El miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales a amenazas reales o percibidas y, en ocasiones, cuando nos enfrentamos a la incertidumbre o a lo desconocido.

Además del temor de contraer la enfermedad, nos encontramos con cambios significativos en nuestra vida diaria (trabajo desde casa, desempleo, paro temporal, restricción de movimiento, la falta de contacto físico con nuestros familiares y amigos, la conciliación laboral y familiar con la escolarización en casa de los niños, etcétera).

Todos estos cambios provocan altos niveles de estrés y ansiedad en el seno familiar.

La repercusión de esto es un mayor nivel de abuso psicológico y violencia física a los niños del hogar, sobre todo en familias que se enfrentan a una crisis financiera inducida por la pandemia.

La pérdida por fallecimiento de familiares o allegados por afectación del virus en la familia.

La falta de compañía y la separación de los cuidadores afecta directamente al bienestar de los niños.

Por todo ello los menores de la casa pueden sufrir un trastorno de estrés agudo, depresión, y problemas de adaptación causados como resultado de un cambio dramático en su estilo de vida. Estos factores estresantes pueden desencadenar nuevos síntomas o exacerbar afecciones mentales o neurológicas subyacentes y pueden causar dificultades para dormir entre otros síntomas.

Debemos mantener el cuerpo y la mente de nuestros hijos sanos, para ello debe de trabajar toda la familia por el bienestar emocional de los niños y no recaer en una disciplina severa y ser menos receptivo a las necesidades de los menores.

Existen pequeños pasos que pueden ayudar a mantener el bienestar emocional en niños y adolescentes.

Paso a paso

Es fundamental la comunicación con nuestros hijos, de forma comprensiva y clara. Adaptando siempre el lenguaje a la edad del niño.

Siendo necesario que vivan la situación de forma real, pero siempre debemos de protegerlos del exceso de información, de bulos y alarmas, incluso de nuestras propias opiniones que pueden discernir de la realidad. Evitaremos esa sobreexposición ya que pueden generarles más miedos que conocimientos sobre la enfermedad.

Que sientan la seguridad y protección de que siempre estaremos disponibles para aclararles cualquier duda o incertidumbre sobre la situación que están viviendo.

Podemos crear espacios adecuados para ellos en los que comentar lo que conocen sobre el virus, qué es lo que se imaginan, que dibujen lo que piensan, que representen sus ideas con plastilina, que lo plasmen en un cuento.

Debemos aportar un clima de calma, tranquilidad y cariño. Dado que los menores aprenden a gestionar sus emociones a partir de como lo hacen sus adultos de referencia, es por ello que los adultos deben conservar ciertos espacios de soledad y calma, para poder estar emocionalmente preparados para sus hijos.

Los niños, sobre todo los más pequeños ante todos estos cambios de vida, rutina y horarios, pueden manifestar su malestar en forma de rabietas, cambios de humor, pesadillas nocturnas, nerviosismo, introversión, distracción o incluso dificultad de concentración.

Por ello es necesario ayudarlos a expresar sus emociones, saber cómo se sienten, sus inquietudes o miedos. Relajarlos explicándoles la situación a través de cuentos,

transmitiéndoles que, con su ayuda y colaboración, en quedarse en casa, lavarse las manos, mantener las distancias pueden evitar que muchas personas contraigan la enfermedad.

Debemos mantener el cuerpo y la mente de nuestros hijos sanos

Cambiar su frustración ante la percepción de “fastidio” de no poder salir a la calle o ir con los amigos, por la idea de que es nuestro sacrificio personal el que va a ayudar a que sus amigos no se enfermen, que con el esfuerzo de quedarnos en casa estamos salvando vidas, y esto es esencial para todos los que nos rodean, fomentando así la solidaridad entre ellos.

Pero estas medidas higiénicas no pueden separarles de sus seres queridos para no desestabilizarlos, debemos recurrir a las nuevas tecnologías para mantener la comunicación con la familia y amigos.

A día de hoy, disponemos de diversidad de maneras tecnológicas de poder hablar y vernos. Debemos de introducirlo como herramientas para interactuar con los más queridos.
Es crucial hacerles sentir importantes, reconocer sus esfuerzos, su mérito en afrontar la situación como los mayores y es esencial mantenerles una organización en el día a día. “Un orden”.

Mantener una rutina, establecer horarios de sueño, comidas, juegos y estudios, así como aplicar todos los días las medidas higiénicas preventivas que nos recomiendan los profesionales de la salud.

Conservar la actividad física en familia con vídeos divertidos o tablas de gimnasia improvisadas

Reservar un momento del día, para hablar de las cosas buenas y agradables que hayamos tenido a lo largo del día, quizás después de cenar sería un buen momento para hacer un pequeño diario en donde escribir esas cosas que nos han resultado agradables: ej. La comida que ha hecho hoy mamá, la video llamada con los amigos del cole…

Pero a pesar de mantener ciertas rutinas, también es importante flexibilizar los horarios y no sentirnos culpables si cedemos a actividades lúdicas.

Debemos instaurar la paciencia y la tolerancia en nuestros hogares, porque a pesar de estas pequeñas recomendaciones, es posible que los menores se muestren más exigentes con sus rabietas y enfados más duraderos y difíciles de manejar.

Reconocerse haciendo este esfuerzo de confinamiento del que aprenderán a ser más solidarios y desinteresados, aceptar el aburrimiento y crear alternativas para salir de él, ayudándose unos a otros dentro de la familia cooperando en las actividades caseras para lograr el bienestar de todos. Los niños tienen mucha resiliencia en su naturaleza en desarrollo y eso es algo muy importante con lo que debemos contar para potenciar su propia capacidad adaptativa y de crecimiento.

En conclusión, a todos nos lleva nuestro tiempo adaptarnos a una nueva situación. Y esta que nos ha tocado vivir es especialmente extraña para nosotros y para nuestros hijos. De ella, nuestro aprendizaje final se verá enriquecido al comprobar nuestra capacidad de afrontamiento y reajuste de valores que, aun siendo conocidos, hasta ahora no habíamos prestado mucha atención: pensar en los demás, mostrar agradecimiento, el dar y recibir, comprobar la generosidad del ser humano, el altruismo y participar conjuntamente desde los más pequeñitos a los más mayores en el logro del bienestar común.

Rita Rodríguez Fernández