligaciones. La participación efectiva de los pacientes en los diferentes niveles de decisión y el análisis de su experiencia es un instrumento clave al servicio de ese compromiso.

La calidad de la atención debe entenderse en una dimensión holística que vaya de los mejores resultados posibles tanto en la dimensión preventiva, clínica y humana de la persona con carácter individual, como en su dimensión comunitaria y social. Ese compromiso se pone de manifiesto con las políticas pertinentes y su rendición de cuentas mediante la publicación de los resultados desagregados por niveles y centros sanitarios y el acceso a los mismos por parte de la población.

Mejorar el acceso a la atención, como compromiso del conjunto del SNS, se puede ver reflejado en los planes y acciones para mejorar su capacidad de dar respuesta con sus prestaciones y servicios a las necesidades de la atención, de forma equitativa, en tiempo y forma adecuados. Los planes y acciones deben atender tanto al acceso material a las prestaciones vigentes como a la incorporación de otras nuevas que permitan contribuir mejor al compromiso con la calidad.

La distribución justa de los recursos limitados tiene mucho que ver con los criterios de planificación, la introducción de tecnologías diagnósticas y terapéuticas, así como la evaluación de los resultados obtenidos en su utilización. La utilización de Agencias Evaluadoras puede evidenciar ese compromiso.

La generación por parte de los profesionales sanitarios de conocimiento científico y de su divulgación forma parte inherente de la atención sanitaria. El compromiso del SNS con la investigación y la innovación, al tiempo que, con la docencia, se refleja en los puntos de la red sanitaria al servicio de estos fines.

Son muchos los grupos de interés que confluyen en el SNS, no solo económicos si no también administrativos y políticos. El compromiso de mantener la confianza en el SNS manejando los conflictos de interés se manifiesta con regulaciones de amplio espectro que puedan abarcarlos en su totalidad.

En este artículo hemos querido trasladar de forma simple la aplicación de los principios y compromisos del profesionalismo médico, extrapolable al conjunto de las profesiones sanitarias, al Sistema Nacional de Salud. Podemos ver en la mayoría de casos una aplicabilidad de esos principios y compromisos que podrían ser útiles como elementos vertebradores del imprescindible acuerdo político por el bien del SNS.