Otros autores: Vergés Milano, Josep; Möller, Ingrid; Vergés Milano, Maria Teresa; Martínez Fernández, Nina; Baquero Zazo, Alejandro.

Entre los hábitos saludables, el ejercicio físico ajustado es, sin duda, uno de los pilares básicos, unido al descanso reparador y a una correcta alimentación, a través de una dieta equilibrada y saludable, manteniendo un peso adecuado.

Las patologías articulares van en aumento con el incremento de la esperanza de vida, especialmente en el género femenino. No obstante, no solo afecta a personas de edad avanzada, sino que cada vez más relevante en ciertos grupos de riesgo jóvenes, como las mujeres con una menopausia prematura de cualquier origen, las personas con obesidad y los/las deportistas, entre otros. De hecho, la artrosis es la enfermedad crónica más común entre los ex-deportistas de alto nivel que requieren cirugías protésicas a edades más tempranas que la población general.

El hierro cumple una importante función en el cuerpo ya que es parte esencial de la hemoglobina, proteína presente en los glóbulos rojos que transporta de oxígeno desde los pulmones hasta los tejidos, retirar el CO2 de los tejidos y eliminarlo en la respiración.   El hierro desempeña un papel vital en los procesos metabólicos oxidativos y en la generación de energía química. Su participación en la transferencia de electrones a través de los citocromos en las mitocondrias (estructuras encargadas de producir energía en forma de adenosín trifosfato (ATP) en las células), es esencial para garantizar la disponibilidad de energía necesaria para la contracción muscular durante el ejercicio. La continua regeneración del ATP es crucial para mantener la fuerza muscular a lo largo del tiempo y permitir un rendimiento óptimo durante la actividad física.

Las mujeres suelen presentar un nivel más bajo de hierro en sangre (anemia ferropénica) que los hombres y es más frecuente en aquellas con menstruaciones abundantes, que se encuentran en periodos de gestación y lactación (el niño aumenta mucho su demanda), con ciertos procesos tumorales, úlceras pépticas o intervenciones quirúrgicas. Los vegetarianos y veganos también presentan un mayor riesgo, pues el hierro hemo de más fácil absorción es de origen animal. Asimismo, el riesgo aumenta en aquellas deportistas, ya que el ejercicio físico aumenta las necesidades de hierro debido al gasto energético. Esto unido a la pérdida de hierro por las microlesiones fibrilares que se producen durante el ejercicio, así como a la pérdida a través del sudor (aunque esta pérdida es pequeña).

Tenemos más de 600 músculos esqueléticos estriados, que tienen una función tan importante en el sistema locomotor como el propio esqueleto óseo. Al contraerse son quiénes proporcionan movimiento haciendo tracción sobre los tendones, proporcionando estabilidad y soporte a las articulaciones, incluso estando aparentemente relajados (tono muscular).

Cuando no cuidamos y fortalecemos nuestra musculatura, pueden aparecer enfermedades como la sarcopenia. La sarcopenia es la pérdida de cantidad y calidad de la masa muscular esquelética. Genera cierta discapacidad pues se acompaña de la pérdida de fuerza y estabilidad aumentando la carga sobre las articulaciones y el riesgo de sufrir artropatías y caídas. Puede mitigarse con ejercicio y dieta rica en proteína, pero de forma natural se asocia a personas de edad avanzada, pues a partir de los 40-50 años la masa muscular se va perdiendo a un ritmo aproximado del 1% – 2% anual (antes, en caso de personas sedentarias y el doble a partir de los 60 años). De hecho, una de cada cuatro personas mayores de 70 años y el 50% de las personas mayores de 80 años, padecen una sarcopenia en mayor o menor grado. Por esta y otras razones, el 30% de las personas de 65 años o más, se caen entre 1 y 4 veces por año; llegando al 50% en los mayores de 80.

Obviamente, el déficit de hierro afectará al rendimiento deportivo, pero también al correcto mantenimiento muscular.

Por todo ello, estas circunstancias hacen recomendar el aporte adecuado de hierro en las diferentes etapas de la vida y ante determinadas situaciones. Sin embargo, la suplementación oral se puede acompañar de efectos secundarios como problemas digestivos, y su absorción es bastante irregular. En promedio, solo alrededor del 10% del hierro consumido en la dieta se absorbe por el cuerpo. Esta absorción puede mejorar si se combina el hierro con vitamina C, lo que se incrementa en un 50% en la persona con anemia. Por esta razón, la biodisponibilidad del hierro oral tradicional hace que tenga un papel más de carácter preventivo que terapéutico frente a una anemia establecida, es decir que su efectividad para tratarla es muy limitada. Sin embargo, existen presentaciones orales modernas que tienen una mejor capacidad de absorción (dializabilidad) y también se puede considerar la administración de hierro por vía parenteral (por ejemplo, a través de inyecciones) como una opción más efectiva en ciertos casos.

En todo caso, la suplementación de hierro debe estar dirigida por un facultativo, con el objetivo de prevenir la saturación de la ferritina (proteína de la sangre que transporta el hierro) y la acumulación de hierro en los tejidos (hemosiderosis y hemocromatosis en caso extremo). Esto se debe a que el exceso de hierro puede tener un efecto prooxidativo y ser s un factor de riesgo para enfermedades oncológicas y cardiovasculares.

Si estás interesado en saber más sobre salud articular o necesitas nuestra ayuda como organización de pacientes, estamos a tu disposición en OAFI (Osteoarthritis Foundation Interntional) https://www.oafifoundation.com/, con sede en Barcelona, c/ Tuset, 19 · 3º 2ª; teléfono: 931 594 015 y correo electrónico: rsc@oafifoundation.com.