El diccionario del uso del español de María Moliner define humanizar como: “Hacer una cosa más humana, menos cruel, menos dura para los hombres y las mujeres”. En el contexto de la asistencia sanitaria, además, hablar de humanización es hablar de las necesidades del paciente como eje de la atención, del derecho a ser cuidado de manera profesional, de recibir un trato más “humano”, es decir, un trato más empático, respetuoso y dignificador. También es poder crear una estructura adecuada para que las personas con problemas de salud puedan ejercer su autonomía, o participar en la toma de decisiones.

Ya se hablaba de humanización en la década de los años 80 y se planteaba que era preciso un enfoque orientado a los ciudadanos, trabajar con la mejora de la accesibilidad del sistema sanitario, promoviendo la participación y ya entonces, se crearon los servicios de atención al paciente, con enfermeras al frente, para canalizar la voz del usuario mediante la gestión y el tratamiento de las reclamaciones y quejas.

Pero, además, en los últimos años, parece ser que emergen con fuerza políticas proactivas donde la humanización, es un elemento de identidad de organizaciones excelentes y así ha ido cambiando su foco, de centrarnos meramente en la patología y la enfermedad, hacia un enfoque real dirigido a lo que las personas valoran, su intimidad, el respeto a sus creencias y donde la equidad, accesibilidad, autonomía o el respeto a la confidencialidad son atributos de una organización más humana. Así es como se ha convertido en un nuevo eje de la atención y es lo que parece regir el paradigma actual de la asistencia sanitaria.

Un nuevo paradigma sobre el que hoy se hacen reuniones científicas, crecen fundaciones para aliarse con los profesionales de la salud, y aparece también en nuestro sistema de provisión de servicios una clave, el valor de centrarse en la persona, en apoyarla.

Algo compartido también con la comunidad científica es el valor de la humanización incorporando la experiencia de pacientes, entendiendo enfoques de abordaje interdisciplinaridad para encontrar el valor de lo integral.

En este paradigma emergente con fuerza el valor del buen cuidado enfermero aporta evidencia científica y a su vez, demuestra el valor ligado a la humanización desde el cuidado excelente.  Los hallazgos que han aportado con su investigación por ejemplo el grupo del Dr. Morales y sus propuestas de transformación para el abordaje de la cronicidad, o la aportación de la Dra. Aiken y el papel de las enfermeras en la seguridad son evidencias que hoy construyen la excelencia en nuestras organizaciones.

Pero hoy quiero dar luz a una sombra, y la reflexión que quiero compartir aquí, me ha llevado por Twitter donde cuidar bien es humanizar y un mal cuidado destruye el enfoque de la humanización.

Existen proyectos sobre humanización en todas las comunidades autónomas. En todas las sociedades científicas hay proyectos de humanización y hoy en día existen encuentros, jornadas y premios que ya desde hace una década, dan visibilidad a estas acciones. Sin embargo, hoy nos toca nuevamente reflexionar sobre cómo estas iniciativas, igual se olvidan cosas tan elementales como el cuidado básico que se proporciona a los ciudadanos más frágiles en nuestras instituciones.

Este verano, Mónica Lalanda, @mlalanda, médico y que coordina @graficamedicas monicalalanda.com, una tuitera muy conocida a la que sigo, el  25 de julio de este año publicó una de sus viñetas y pidiéndole permiso, le he pedido si me dejaba mostrarla en este artículo. Ella que es un encanto me ha dicho que sí y es lo que nos servirá de excusa para plantearnos si realmente pensamos que estamos haciéndolo todo para que la humanización sea una realidad en las organizaciones sanitarias y seguramente, también en las sociales.

En su viñeta se leía:

“Animar a personas continentes a hacerse sus necesidades encima es indigno tengan la edad que tengan”.

Y desde luego, lo comparto al cien por cien, y seguramente todo aquel que lo leyó opinaba lo mismo, sin embargo, esto sucede diariamente en muchos hospitales españoles y desde luego, en muchos centros sociales.

También hay quejas sobre cómo los camisones son inadecuados, los pijamas no cumplen su cometido de preservar la intimidad del paciente ingresado o se circula con pacientes por el centro incorrectamente vestidos cuando ingresados acuden a una consulta o a rehabilitación.

Lo importante no es decir “esto no pasa en los hospitales de mi comunidad”, lo importante es saber por qué pasa, porque la realidad es terca y esto sucede diariamente en muchos centros, aunque sus líderes no quieran creerlo.

Son muchas las causas, pero seguramente existen cinco relevantes:

El cuidado profesional todavía es considerado algo menor y poco trascendente para la salud de los ciudadanos y esta consideración es un hecho, simplemente revísense los indicadores de los contratos programa de los centros y comprobemos qué se monitoriza.

Las buenas prácticas de cuidado profesional son competencia de las enfermeras generalistas, tanto en su gestión como en la planificación y parece que no están siendo liderados por las enfermeras y enfermeros de los pacientes, que son quienes deben liderar y velar por que en los equipos de enfermería se practiquen buenos cuidados básicos.

No se identifica la cobertura de necesidades básicas de cuidado con la necesidad de planificación, gestión y liderazgo enfermero, y en ocasiones, por no ejercer este liderazgo en el cuidado cotidiano de las enfermeras, existen consecuencia hacia sus pacientes que afectan a su intimidad.

Equipos de enfermería donde no están integradas las figuras de los celadores, y eso significa, en muchas ocasiones que los pacientes no se levantan de sus camas en tiempo y forma, por un error conceptual de que es un equipo y quien lo lidera. O por la persistencia de la asignación de tareas fragmentadas y no desarrollar una visión integral, imprescindible en la provisión de cuidados cotidianos y de confort, que por cierto son parte del plan de cuidados que debe haber diseñado la enfermera.

La falta de valor del cuidado básico y su repercusión en el desarrollo de una visión de salud integral, traen en consecuencia que se consientan acciones inadecuadas que suplen falta de recursos humanos.

No se puede decir que una organización tiene un plan de humanización si consiente que se hagan este tipo de afirmaciones, como la que Mónica nos presenta en su viñeta y desde luego, suponen una alerta clara de que las cosas pueden mejorarse.

Y si esto sucede, con independencia de que las unidades de cuidados dispongan de recursos humanos o no, o que estas se asuman como prácticas comunes del mal menor, o que sea la consecuencia de la organización de los equipos de enfermería, algo no va bien.

Está claro que es una alerta y que, en estos casos, las enfermeras y enfermeros generalistas deben de supervisar y ser garantes de sus pacientes. Ninguna enfermera puede consentir que esto suceda, ninguna dirección de enfermería debería de tolerarlo y ningún gerente debería de permitir que suceda en su organización.

Esto nunca debería de ser una excusa porque la realidad es que, si alguien es capaz de decirle a un paciente continente que se convierta en incontinente, este es un problema de cuidados que la enfermera del paciente no debe de consentir y ha de estar respaldada por sus superiores, sin ninguna duda.

‘Cuidar bien es humanizar y un mal cuidado destruye el enfoque de la humanización’

Estas situaciones afectan a la persona, a la que se le falta al respeto, a su dignidad, le genera iatrogenia y riesgos para su salud.  Limita la toma de decisiones del paciente y le convierte en el “infermus”, el que no decide, como dice Diego Gracia.

Denota la ausencia de un plan de cuidados personalizado, y desde luego, la enfermera o enfermero generalista del paciente, no supervisa correctamente los cuidados que este paciente precisa y recibe, con el que hay que negociar y acordar aquello que recibirá en el centro para mejorar su salud.

Este tipo de prácticas, están lejos de la excelencia, autores de procedimientos escriben al respecto que “la utilización inapropiada de absorbentes de incontinencia en adultos puede afectar negativamente a la autoestima, calidad de vida, e independencia del paciente, así como aumentar la carga de trabajo y provocar eventos adversos”.

Y es por ello por lo que la enfermera del paciente no debe consentirlo, para eso es el garante de sus pacientes, y si sucede, no está haciendo su trabajo desde la buena práctica del cuidado, la supervisora de la unidad debería de buscar por qué ha sucedido y desde luego encontrar soluciones trasparentes y reales, y que no vuelva a pasar, ya sea de noche o de día.

La dirección de enfermería debe atajarlo poniendo procedimientos en marcha, con suficientes recursos, con formación y desde luego, reconociendo la competencia y el liderazgo de las enfermeras de las unidades clínicas para que no vuelva a suceder. Y la gerencia, pondrá cartas en el asunto e igual que nunca consentiría que a un paciente se le indique un fármaco para dormir si no es necesario, simplemente para que no moleste porque hay poca gente igualmente debe velar porque a ningún paciente continente se la coloque un absorbente en vez de levantarle y llevarle al aseo cuando lo necesite.

Como dice J. Carles March, reconocemos que no resultará fácil humanizar la asistencia, pues no basta con la voluntad de prestar un servicio de calidad, sino que sería fundamental un nuevo replanteamiento y organización para conseguirlo. La atención humanizada sería, probablemente, el primer paso para alcanzar el éxito y la calidad asistencial en un servicio de salud, donde los pacientes, en esta nueva era, quieren y desean tener un nuevo protagonismo.

Bibliografía

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  3. Alba Martín.¿Humanización de los cuidados en la actualidad? Humanización de la atención hoy en día?. Rev Cient Soc Esp Enferm Neurol, 41 (2015), pp. 27-28
  4. Blanca Fernandez-Lasquetty Blanca, Gloria Lorente Granadosb, José María Tenías Burilloc, Angel Luis Racionero Montealegred, Ignacio Alcañiz Octavioe, Antonio Gigante Leónf . Adecuación del uso de absorbentes de incontinencia urinaria en pacientes adultos ingresados en un hospital. Enf Clinica Vol. 25. Núm. 4. páginas 198-203 (Julio – Agosto 2015) https://www.elsevier.es/es-revista-enfermeria-clinica-35-articulo-adecuacion-del-uso-absorbentes-incontinencia-S1130862115000789
  5. Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica. [consultado 2 Sep 2017]. Disponible en: https://www.boe.es/buscar/pdf/2002/BOE-A-2002-22188-consolidado.pdf