Estamos en pleno recrudecimiento de los casos de infección por SARS-CoV-2 (COVID-19) en todas las comunidades autónomas y se habla de que, en esta ocasión, especialmente es la Atención Primaria la que no tardando mucho puede verse desbordada, una situación en absoluto deseable, pero sí predecible una vez que quienes están desarrollando esta compleja tarea lo vienen avisando desde hace tiempo.

La situación no es menor una vez que este hecho no solo afecta a la presión asistencial debida al propio coronavirus, sino que impacta también en el resto de patologías, y muy especialmente en aquellas que tienen un carácter crónico y precisan, por lo tanto, de una monitorización y seguimiento constantes.

Es más, el fenómeno de las listas de espera, sin duda, está sufriendo un recrudecimiento como consecuencia de esta circunstancia y cuando se habla de demora en el acceso no solo se refiere a la lista de espera quirúrgica o a pruebas de diagnóstico, sino que también referencia a las consultas de especialista y por supuesto a las de Primaria.

Ante esta situación preocupante se plantea una difícil cuadratura del círculo, la de necesitar más recursos humanos que puedan afrontar esta nueva oleada, pero el problema es su escasez y ante ello cada territorio está echando mano de su imaginación siempre incidiendo en una mayor presión para los sanitarios en ejercicio, lo cual como todos sabemos no puede generar sino un gran estrés que en algunas situaciones puede llegar a ser difícilmente soportable. Si algunas consultas estaban ya de por sí masificadas antes de los nuevos rebrotes podemos imaginar la situación que se puede llegar a vivir hoy ya en los centros de salud. La tan traída y llevada cooperación público-privada se hace cada día más indispensable.

Siendo realista y haciendo una labor de hemeroteca acerca de lo vivido hasta el momento, en esta pandemia me llama la atención la cantidad de información relacionada con la importancia de utilizar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como aliados en esta pandemia y ya de paso como motor de innovación en nuestro sistema sanitario.

Una de sus vertientes más destacada y relevante es, sin duda, es la de la telemedicina o medicina no presencial y para su adecuada implantación es necesario no tanto enfatizar sus beneficios, que están fuera de toda duda, sino solventar las tan aireadas barreras jurídicas, culturales, financieras, estructurales, profesionales, de gobernanza, geográficas e interdisciplinares.

Aunque se han hecho avances en algunas de estas dificultades una duda surge en el horizonte, es el dotar de uniformidad y compatibilidad a los sistemas sanitarios. En este sentido, la interoperabilidad es un elemento esencial de toda estrategia digital que se precie y también lo es el hecho de saber moverse al unísono dentro de una Unión Europea compleja y multidimensional en aras a la citada coordinación y sinergia en esta materia.

Un riesgo que tenemos en este y en otros asuntos sanitarios es que no solo en Europa hay tantas fórmulas sanitarias como países y territorios la integran, sino que en España tenemos 17 sistemas de salud diferentes algo que, sin duda, exige de una puesta en común interterritorial a nivel de país y también en el contexto supranacional.

Una reflexión en profundidad y conjunta de todos los agentes implicados, públicos y privados, para generar una estrategia común en este aspecto específico es más que deseable, una estrategia en la que la participación de los representantes de los pacientes y los profesionales es clave y una estrategia en la que los diferentes operadores sanitarios puedan aportar su visión, potencial y necesidades. En definitiva, una iniciativa colegiada para la construcción de un sistema sanitario en el que la digitalización ocupe un espacio determinante, en el que la formación y concienciación se aborden con decisión y en el que se aporten soluciones a las diversas limitaciones que hoy en día persisten.

En este sentido, la recién creada Secretaría General de Salud Digital, Información e Innovación del SNS va a poner el acento en la digitalización del Sistema Nacional de Salud; la gestión de la información sanitaria y los proyectos de innovación en el ámbito de la salud, tal y como se ha anunciado desde el propio Ministerio.

Proyectos relacionados con la salud digital, la interoperabilidad y los servicios en red en el ámbito nacional, europeo e internacional; así como los sistemas de información sanitaria figuran entre sus líneas de actuación. El desarrollo de servicios públicos digitales, del impulso a la salud digital y la interoperabilidad electrónica de la información clínica y sanitaria (tanto en el ámbito nacional como internacional), la innovación en la analítica de datos y la explotación de la información relativa a la salud figuran al parecer en su punto de mira.

Todos los expertos apuntan a que implantar la “Historia Clínica Electrónica Europea” es la mejor herramienta para mejorar la atención sanitaria a la población y reforzar la salud pública y la prevención. De hecho, recientemente el Comité Europeo de las Regiones aprobó el dictamen impulsado y coordinado por la Región de Murcia para promover la digitalización de los sistemas sanitarios a nivel europeo y, por lo tanto, para reforzar la estructura digital de los sistemas de salud de la Unión a través de que los Estados miembros se integren en este proceso generando sinergias y espacios comunes interactivos a través de la tecnología digital para impulsar la mejora de los resultados de salud y sus diferentes atributos: calidad y seguridad, eficiencia, accesibilidad, resolución asistencial y percepción del paciente en su contacto con los sistemas sanitarios.

Para impulsar esta iniciativa es clave que los ciudadanos europeos dispongan de una historia clínica digital estructuralmente uniforme con el objeto de favorecer la asistencia sanitaria en cualquier territorio de la Unión Europea, un proyecto tractor de primer nivel que permitirá, por ejemplo, tener acceso y disponer de toda la información del paciente en todo momento, especialmente en situaciones de cronicidad o en situaciones de crisis sanitaria como la que estamos viviendo, permitiendo compartir pruebas diagnósticas de laboratorio o de imagen lo que evitará redundancias, ineficiencias e incomodidades para el propio paciente. En definitiva, redundará en beneficio de la viabilidad de los propios sistemas sanitarios.

La base del desarrollo de una medicina no presencial reside en la disponibilidad de una historia clínica electrónica con la que el profesional sanitario se sienta identificado y cómodo, una biografía sanitaria y sociosanitaria que pueda recoger todos los datos del paciente que acude a la consulta, provenga de donde provenga

Construir siempre es complejo, pero una vez iniciado el proceso es fundamental asentar unos buenos cimientos para que la estrategia a seguir sea la adecuada y no ocurra lo que nadie desea, que dentro de un tiempo caigamos en la cuenta de que hemos comenzado la casa por el tejado atendiendo las necesidades territoriales más perentorias y dejando atrás algo tan relevante como son las necesidades derivadas de una movilidad creciente de las personas, de tal forma que puedan ser atendidas en cualquier lugar y en cualquier entorno de provisión bien sea público o privado.

La base del desarrollo de una medicina no presencial, en remoto o a distancia reside en la disponibilidad de una historia clínica electrónica con la que el profesional sanitario se sienta identificado y cómodo, una biografía sanitaria y sociosanitaria que pueda recoger todos los datos del paciente que acude a la consulta, provenga de donde provenga. Este es un sueño que algún día se hará realidad y por el que los responsables en llevarlo a cabo desde las diferentes disciplinas deberían procurar de una forma coordinada y sinérgica.

Un aspecto más que relevante en el plano asistencial es el de la prescripción y dispensación de medicamentos, en este sentido la receta electrónica, consecuencia de una adecuada interoperabilidad supone una gran aportación y avance para pacientes y profesionales una vez que contribuye a dotar de más calidad, seguridad y control a la actuación médica.

Un concepto emergente y de enorme recorrido preconizado por organizaciones como GMV a través de su suite de productos de e-health – Antari – es el de la Historia Clínica Inteligente, un entorno de conocimiento en el que a la historia clínica electrónica se integran herramientas tecnológicas como la Inteligencia Artificial o el big data; ello permite que toda la información registrada del paciente sea generadora de conocimiento para una mejor atención a sus demandas sanitarias y para poder llevar a cabo intervenciones de carácter preventivo y poblacional, un aspecto este de especial relevancia como estamos comprobando a lo largo de esta situación de pandemia en la que una actuación coordinada de todos los agentes implicados en la solución al problema es clave. Trabajar en la evaluación sistemática y continua del estado de salud de la población y del individuo es esencial dentro de una medicina participativa, personalizada y predictiva que se implanta de la mano de las TIC.

La recopilación de todos estos datos e información permitirá impulsar el denominado “empoderamiento” del ciudadano a través de una mayor y mejor información, convirtiéndose en corresponsable de la gestión de su propia salud y aportará un grado de conocimiento mucho más amplio y específico a los profesionales de la salud acerca del estado real de cada uno de sus pacientes, así como del de la comunidad, ayudando de una forma muy importante a prevenir, identificar, tratar y evaluar situaciones de crisis global como la producida por el SARS-CoV-2 (COVID-19) o a manejar las situaciones de cronicidad, fragilidad, vulnerabilidad, soledad y exclusión social de una forma integral a través de la monitorización constante y el reflejo de todos los datos recogidos a lo largo del periplo de cada paciente/ciudadano en su contacto con el sistema independientemente de que este sea de carácter público o privado.