Con la llegada del verano, aunque este año se presente algo atípico, empezamos a movilizarnos más. Y esos desplazamientos en coche, sobre todo los que realizamos por carretera, son importantes que los llevemos a cabo de la manera más segura y responsable posible. Los vehículos están dotados con las últimas medidas de protección, pero normalmente dirigidas a los adultos, o al menos son efectivas a partir de determinadas edades. Es por ello que no debemos olvidarnos de los más pequeños y abogar por llevar lo mejor protegidos a nuestros menores y así ante cualquier percance minimizar daños o traumatismos.

La normativa marca unos mínimos obligatorios y la recomendación de que viajen a contramarcha, pero ¿hasta qué edad es conveniente que viajen de esta manera? Aunque países como Suecia llevan implantando desde hace décadas el viaje a contramarcha, ha sido este mismo año la Academia Americana de Pediatría (AAP), ante las evidencias científicas, quien ha modificado sus recomendaciones para contestar a esta recurrente pregunta que tantos conductores, padres y madres principalmente, se hacen. En esa nueva guía les aconsejan que los menores que viajan con sus sillas de retención vayan a contramarcha al menos hasta los 4 años. Y pasada esta edad cuanto más se pueda alargar en el tiempo mucho mejor, siempre y cuando haya dispositivos adecuados a su peso y altura que así lo permitan. Estas conclusiones se deben a que, ante cualquier impacto, la exposición que se genera en esta posición para los niños es cinco veces menor y reduce en un 90% el riesgo de sufrir lesiones graves en un accidente de coche.

Para proteger a nuestros hijos, lo primero que debemos conocer son sus partes más vulnerables, las cuales comprenden: la cabeza, el cuello y la zona abdominal. Hay que tener en cuenta la importancia de sus diferencias morfológicas con respecto a las de un adulto. Para muchos bebés menores de dos años su cabeza representa el 20% de su cuerpo, lo que se corresponde con un peso elevado que debe soportar al multiplicarse por la velocidad a la que se circula en caso de colisión. Esto, sumado a que las tracciones producidas por un impacto o frenazo en seco se transmiten sobre un cuello en fase de maduración, que no ha completado su desarrollo muscular y vertebral, incapaz de contrarrestar los movimientos de vaivén, hace que, ante un mismo accidente, ellos tengan mucho más riesgo de muerte, ocasionándoles una hiperextensión de sus vértebras, cuyas cervicales están aún compuestas por cartílago, que puede generarles lesiones muy graves e incluso irreversibles.
Al mismo tiempo, si observamos la zona del tórax también tiene sus peculiaridades, el abdomen resulta más prominente en los bebés y niños pequeños y la forma circular de la caja torácica y la flexibilidad de las costillas la hacen especialmente frágil ante las presiones de los sistemas de sujeción sobre sus órganos internos.

Cualquier persona iría más segura viajando en sentido contrario a la marcha, pero para los niños resulta vital ante una colisión, pues se protege al menor de la energía del impacto, la fuerza sobre la cabeza del bebé es mucho menor porque enseguida encuentra un tope, en un primer momento el del respaldo de su silla y después el del asiento delantero.

Por otra parte, es fundamental desterrar falsos mitos y prejuicios sobre viajar a contramarcha. La primera de ellas, pensar que se trata de una moda más y no es así, la física no entiende de estilos y sus estudios nos demuestran que la fuerza ejercida sobre el cuello en caso de frenazo brusco a favor de la marcha supera los 2000N, mientras que a contramarcha no alcanza los 600N. Otros desaciertos son creer que: no merece la pena si se viaja poco y casi siempre por ciudad, no ven nada, se aburren, se marean, les duelen las piernas porque no las pueden estirar, lloran más, este tipo de sillas son más caras… Son estereotipos que no solo la ciencia los ha demostrado erróneos sino que los países donde esta medida lleva implantada desde hace décadas los percibe como carentes de toda lógica.

Cualquier persona iría más segura viajando en sentido contrario a la marcha, pero para los niños resulta vital ante una colisión, pues se protege al menor de la energía del impacto

De acuerdo a lo anteriormente mencionado, aquellos territorios que adoptaron esta preferencia en sus desplazamientos como los países escandinavos, estadísticamente han demostrado que viajar a contramarcha ha resultado más seguro y poseen los índices de mortalidad infantil en carretera más bajos de todo el mundo. Sin embargo, en España, se producen accidentes con consecuencias de poca gravedad para los adultos y que resultan altamente peligrosos para los más pequeños convirtiéndose en la principal causa de muerte infantil. Estos hechos pueden deberse en gran parte a la desinformación de la sociedad en general y de los progenitores en particular que, guiados por falsas creencias, cambian a sus hijos a favor de la marcha antes de lo aconsejado y utilizan sistemas de retención inadecuados, mal instalados y no correctamente homologados.

En conclusión, la implantación del viaje a contramarcha para nuestros menores debería ser una prioridad. Sus beneficios están más que comprobados y demostrados y son la principal medida de prevención ante una colisión de tráfico. Por el número de vidas que se salvarían, así como por la reducción del impacto social, tanto personal como material, urge una legislación acorde al siglo XXI con unas fuertes e importantes campañas de información desde la Dirección General de Tráfico o administraciones competentes.