La voluntad y conciencia del ser humano son insondables, están sometidas a múltiples determinantes y atributos personales y colectivos que enlazan directamente con la ética y con la moral asentada en nuestra sociedad, una sociedad occidental con una serie de conquistas sociales que hacen que vivamos bastante alejados de otras realidades que afectan a la gran mayoría de la población del planeta.

Todo artículo o reflexión tiene sus limitaciones, la primera la del espacio por lo que voy a tratar de ser lo más preciso y esquemático posible. La responsabilidad social en primer lugar surge de la asunción voluntaria de una serie de atributos, cualidades y valores que las personas en primer lugar y por ende las organizaciones implantan, promueven y proyectan dentro y fuera de su entorno de actuación.

La responsabilidad social es siempre deseable, trascender los principios de Milton Friedman economista ganador del Premio Nobel de Economía de 1976 hacia otros contextos en los que el cómo se desarrollan las actuaciones de cada organización, institución o persona, son tan importantes o incluso más que el hecho de saber qué es lo que cada una de ellas realiza o consigue. La dualidad entre el qué y el cómo no es una disyuntiva: blanco o negro, sí o no, acierto o error, sino que constituyen dos caras de la misma moneda. Dos asertos que van íntimamente ligados y que no se entendería el uno sin la concurrencia del otro.

Ante el espejo de la sostenibilidad y por lo tanto de la responsabilidad social en el que cada cual se ha de mirar hemos de huir de los espejismos, de la cosmética vinculada a determinadas acciones y por supuesto hemos de conjugar el verbo integrar con el adjetivo integral; integrar los principios que emanan de la responsabilidad social y la gestión ética de una forma no imperativa, de una forma global no parcelar y con el valor supremo del bien común y no solo del propio beneficio o de la consecución del objetivo planteado.

La responsabilidad social parte de unos parámetros que son esenciales a todo individuo, a toda sociedad y a toda organización, institución y entidad, el imprescindible cumplimiento normativo que a cada cual atañe y compete, así como el procurar por el desarrollo lo más garantista posible en torno al futuro y por lo tanto a la sostenibilidad y viabilidad de cada ecosistema social, medioambiental, económico-financiero u organizacional.

A partir de estos parámetros surge una esperanza que plasma la sociedad, un desideratum que no es otro que la gestión responsable de todas las audiencias o públicos con los que cada cual, cada institución u organización se interrelaciona. Es en este escalón donde hay abundantes claro-oscuros en aspectos como la gestión de los recursos humanos, el medioambiente, la cadena de valor, el entorno social, las relaciones con las administraciones, la interrelación con los pares de cada cual, la buena gobernanza, la innovación responsable en el ámbito más global o la propia comunicación transparente, honesta, rigurosa y contrastada.

Para finalizar este marco de responsabilidad y como cúspide, no por relevancia sino como complemento perfecto nos adentramos en el ámbito de aquello que se ha convenido en llamar acción social, es decir, todos los proyectos e iniciativas en los que una organización analiza, ve, procura y trabaja a largo plazo, de forma estratégica y con garantías suficientes en pos de los colectivos más desfavorecidos, de aquellos que o bien dentro de nuestro entorno, comunidad o país o bien más allá de nuestras fronteras, en otros países terceros en vías de desarrollo, no tan afortunados como nosotros como sociedad avanzada sufren y padecen por la circunstancia que sea, casi siempre relacionada con el infradesarrollo de sus estructuras sociales, económicas, políticas, institucionales y jurídicas.

En esta época en la que nos toca vivir y en la que el virus SARS-CoV-2 (COVID-19) agente causal de la COVID-19 se ha asentado entre nosotros no cabe ninguna duda que ha habido acciones encomiables, dignas de todo mérito, reconocimiento, aplauso y ejemplo en todos los ámbitos de la responsabilidad social tanto desde el punto de vista interno como con la atención puesta en la vertiente interna de la organización.

Una muestra y ejemplo de lo que quiero decir en el sector sanitario se encuentra en la plataforma diseñada e impulsada desde la Fundación IDIS (https://coronavirus.fundacionidis.com/). En la que se pueden apreciar 119 iniciativas correspondientes a 35 organizaciones y empresas absolutamente dignas del aplauso de todos.

Desde la promulgación del Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declaró el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 todos hemos escuchado e interiorizado en nuestra cultura laboral y profesional la palabra “teletrabajo”, es decir, el desarrollo de la actividad profesional a distancia, en remoto, favorecida por la tecnología digital asociada a internet.

Es más, muchos hablan en esta denominada eufemísticamente “nueva normalidad” que atributos considerados como dogmáticos en épocas pretéritas a esta pandemia como el desempeño intramuros, dentro de las propias estancias de la organización o empresa, o la prevalencia de todo lo presencial frente a lo remoto han quedado seriamente en entredicho. Hoy en día, nadie duda que hay una serie de funciones, trabajos y responsabilidades que lo digital permite hacerlos en un formato “nómada”, es decir sin un asentamiento laboral prefijado. La tecnología lo permite y el mundo lo demanda y exigirá mucho más si cabe de ahora en adelante.

Pues bien, llegados a este punto y hablando de empresas de sectores vinculados directamente con la sanidad no me resisto a la tentación de exponer el ejemplo de una organización española, disruptiva, tecnológica, ejemplo y partner internacional en infinidad de proyectos e iniciativas, reconocida por las organizaciones y gobiernos más relevantes en el mundo, me refiero a GMV, un prototipo de organización comprometida con el presente capaz de contribuir como de hecho lo hace al diseño del futuro, ese futuro que a todos nos espera y en el que la armonía y equilibrio entre los valores del ser humano y las ventajas que ofrece la tecnología se abrazan y caminan juntas.

La Unión Europea en el contexto de la responsabilidad social proclama, estimula y anima a que las organizaciones, instituciones y empresas comprometidas con los criterios que emanan de la gestión ética y responsable comuniquen de forma abierta a la sociedad aquello que realizan en esta materia con el ánimo de “contagiar” y “comprometer” con su ejemplo a otros entornos laborales y profesionales quizás no tan avanzados o avezados en esta materia de sostenibilidad responsable. En este caldo de cultivo donde la innovación responsable tiene todo que decir y aportar.

GMV como otras organizaciones, instituciones y empresas que desarrollan su actividad en nuestro país ha elaborado un plan específico para esta época de crisis sanitaria global que incluye una serie de medidas encaminadas a asegurar la salud de sus empleados, colaboradores y familias, y contribuir de forma responsable al esfuerzo que toda la sociedad debe hacer en frenar la escalada del virus en todas y cada una de las geografías en las que esta organización opera.

La implantación de un plan de continuidad y contingencia desde el comienzo de la escalada de esta pandemia ha permitido que la práctica totalidad de sus actividades en todas sus sedes internacionales se estén realizando remotamente con absoluta normalidad evitando de esta forma riesgos innecesarios para las personas. Es importante tener en cuenta el liderazgo internacional de esta organización en materias relacionadas con la revolución tecnológica, digital incluida la imprescindible ciberseguridad.
No cabe ninguna duda que una de las derivadas de esta crisis sanitaria agente causal del estrés que se ha producido en todo el sistema tiene a su gran aliado en la tecnología y en la responsabilidad individual y colectiva, unos atributos que diseñan ya la proyección de futuro de nuestra sociedad.

Estamos en el vestíbulo de lo que ha de ser el devenir y en esa cultura, en esta transformación que ya está teniendo lugar la innovación responsable global, pero especialmente en el ámbito tecnológico el desarrollo e implantación armónica de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) es clave, y para ello todos los sectores y entornos deben estar abiertos y capacitados dotando de recursos suficientes y de estrategias acordes con la realidad que poco a poco nos va envolviendo.

Pretender caminar la senda del futuro sin afrontar con decisión las oportunidades que ofrece la tecnología es baladí. Aseguran los expertos que tan solo aquellos que sepan introyectar en su cultura individual y organizacional la innovación serán quienes diseñen y lideren el futuro. Para ello, para diferenciarse y para abrazar el éxito es muy importante saberse alinear y rodear siempre de los mejores y más capaces, de aquellos que ofrezcan los mejores resultados contrastados y sean además los más eficientes.