Parece ser que una compañía biofarmacéutica española ha comenzado sus ensayos en fase I de una nueva vacuna frente al SARS COV2 (COVID-19), este hecho supone por sí mismo una gran noticia no solo para nuestro país, sino para el mundo entero una vez que si todo resulta como esperamos se unirá al arsenal de vacunas que ya disponemos y si además su eficacia frente a mutaciones existentes y otras posibles que puedan surgir es superior, mejor que mejor.

Este “botón de muestra” es un buen ejemplo de la capacidad investigadora e innovadora de nuestro país, España lo viene demostrando en todos los terrenos y sectores, pero es en el de la salud sin duda en el que adquiere su máximo exponente y relevancia dado que los investigadores trabajan en el entorno de la vida, en su preservación y por lo tanto en el cuidado de la salud y su prevención.

De todos es conocido que la inversión en I+D+i es manifiestamente mejorable y de hecho el diferencial que seguimos manteniendo en relación al PIB es muy amplio comparado con algunos de los países de nuestro entorno como puede ser Alemania o Reino Unido y si nos fijamos en otros territorios de otros continentes como puede ser EEUU, China o Corea el margen se amplía notablemente.

Es por ello que los éxitos obtenidos tanto en el entorno público como en el privado adquieren una carta de naturaleza muy especial y deberíamos como país y como sociedad impulsar, promocionar, reconocer y resaltar los esfuerzos y los logros conseguidos por aquellas empresas y organizaciones que con su apuesta decidida por la generación de valor y futuro a través de la innovación contribuyen a generar espacios de conocimiento en los que se asienta sin duda un nuevo modelo económico y social que todos aplaudimos, ansiamos y necesitamos.

En los prolegómenos de una ciencia como es la gestión ética y socialmente responsable de las organizaciones y de las empresas recuerdo que se hablaba ya entonces de su importancia como motores del cambio hacia una sociedad más comprometida en pos de un mundo más sostenible en términos económicos, sociales, medioambientales y de gobernanza. Y para ello, se proponía y se animaba a que aquellas organizaciones que desarrollan y tienen proyectos en marcha con resultados en este campo fueran proactivas en la comunicación y trataran de hacer proselitismo una vez que actúan a modo de motor, como una mancha de aceite que sobre el agua se extiende.

En el ámbito de la innovación responsable, que es un capítulo muy importante de la denominada RSE o responsabilidad social empresarial, ocurre exactamente lo mismo, si queremos que todos entendamos que nuestro futuro está puesto y es dependiente de que empresas y organizaciones públicas y privadas aceleren su apuesta por este capítulo tan relevante, hemos de promover y proyectar las buenas prácticas y resultados en este contexto; la pregunta es ¿cómo? y la respuesta es obvia, poniendo el foco en todos aquellos que realizan un esfuerzo relevante en materia de investigación, desarrollo e innovación en el ámbito de la salud y sanidad en un contexto trasnacional, aquí y más allá de nuestras fronteras, en mercados también altamente exigentes, muy competitivos y complejos.

En este sentido y en esta ocasión voy a referirme a tres en concreto, tres organizaciones, entornos y empresas de reconocida impronta investigadora con una gran proyección y prestigio internacional. Una de ellas es el propio CSIC, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas quien a pesar de las limitaciones que imponen sus recursos, gracias a su excelente equipo humano se encuentra en la vanguardia de la investigación frente a la COVID-19 y frente a otras noxas, prueba de ello son todos sus proyectos, en buena parte de los mismos coparticipados por empresas del sector privado, un gran ejemplo de que el secreto del éxito también en el área de la investigación se encuentra en la cooperación estrecha del entorno privado con el público. Solo sumando esfuerzos y multiplicando voluntades es como seremos capaces ya no de afrontar el futuro con garantías de éxito, sino de diseñar el futuro que es algo mucho más importante.

Desde España y mirando al mundo, todos aquellos entornos de emprendimiento de reconocida impronta innovadora con proyección y fuerte presencia internacional como puede ser el caso de GMV, una organización empresarial española reconocida en nuestro país y en Europa con premios diversos por proyectos tan relevantes como el de ciberseguridad en el proyecto Galileo (el sistema global de navegación por satélite europeo) o el Southern Europe Service Provider of year. Una empresa de alta tecnología especializada y líder en múltiples campos y áreas del saber cómo es el espacio, el transporte, el sector financiero, los sistemas de defensa y control, las telecomunicaciones, la seguridad informática o ciberseguridad, la ciencia de los datos en sus diferentes modelos y versiones y más recientemente el de la salud. En este último contexto, sus desarrollos en materia de historia clínica digital o mejor dicho de biografía electrónica compatible e interoperable, base y eje de proyectos de asistencia no presencial, sus éxitos en materia de big data como el proyecto eTransafe en la investigación de nuevos medicamentos, de modelización para la formación, o sus avances en sistemas de precisión diagnóstica y terapéutica junto a sus desarrollos, experiencia y resultados en términos de ciberseguridad reconocidos internacionalmente, hablan por sí mismos. Su mirada atenta a las principales necesidades que plantea la nueva medicina, sin duda más precisa, predictiva y personalizada especialmente en situaciones de profundo estrés sanitario como el actual provocado por el SARS COV2 (COVID-19) le confieren una relevancia también muy especial y le erigen como un referente en estos ámbitos.

La inversión en I+D+i es manifiestamente mejorable y de hecho el diferencial que seguimos manteniendo en relación al PIB es muy amplio comparado con algunos de los países de nuestro entorno

Y finalmente las múltiples empresas, organizaciones y centros españoles de base netamente investigadora, altamente especializados, de joven manufactura en muchos casos, por la capacidad y agilidad de respuesta que tienen ante diferentes escenarios de complejidad como la situación de pandemia que continuamos viviendo y por su aceptación del riesgo en pos de un objetivo evidente y por tratar de conseguir respuestas eficaces frente al SARS COV2 (COVID-19) como uno de los problemas de salud más acuciantes que tenemos en este momento.
Sin duda que los ejemplos pueden ser múltiples y numerosos, pero en mi saber y entender estos modelos de organizaciones, entornos y empresas pueden ser un buen botón de muestra de lo que quiere decir y aportar la denominada innovación responsable, ya no solo un concepto, sino una realidad que nos envuelve y que sin duda es ya la brújula que indica dónde se encuentra el horizonte de nuestro futuro.

Un último aspecto al que me quiero referir, resaltar y poner el acento en este contexto de innovación y responsabilidad es el hecho de la ingente y necesaria aportación de los jóvenes que es clave. Desafortunadamente tantas veces estamos preocupados por nosotros mismos que nos olvidamos de que en España tenemos una serie de generaciones noveles, sin duda muy bien preparadas, y son ellas precisamente las que deberían ocupar toda nuestra atención, generando espacios de desarrollo profesional atractivos, de tal forma, que pudieran expresar todas sus capacidades con un retorno económico y profesional adecuados. En este sentido, sin duda que sería muy deseable establecer un Pacto de Estado por la juventud, un pacto que tuviera toda la transversalidad posible en el que se vieran involucrados todos los sectores y todos los agentes implicados y en el que la innovación y la capacidad de emprendimiento fueran el eje vertebrador.

En este contexto sin duda que las empresas y organizaciones públicas y privadas juegan un papel determinante puesto que la atracción del talento es una de sus claves de éxito, y para que esto sea así, además del impulso a las políticas de RSE es imprescindible la dedicación de recursos no solo de origen propio, sino además de estímulos fiscales que puedan partir desde las diferentes administraciones.

No podemos pensar en un futuro halagüeño para nuestro país si no somos capaces de integrar y comprometer a nuestros jóvenes. “Tempus fugit” expresión relacionada con el escritor y pensador cásico Virgilio, el tiempo pasa, y no debemos perder ni un segundo en poner en marcha cuantas iniciativas sean necesarias para no desligarnos del futuro que espera a nuestros hijos, el futuro que hemos sido capaces de generarles en términos de sostenibilidad y de garantía de prosperidad y bienestar.

¿Hemos pensado en que, por primera vez en mucho tiempo muchos de nuestros hijos, a pesar de su extraordinaria formación y capacitación no van a poder alcanzar el nivel que consiguieron sus padres, es decir, nosotros?, este hecho sin duda que puede ser motivo de frustración y especialmente de cambio de valores y forma de priorizar en la vida. Los extremos de la cadena etaria se unen bajo un denominador en común, la precariedad, los mayores en edad de jubilación y los jóvenes que están comenzando su etapa laboral, y en ambos casos, las estrategias son pocas, escasas a mi entender, y desde luego lo único que se barrunta es un horizonte muy incierto y preocupante.

Como conclusión de esta breve reflexión y a mi modesto entender, es fundamental estimular la innovación en todos los ámbitos poniendo en valor modelos de éxito basados en el conocimiento, el esfuerzo y el tesón como los antes referidos, a la vez que fomentar que las nuevas generaciones contribuyan de una forma decidida al cambio de modelo económico y social del que tanto alardean algunos. En sus manos la innovación responsable y sostenible no solo se afianzará, sino que adquirirá la carta de naturaleza que precisa este nuevo milenio, esta nueva era.

De nuevo organizaciones y empresas que asienten y comprometen su futuro en el desarrollo y evolución generacional son las que lo afrontarán con mayores garantías de éxito, y es aquí, en este capítulo, donde los entornos que he nombrado en esta breve reflexión vuelven a erigirse como botón de muestra en buenas prácticas de responsabilidad social respecto de la incorporación de jóvenes investigadores a sus respectivas estructuras.