El valor de los talentos
Cuando aún era muy niño, yo no sabía si tenía o no talento. Mis preocupaciones básicas, como hijo único dentro de una familia modesta y muy trabajadora, eran ir al colegio y jugar al fútbol, más o menos. Posiblemente, ni sabría interpretar la palabra “talento” pues, a ojos de todos, entonces, o eras listo o tonto. Quizás, la primera vez que oí, y con mucha frecuencia, pese a no ir a ningún colegio religioso, esa palabra, fue escuchando la Biblia, el libro sagrado del cristianismo, y la muy conocida parábola de Jesús al respecto. Ya me resultó curiosa, pero, evidentemente, la asocié solo con una moneda de cambio de