hay quien piensa que lo mejor es dejar que el Estado planifique las necesidades de médicos. En mi opinión, esto es y ha sido siempre un error. No hay mejor planificación que la libertad de mercado. La planificación siempre estará condicionada por aquellos que están dentro (los que ya son médicos) que no querrán más competencia y así poder reclamar más retribuciones, o por los que están fuera y quieren entrar, o por los que los contratan, que querrán tener muchos para elegir a coste inferior, etc. Todas las trabas administrativas y no relacionadas con la capacitación de las personas, como la nota de corte y acciones similares, no hacen sino perjudicar el mercado, desvirtuarlo y generar efectos no deseados, como explicaré más adelante al hablar del sistema educativo. Las que deben de planificar son las organizaciones sanitarias, los hospitales, las empresas.

Como reacción al exceso de médicos de los años ochenta, se pusieron en marcha una serie de trabas para el acceso a los estudios de medicina, principalmente numerus clausus. Hoy estamos pagando sus consecuencias.

Pero las dificultades para la contratación de médicos o para la cobertura de las plazas en la sanidad pública, no se deben solo a la escasez, sino por la falta de atractivo para los mismos. Los bajos sueldos, la precariedad de las contrataciones o las deficientes condiciones de trabajo son una parte importante de la explicación. También la falta de médicos lo sufren principalmente los hospitales comarcales y las zonas remotas y periféricas donde habrá que adicionar incentivos (no solo económicos) para que esos puestos de trabajo sean atractivos. En particular, la atención primaria sufre como ninguna la falta de profesionales. En mi anterior artículo sobre la crisis de la atención primaria expliqué ampliamente sus causas.

Por otro lado, el Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud, en el que de identifica expresamente a este personal como funcionario, establece la jubilación forzosa al cumplir la edad de 65 años. La jubilación forzosa es un sin sentido cuando el médico se encuentra capacitado y apto para seguir trabajando. Como también lo es querer que un médico con más de 55 años siga haciendo las guardias de un joven de 30. La asignación de tareas y trabajos deben hacerse con las capacidades de cada persona en la etapa de la vida en que se encuentre, más fuerza física o más experiencia, etc., y no estrictamente por la edad. Las jubilaciones forzosas degradan al sistema, le detraen de conocimiento y experiencia, le detraen capacidad de atención sanitaria y, además, perjudican a aquel médico que siempre se ha dedicado a la sanidad pública sin ejercicio privado, llevándolos en muchos casos a la depresión cuando no ocasionalmente al suicidio.

Medidas a corto plazo para atraer médicos, o retener a los que están, ya se están tomando, parcheando y con escaso éxito. Hay que promover un reconocimiento de la sociedad en general y de los responsables de la sanidad española hacia los médicos que, tras un largo período de más de diez años de formación se acaban planteando: tanto esfuerzo para tan poco reconocimiento.

Pero también queda por hacer más eficiente la labor de los médicos y enfermeros; quitar límites burocráticos y administrativos y aprovecharse de la irrupción de la digitalización para hacer más eficiente y eficaz su actividad con el apoyo de la telemedicina, el soporte a la decisión médica y la Inteligencia Artificial. Hay que buscar y favorecer la eficiencia. Pero en esto queda mucho por hacer.

La crisis del sistema educativo y la formación de los profesionales

El problema de la selectividad mediante notas de corte forjadas en el Bachillerato y la Selectividad (2021 las notas de corte para Medicina se establecieron entre los 12,708 y los 13,426 puntos) expulsa del mercado a muchos médicos vocacionales que reúnen condiciones más que suficientes y capacidades y actitudes fundamentales para el desarrollo de la labor de un médico.

El hecho de que estas pruebas, tanto para el acceso a la Facultad de Medicina como a MIR (Medico Interno Residente) estén basadas en la memorización, dada la distinta velocidad de maduración entre hombres y mujeres, son causa de la feminización de la profesión médica (70% son mujeres). Esto ya lo explicaba muy claramente en su libro Ser médico: El arte y el oficio de curar el doctor Miquel Vilardell, catedrático de Medicina Interna que fue presidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona, coordinó do el llamado informe Vilardell sobre la sostenibilidad del sistema sanitario en Cataluña y actual presidente del Consejo Asesor para la sostenibilidad y el progreso del sistema sanitario del Gobierno de la Generalidad de Cataluña.

Para poder trabajar en el Sistema Sanitario Público, es necesario sacar un título (y luego una plaza) de especialista. Y esto solo se puede hacer mediante el sistema llamado MIR.

A la mayor parte de los estudiantes de últimos años de la carrera nada que no sirva para el MIR interesa, salvo aprobar y terminar su carrera. Están enfocados a la preparación de estos exámenes y sacar un puesto suficientemente alto que los permita elegir la especialidad y el centro donde quieren desarrollarla. Los exámenes son de memorización y totalmente inadecuados. Lo lógico es que las pruebas las hicieran los propios hospitales universitarios y catalogados para realizar las diversas especialidades; como ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, y en otros muchos países.

Además, surgen problemas para el cambio de especialidad, si se equivocó, o de centro, si no lo cree adecuado o competente. También hay problemas para el acceso a más de una especialidad.

Resumiendo, es necesario, modificar los criterios de selección de estudiantes universitarios y de MIR, basados en la memoria, por otros basados en las capacidades y actitudes para el desempeño de la profesión o de la especialidad.

Los MIR, así mismo, se convierten en mano de obra barata que, con el pretexto de que se están formando, reciben un salario irrisorio viéndose obligados a la realización innumerables guardias con el fin de alcanzar unos ingresos suficientes para vivir.

Otro problema es la duración de las guardias. ¿Es sensato que sean de 24 h seguidas? Lo lógico es que fueran de ocho horas o, como mucho, de doce.

Otro problema más, y grave, es el problema de movilidad entre CCAA, con distintas regulaciones, distintos salarios y, además, distintas exigencias lingüísticas. Un caos.

Necesidad de un nuevo Estatuto de los profesionales sanitarios

En general, es necesario un nuevo estatuto en las facultades  de Medicina y hospitales universitarios que conlleve su despolitización y su autogestión, midiéndose por los resultados de éxito de sus miembros y egresados, en un entorno de libertad de elección, competitividad y transparencia.

Es necesario revalorizar a los profesionales mediante un nuevo Estatuto, independientemente de si trabajen en un centro público o privado, y donde estos dejen de ser funcionarios. Un nuevo Estatuto de los profesionales sanitarios, común para todos los profesionales que favorezca una gestión del personal sustentada en una clara propuesta de valor para el colectivo de profesionales asistenciales, que abarque aspectos tales como el desarrollo de una actividad profesional reconocida socialmente en un entorno de trabajo agradable y seguro.

Es necesario un nuevo Estatuto de los profesionales sanitarios en el que se soluciones aspectos tales como la autonomía de actuación, la autoridad del médico su corresponsabilidad en la gestión clínica, los derechos y deberes respecto a los gerentes y empresarios, respecto a los pacientes y ciudadanos y respecto al resto de profesionales y colegas. Donde se resuelvan también los aspectos éticos, laborales y profesionales.

Un Estatuto para todos los profesionales sanitarios, independientemente de que el Centro donde trabajen sea público o privado.

Un Estatuto en el que el médico y el enfermero y, en general, los profesionales asistenciales, queden más valorados, más potenciados, pero en el que dejen de ser funcionarios públicos y de estar sometidos a las clásicas reglas del funcionariado público.

Un Estatuto en el que se contemple la protección del médico para el desarrollo de su carrera profesional asistencial, docente y de investigación y donde se marquen los parámetros básicos y conceptuales de los sistemas retributivos en función de las competencias y de los sistemas de motivación e incentivación en función del cumplimiento de objetivos expresados fundamentalmente en resultados en salud ponderados por los resultados económicos.

Un Estatuto en el que se recojan los problemas actuales de seguridad personal y en el que refuerce y proteja la autoridad del médico, que debe ser considerado en todo caso como autoridad en el ejercicio de su actividad profesional.

Un Estatuto en el que, además de médicos u enfermeros, se recojan también el resto de los profesionales involucrados en la prestación de los Servicios sanitarios, como los directivos y gerentes, psicólogos, asistentes sociales, administrativos, técnicos informáticos y técnicos y expertos en las diferentes tecnologías de la salud.

Necesidades de una nueva gestión de personal

Necesitamos un nuevo modelo de personal. Un modelo basado en las siguientes premisas:

Revalorización de los médicos y enfermeros, en el que se valore al profesional, su autoridad, su participación en la gestión, su iniciativa. Necesitamos un nuevo marco en el que se ponga en valor su profesión, en el que deje de ser un funcionario. El profesional ha de ser el dueño y el responsable de su propio destino.

Posicionamiento del médico de familia o de cabecera como gestor de la salud de su población asignada, midiéndole por los resultados en salud, y de cada uno de sus pacientes, siendo responsable de la historia de salud, integrada con todos los procesos y episodios clínicos por los que ha pasado su paciente.

Reequilibrio los roles del personal médico, de enfermería y farmacéutico para un mejor aprovechamiento de sus capacidades. Repartir funciones y tareas también entre auxiliares y técnicos. Optimizar las capacidades de cada perfil.

Gestión de los RRHH por parte de los centros sanitarios, no de las consejerías, en el marco de un nuevo Estatuto de la profesión sanitaria.

Trasparencia del mercado de trabajo: necesidades, retribuciones. Libertad de contratación. Garantía de la movilidad del personal.

Evaluación e incentivos principalmente en función de sus resultados en salud.

Transformación y desarrollo del papel y la relevancia de los colegios profesionales de médicos, enfermeros y farmacéuticos, como instrumentos de desarrollo profesional, autocontrol y expresión.

En el próximo artículo hablaré sobre la competición por la captación de profesionales sanitarios cualificados y las acciones a llevar a cabo para la retención de los mismos, en un sector en el que la escasez de profesionales cualificados se ha hecho crónica, y donde la identificación de cuáles van a ser las fuentes de captación se convierte en una actividad estratégica. También hablaré de una necesaria trasformación de la gestión del personal, la medición del rendimiento, el desarrollo profesional y con compensación y reconocimiento del mérito, en un marco de sostenibilidad económica y de satisfacción de profesionales y pacientes.