La sostenibilidad, se refiere a la capacidad de mantener un equilibrio armonioso entre los recursos naturales, el medio ambiente y las necesidades humanas a medio y largo plazo. En el contexto de la salud, la sostenibilidad es crucial, ya que un entorno natural saludable es esencial para el bienestar de las personas.

Uno de los aspectos más evidentes de la relación entre sostenibilidad y salud es la calidad del aire que respiramos. La contaminación ambiental, resultado de la quema de combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero, tiene un impacto directo en la salud respiratoria de las personas. La exposición a altos niveles de contaminantes atmosféricos ha sido relacionada con enfermedades respiratorias crónicas, como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Además del aire que respiramos, el agua que consumimos también juega un papel crucial en nuestra salud. La contaminación de las fuentes de agua con productos químicos tóxicos y desechos industriales puede tener consecuencias graves para la salud de las personas. El consumo de agua contaminada está asociado con enfermedades gastrointestinales, infecciones y problemas de salud a largo plazo, como el cáncer.

La sostenibilidad también se relaciona estrechamente con la seguridad alimentaria y la calidad nutricional de los alimentos que consumimos. Los métodos agrícolas no sostenibles, como el uso excesivo de pesticidas y fertilizantes, pueden contaminar los alimentos y el suelo, lo que a su vez afecta negativamente la salud. Además, el agotamiento de los recursos naturales, como la deforestación y la pérdida de biodiversidad, puede afectar la disponibilidad de alimentos nutritivos.

Otro aspecto importante de la sostenibilidad en relación con la salud es la salud mental. Un entorno natural, limpio y saludable tiene un efecto positivo en la salud mental y el bienestar de las personas. La exposición a entornos naturales, como parques y áreas verdes, se ha asociado con una reducción del estrés, la ansiedad y la depresión.

Ante estos hechos, debemos centrarnos en respirar aire de mejor calidad, consumir agua más segura, y alimentos más saludables. Podemos conseguir esto a través de la reducción de la exposición a combustibles insanos; reduciendo los riesgos relacionados con el agua; promoviendo la adecuada gestión de residuos humanos, domésticos, agrícolas e industriales; aumentando la seguridad de los alimentos; y promoviendo dietas y estilos de vida saludables.

‘Sin salud no hay desarrollo posible, ni social ni económico’

Debemos centrarnos en las principales amenazas medioambientales para la salud, así como en el aumento de las intervenciones para reducir el impacto ambiental. La exposición al plomo, mercurio, pesticidas, contaminantes orgánicos persistentes y otros productos químicos pueden ser debilitantes e incluso mortales para las personas. Los efectos del tabaco como fumadores pasivos, la radiación, el cambio climático y la escasa seguridad alimentaria también pueden ser devastadores.

Ante esta realidad, debemos formular estrategias adecuadas desde el punto de vista medioambiental destinadas a reducir el impacto del VIH/SIDA, la malaria, la tuberculosis, el dengue y otras enfermedades. Y debemos centrar nuestros esfuerzos en la educación y la legislación, así como, en la sensibilización y concienciación en las escuelas, en el trabajo y en casa.

Por último, quiero resaltar que es imprescindible adoptar un enfoque multisectorial para la mejora de la salud y el medioambiente. No podemos permitirnos dejar a la salud exclusivamente en manos del sector sanitario. La mejora de la salud no es simplemente el resultado de intervenciones en servicios sanitarios, sino una consecuencia de muchos factores complementarios y generadores de sinergias. Esto implica que hay que mirar más allá del sector sanitario para mejorar la salud de las personas y el medioambiente.

La inversión en salud es un componente esencial de la sostenibilidad, con un efecto positivo sobre nuevas generaciones. Cuando consigamos invertir más en salud y en las condiciones que favorecen una buena salud recibiremos, a cambio, recompensas sostenibles en términos de una mayor calidad de vida, y bienestar económico, medioambiental y social. No podemos seguir actuando como si la salud y el bienestar de las personas no estuviera en el centro de los tres pilares del desarrollo sostenible (social, económico y medio ambiental).

Como vemos, la sostenibilidad y la salud están estrechamente entrelazadas. Para garantizar la salud y el bienestar de las generaciones futuras, es crucial promover prácticas sostenibles que preserven el medio ambiente y protejan la salud. El fomento de la energía renovable, la reducción de la contaminación, la promoción de la agricultura sostenible y la conservación de los recursos naturales, son pasos esenciales para lograr un equilibrio saludable entre la sostenibilidad y la salud.

El futuro se construye desde el presente, con pequeñas acciones que apuntalen grandes transformaciones. Para impulsar ese crecimiento sostenible debemos asumir una premisa: sin salud no hay desarrollo posible, ni social ni económico. Somos conscientes de la responsabilidad que tienen las organizaciones sanitarias, puesto que son imprescindibles para fortalecer esa apuesta por avanzar en la construcción de un mundo más saludable y, por lo tanto, más sostenible para nosotros y, sobre todo, para las generaciones futuras.