La actualidad sanitaria desde hace casi dos años aparece copada de noticias e informaciones sobre la actual situación sanitaria que desde entonces nos acompaña. Una pandemia que ha azotado a todo el mundo, que sigue acabando con vidas, y que, sin un ápice de duda, ha puesto en jaque nuestra manera de relacionarnos. Cuando más parece que nos acercamos al fin, nos volvemos a enfrentarnos a nuevas variantes y rebrotes, dejándonos en evidencia que, aunque le hemos ganado algún pulso a la enfermedad, no debemos bajar la guardia, esta sigue fuerte y no nos va a dejar proclamar fácilmente su fin.

Pero, aunque hay que tener presente el virus, quiero en estas líneas dar la espalda a esta enfermedad, olvidar todo lo malo de la existencia del coronavirus, y centrarme en lo bueno, recordando antes algo que nos hace únicos, la gran solidaridad que comparte el pueblo español.

Tenemos un país solidario, que cada día lo demuestra aportando su granito de arena en hacer un mundo mejor, lo hemos hecho durante 29 años consecutivos liderando el ranking mundial en donación de órganos, también al ser uno de los países que mayor número de donaciones de sangre hace, los sextos mundiales en el año 2019, y este año lo hemos vuelto a hacer, al vacunarnos contra el coronavirus.

Gestos solidarios, todos ellos altruistas, que redundan en la salud de todos, y es que, mientras otros países europeos sopesan la imposición forzada de la vacunación, o el abono de incentivos para promoverla, aquí en nuestro país se ha confiado en la responsabilidad personal de la población.

Una vacunación que ha hecho que, a día de hoy, más del 80 por ciento de la población española esté vacunada contra el coronavirus, unos datos envidiables a los del resto del mundo, y que destacan en el panorama europeo. En el ranking mundial de vacunas, nuestro país es el séptimo del mundo con mayor población inmunizada, y tercero a nivel europeo (Ministerio de Sanidad | Datosmacro.com | Our World in Data | CSSE – JHU).

En una nueva ola de contagios en Europa, con una incidencia disparada, donde los países europeos ya están estudiando la imposición de la vacuna obligatoria entre la población, o ya lo están exigiendo en otros, la situación vuelve a ser límite, lo que ha hecho que hasta el ministro de salud de Alemania pronuncie un contundente mensaje: “al final del invierno, los ciudadanos estarán vacunados, sanados o muertos».

“En el ranking mundial de vacunas, nuestro país es el séptimo del mundo con mayor población inmunizada, y tercero a nivel europeo”

Pese a este escenario de rebrotes, nuestro país mantiene una incidencia de 130 contagios por cada 100.000 habitantes, cada vez en progresivo aumento, pero se trata de una tasa más baja de las que sufren actualmente los países europeos.

El panorama europeo vuelve a tener una tendencia negativa, con países como Austria a la cabeza, con más de con 1.900 contagios por cada 100.000 habitantes, y teniendo que decretar de nuevo el confinamiento, al que le sigue República Checa, Bélgica o Países Bajos con más de 1.000 contagios por cada 100.000 habitantes.

Pero al tratar con estos alarmantes datos, debemos tener en cuenta que estas regiones no cuentan con una vacunación tan adelantada como la nuestra, lo que puede explicar estas incidencias. No obstante, esta situación obliga a tomar medidas en nuestro país, pues la vacuna ayuda a reducir los contagios, pero no nos protegen en su plenitud.

En la actualidad, ocho de cada diez españoles, nos hemos vacunado por diferentes motivos, ya sea el pensar en nuestra salud personal, o en la de la gente que nos rodeaba, con mayor o menor confianza en la ciencia, con o sin miedo o recelo al inyectable, pero se acudió a la vacunación. Porque fue un gesto asumido por los ciudadanos, una necesidad, un perseguir el bien general de todos, una herramienta para volver a la vida de antes, sin haber tenido que recurrir a incentivos como en Estados Unidos, sin becas al vacunado, sin que se nos ofrezca un menú de hamburguesa con patatas y bebidas, como promovió el alcalde de Nueva York.

Y esta senda de altruismo es la que impera en el Sistema Nacional de Salud, y que lo ha hecho con muy buenos resultados. Somos líderes en el ranking de vacunación, también en donación de órganos, donde desde hace 29 años ningún otro país nos alcanza, representando las donaciones españolas el 19% de las realizadas en la Unión Europea, y el 5% de las registradas a nivel mundial. En cuanto a la donación de sangre tampoco ocupamos un mal puesto en el ranking, somos sextos a nivel mundial en el año 2019.

Un sentimiento solidario y altruista, que así aparece recogido en el anteproyecto de la nueva Ley de Equidad, Cohesión y Universalidad del Sistema Nacional de Salud, que impulsado por el Ministerio de Sanidad, pretende reformar la actual normativa, y que acaba de iniciar su trámite de información pública.

La misma, en su disposición final quinta, dice que ninguna persona podrá acceder a la lista de espera de trasplante mediante el pago de una contraprestación”, lo cual clarifica este tenor, que ya dejó la vigente Ley 30/1979, de 27 de octubre, sobre extracción y trasplante de órganos, que en su artículo 2 se refería al donante al establecer que “no se podrá percibir compensación alguna por la donación de órganos (…) En ningún caso existirá compensación económica alguna para el donante, ni se exigirá al receptor precio alguno por el órgano trasplantado”.

Hecho que ya protege el artículo 156 bis del Código Penal, al tipificar como delito de tráfico de órganos humanos, entre otros, las conductas en las “que, a cambio de la extracción u obtención, en provecho propio o ajeno, se solicitare o recibiere por el donante o un tercero, por sí o por persona interpuesta (…) dádiva o retribución de cualquier clase o se aceptaré ofrecimiento o promesa”.

Pese a ello, el periódico ABC recogió a principios del mes de noviembre, el posible interés del Instituto Ostrom de cambiar este carácter altruista, señalando un primer movimiento de consultas con políticos de diferentes partidos para ver la postura de un cambio normativo que permita el pago por la donación de plasma en nuestro país.

Un negocio de compraventa de sangre, que ya tiene cabida en algunos ordenamientos jurídicos europeos y también en Estados Unidos, que han visto como un método de abastecer los bancos de sangre, y disminuir la dependencia de terceros países, en un contexto global de escasez de donantes de sangre.

No obstante, este sentido es ilegal en España, que recoge las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que apelan al carácter altruista para evitar que el pago por donaciones de este tipo se convierta en una nueva forma de explotación de las personas más vulnerables. Un principio de altruismo que así se recoge el artículo 4 del Real Decreto 1088/2005, de 16 de septiembre, por el que se establecen los requisitos técnicos y condiciones mínimas de la hemodonación y de los centros y servicios de transfusión, que define la donación voluntaria y altruista “como aquella en la que la persona dona sangre, plasma o componentes celulares por su propia voluntad y no recibe ningún pago por ello, ya sea en efectivo o en alguna especie que pueda ser considerada sustituto del dinero”. Aunque sí permite ciertos presentes como reconocimiento o reembolso de desplazamiento, pero dentro de la entidad de la donación voluntaria no remunerada.

La comercialización de plasma y derivados sanguíneos es una práctica prohibida desde el año 1985, que el citado Real Decreto califica en su artículo 46 apartado 4 letra C, como infracción muy grave el tráfico ilícito de sangre, entendido como la “actividad clandestina para la obtención, preparación, conservación o suministro de sangre humana y sus derivados”, y sancionada por la Ley General de Sanidad.

Una compraventa nula, por ser objeto de esta compra una cosa “fuera del comercio de los hombres”, de su ilegalidad, como se refiere el artículo 1271 del Código Civil.

La Hermandad de Donantes de Burgos ya se ha postulado en contra de las retribuciones por donaciones de sangre, considerándolo un error cobrar por esta práctica, y en este sentido me postuló, la impronta económica rompe este valor altruista que nos caracteriza, y máxime en un sistema de salud como el nuestro, que aún con sus carencias, ha funcionado de una manera muy correcta, poniéndonos en los principales puestos del ranking mundial de donantes de órganos, tejidos y plasma sanguíneo y derivados.