Sabemos que la esperanza de vida se ha alargado en muchos países, Japón sigue siendo el número uno, donde la esperanza de vida al nacer es de alrededor de 84 años, tres años más que el promedio de la OCDE de 81 años. En España la esperanza de vida se sitúa alrededor de los 83 años.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha refrendado que Japón es el país en el que las personas viven más años. Ahora bien, los japoneses no solo viven más años, sino que también tienen más ganas de vivir. Es lo que esconde un concepto denominado ikigai, (iki-vida i gai- vale la pena vivir), palabra del vocabulario japonés que la podemos traducir como “propósito vital”, “razón de ser”, “aquello que nos hace levantarnos por la mañana con ilusión”.

La idea la destaparon dos españoles Héctor García y Francesc Miralles, y la divulgaron en el libro Ikigai: los secretos de Japón para una vida larga y feliz, publicado en 2016, traducido en 60 idiomas y vendido en más de 30 países. Juntos decidieron viajar al pueblo de Ogimi (Okinawa), donde  concentran la mayor población de centenarios del mundo. Hicieron más de 100 entrevistas, y cuando les preguntaban a las personas por qué tenían tantas ganas de vivir, la palabra que pronunciaban era ikigai: filosofía de vida de los japoneses que llegan a los 100 años, todos conocen su ikigai, tienen un propósito vital, una razón porque levantarse cada día. Siempre están activos, cuidan de su cuerpo y cultivan y conservan las amistades, allí no existe la palabra jubilación. Muchos de ellos empiezan una nueva etapa y se dedican a lo que siempre habían soñado. Se reúnen en grupo, forman una pequeña unidad y tienen un compromiso con la comunidad. No sé, si podemos extrapolar este vocablo al propósito de las empresas.

En 2019, Business Roundtable (BRT), la asociación de directores ejecutivos de las principales empresas de EEUU emitió una declaración sobre el propósito de la empresa, para promover e incluir a todos los grupos de interés con una visión a largo plazo.

“Es hora de definir el propósito de nuestras organizaciones”

En enero de 2020, el mundo empresarial firmaba el Manifiesto de Davos, donde se decía literalmente “que el propósito de las empresas es colaborar con todos sus grupos de interés en la creación de valor compartido y sostenido”. También se decía que, al crearlo, las empresas cumplen con todos sus stakeholders: empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general. El Manifiesto va más allá de la declaración de BRT y pide que el desempeño debe medirse no solo en el rendimiento para los accionistas, sino también cómo lograr sus objetivos ambientales, sociales y de buen gobierno.

La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible ha puesto de manifiesto la contribución que las organizaciones tienen para minimizar los impactos sociales, ambientales y económicos en la sociedad. Además, el impacto del cambio climático y los esfuerzos para mitigar sus efectos, articulados en el Acuerdo de París, han extendido el interés sobre los impactos que tienen las empresas en la actividad y en el medio ambiente.

El propósito de la organización determina cómo ha de ser la posición de la empresa en el futuro y cuál es el camino a seguir. Es un concepto directamente conectado con el de misión dentro del diseño del sistema de objetivos y sirve para identificar y comunicar los valores corporativos. Poner el propósito vital en el centro de las organizaciones mejora el bienestar de los equipos y los resultados de la organización.

La pandemia de la COVID-19 ha provocado un cambio importante en la sociedad y ha hecho reflexionar a las organizaciones sobre los cambios que tienen que hacer. Es el momento de mirar a medio y largo plazo, y es hora de definir el propósito de nuestras organizaciones, porque en tiempos de cambios e incertidumbre es necesario recurrir a lo esencial, a lo que inspira y da sentido al cómo una organización hace lo que hace. El propósito está en la esencia de la organización y se fundamenta en la contribución que genera su actividad en el mercado y en el impacto que genera en sus grupos de interés.

Desde el punto de vista de la gestión, actuar acorde con el propósito implica desplegarlo en toda su cadena de valor y para ello hay que definirlo, vivirlo y medirlo de forma fiable y constante. Esto exige que las organizaciones basen sus decisiones, no sólo en información financiera, sino también en información no financiera, en el valor a largo plazo, que tenga impacto en el entorno.

No sé si de esta manera, alargaremos la esperanza de vida de las organizaciones, pero seguro que contribuiremos a que sean más sostenibles y que sus trabajadores estén más comprometidos y sean más felices, creo que vale la pena intentarlo, es tiempo de hacer y no solo de decir. Ikigai.