Érase una vez un niño (yo), hace muchos, muchísimos años, que vivía en un mundo mucho más fácil.

Había niños y niñas, absurdamente separados en colegios diferentes, casi siempre regentados o por curas o por monjas.

Yo me vanaglorio de ser un privilegiado. Mis padres me llevaron a un colegio mixto, muy escasos entonces, donde no había divisiones entre sexos y el trato era igual para ambos y ni se reconocían traumas (aunque, quizás, existieran).

En nuestro mundo actual de creciente complejidad de las organizaciones sanitarias, con un incremento de la demanda asistencial notable, surge la necesidad de articular estructuras que faciliten la ordenación, coordinación y priorización de las actividades que se producen alrededor de la asistencia médica, para mantener la eficiencia en la utilización de recursos y la cohesión de la organización frente al paciente y su proceso asistencial.

Con ello se garantiza el acceso a las prestaciones en condiciones de equidad.

Para ello, se hace necesario, además, disponer de sistemas de información homogéneos, fiables y suficientes, que posibiliten los procesos de gestión, la elaboración de indicadores de rendimiento y utilización, los controles de calidad asistencial y la confección de información epidemiológica, morbilidad, mortalidad y demanda asistencial.

Los servicios de admisión y documentación clínica hacen esa labor y constituyen esa estructura de apoyo en los hospitales, basada en tres actividades primordiales: gestionar pacientes, tramitar su documentación clínica y también la información asistencial generada. Afortunadamente, sus responsables máximos son cada vez personas con más experiencia e, incluso, con más currículum profesional clínico que otras que forman parte de dichos equipos clínicos.

Pero eso no se cumple aún, ni mucho menos, con otros trabajadores de a pie, los que están poniendo, además de su estresante trabajo, su cara, sus gestos, sus expresiones, y que no pueden ni acariciar casi su nariz como gesto reflejo natural.

‘Los servicios de admisión y documentación clínica son fundamentales para el funcionamiento de los hospitales’

Se les denomina de muchas formas, y a veces son injustamente tratados por los pacientes…impacientes e, incluso con una falta absoluta de compañerismo, infravalorados por otros profesionales del equipo. Pero los empleados de las admisiones son los verdaderos “centinelas o salvavidas” de los hospitales, los que avisan de todos los problemas que entran al establecimiento, distribuyen adecuadamente el trabajo al resto de profesionales y despiden amablemente a los pacientes al salir.

Me gusta la expresión de centinelas, que no es mía. Yo siempre he preferido la de ser la cara de los centros sanitarios e, incluso, dependiendo del tamaño y de la especialización del centro, los auténticos guías de los pacientes, los que les nombran por su nombre, les llevan de la mano a sus destinos de entrada y les despiden al marcharse.

¡En cuántos centros privados (y algunos públicos), el único factor diferencial con sus competencias radica precisamente en este personal, dado que se supone por formación que el trato médico es similar y de calidad!

Me podréis decir, amigos lectores, que también son factores diferenciales la tecnología y otros aspectos… Sin duda, pero si nos hartamos de mencionar que el paciente debe ser el centro del sistema, de las atenciones, estoy seguro de que, a determinada edad, lo más importante es el trato personalizado, y que te faciliten todos los trámites antes y después de la atención médica.

Nunca olvidaré, entre mi largo anecdotario profesional, cuando ocurrió el atentado terrorista de los trenes en las estaciones de cercanías de Madrid, en septiembre del año 2001, y yo tuve que hacer de recepcionista de aquellos pacientes que llamaban por teléfono o se acercaban físicamente a nuestra clínica, dada la justificada ausencia de nuestro personal especializado en ello, sus preguntas.

No llamaban ese día para pedir cita o consultar tratamientos, no, ni por los profesionales excelentes que teníamos en nuestro cuadro médico. Lo hacían para preguntar por las personas de admisión, mencionando sus nombres.

Este es el valor verdadero de las personas de entrada a los centros sanitarios.

Pero realmente ni este artículo trataba de piropear a estos empleados, ni siquiera ensalzar la necesidad de su formación esencial para un buen marketing y, además, ha empezado en un tono demasiado sensiblero. Intentaré cambiar el rumbo del texto y ajustarlo más al titular y hacerlo más riguroso.

Como hemos dicho, un servicio de admisión hospitalaria es la puerta de entrada y salida de los pacientes en el área de hospitalización; es el encargado de recibir y causar la primera impresión al usuario y familiares que se encuentran, generalmente, tensos, sin información básica sobre su estancia, que se moverá por un territorio desconocido durante un determinado periodo de tiempo, en forma involuntaria en la mayoría de los casos. Sirve como enlace entre lo puramente administrativo y la función clínica y de servicios profesionales.

Los servicios de admisión y documentación clínica son fundamentales para el funcionamiento de los hospitales, asegurando una información actualizada, organizada y accesible para pacientes, profesionales y organismos relevantes, así como la protección y confidencialidad de los datos del paciente.

Sin estos servicios, tareas importantes como la identificación del paciente, la codificación de los diagnósticos, la garantía de algunos derechos ciudadanos, la gestión de la asistencia y la gestión de los centros, no serían posibles.

Es un servicio multidisciplinar integrado por profesionales sanitarios y no sanitarios, donde todo el personal debe saber cómo introducir y actualizar la información asistencial y personal en el software utilizado.

Asimismo, en función de los servicios y unidades que tenga el centro médico u hospitalario y de su tamaño, habrá diferentes servicios de admisiones (urgencias, hospitalización, área quirúrgica, etc.).

Por otra parte, la igualdad de género es un tema importante en la sociedad actual. De ahí mis dos párrafos introductorios a este texto que parecían no tener sentido.

En España, la lucha por la igualdad de género ha sido un proceso largo y complejo, pero ha habido avances significativos en las últimas décadas. Aunque todavía hay mucho por hacer, la sociedad española ha reconocido los derechos de las mujeres y trabajado para mejorar esa igualdad.

En este artículo no vamos a ponernos ahora a discutir sobre la no admisibilidad de este o aquel género de los humanos. A estas alturas sería ridículo y cavernícola; es algo afortunadamente superado y ya justamente tratado, en todos los países occidentales.

Pero sí quiero poner de relieve que el justo avance del género ha creado y está creando problemas importantes en uno de los lugares más importantes de cualquier establecimiento sanitario, este que estamos mencionando desde el principio: la admisión.

Recientemente ha llegado a mis manos un comunicado interno de una empresa sanitaria, y he comprobado que lo que en él se refleja no es un caso único, ni mucho menos, sino casi un anticipo de lo que se está implantando en muchas otras y que, seguro, será explicado por las personas responsables de RRHH en hospitales, clínicas y empresas sanitarias en general.

Lo harán de forma generalizada, orientando a sus trabajadores sobre las distintas formas de género que pueden darse y que deben ser tratadas con el merecido respeto. Lo reproduzco:

Heterosexualidad: personas que se sienten atraídas por las personas de su sexo opuesto.

Homosexualidad: personas que se sienten atraídas por personas de su mismo sexo.

Bisexualidad: personas que se sienten atraídas por personas de uno y otro sexo.

Pansexualidad: personas que se sienten atraídas por otras personas, sin que el sexo o el género de estas, o cualquier otro factor, influya en dicha atracción.

Asexualidad: personas con bajo o nulo nivel de atracción por otras personas.

Demisexualidad: personas que no suelen sentir atracción por otra persona, salvo que se hubiera formado con ésta un vínculo emocional que no tiene por qué ser romántico.

Atentos pues a las dificultades, si se quiere ser preciso.

Imaginaros, queridos lectores, la problemática existente para los empleados de admisión de cualquier centro sanitario, a la hora de realizar estas clasificaciones correctamente, o las implementaciones en hojas o registros de inscripción que se deberían hacer para la clasificación o autoclasificación de los pacientes.

Para colmo, hace un par de semanas leo que el Ministerio de Sanidad desea incluir, como idea genial, datos de “identidad sexual” en la historia clínica, y las empresas sanitarias tendrán que hacer esfuerzos por mentalizar en este sentido a los responsables de su realización.

He estudiado un poco también este fenómeno, y ya algunas de estas empresas avanzadas en su comunicación interna, aparte de definir a la identidad de género como algo íntimo y personal, fluida y cambiante, reconocen variedades muy diversas, entre otras:

Cisgénero: persona que se identifica con los roles de género que lleva aparejados el sexo con el que nació.

Transgénero: persona que no se identifica con los roles de género que lleva aparejados el sexo con el que nació. Debemos evitar confundir este término con la transexualidad, que implica una transición al sexo con el que la persona se identifica tras sufrir disforia de género.

Género fluido: persona que no tiene una identidad de género fija, sino que fluye entre los roles de género marcados por la sociedad para uno y otro sexo.

Género no binario: persona que no se identifica con los roles de género establecidos por la sociedad para ambos sexos. Asumen una identidad de género que no encaja en el binarismo socialmente establecido.

Queer: personas que no comparten las etiquetas o las normas establecidas socialmente relativas al sexo y al género, por lo que no se encasillan en ninguna identidad.

A esto se le deben añadir otras autodenominaciones que están flotando entre líneas de texto, y que aparecen cotidianamente, tales como macho alfa (hombre dominante, con éxito y capacidad de liderazgo, a veces violento, pero con éxito en el sexo opuesto) o vigoréxico (alteración de la imagen corporal por la que el paciente presenta una preocupación excesiva hacia su propio cuerpo), por ejemplo.

Y digo yo, ¿no nos estaremos excediendo en todas estas precisiones y sería mejor parar y reflexionar sobre las, todavía teóricas, ventajas que aportan tantas clasificaciones, que la mayor parte de la población ni saben lo que significan?, ¿es necesario incorporar tanta información ajena a la clínica en la historia que se llama así? … ¿o la cambiamos también de nombre?