Un estudio en 21 países dirigido por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en Nature Comminication revela que los españoles nos encontramos muy por delante de nuestros vecinos europeos en la confianza en la eficacia y seguridad de la vacunación, sobre todo si es un médico quien la recomienda. Sin embargo, esa confianza no es homogénea. Los jóvenes europeos son quienes más reticencia tienen a vacunarse, según una encuesta de Vaccine Confidence Project presentada en el consenso sobre reticencia vacunal organizado por el Instituto #SaludsinBulos e ISGlobal con la participación de una veintena de representantes de sociedades científicas, colegios profesionales y asociaciones de pacientes.

Así, el grupo de menores de 24 años, con estudios secundarios o universitarios, de zonas urbanas, es el que menos confianza tiene en las vacunas y, durante la pandemia COVID, pensó en su mayoría que la amenaza era “exagerada”. Es en esta edad cuando se es más vulnerable a la desinformación. En primer lugar, porque la exposición a las redes sociales es mayor y ya disponemos de mucha evidencia que vincula la cantidad de horas que pasamos en las redes con la mayor credulidad en la desinformación. Por muchos esfuerzos que hagan las plataformas de redes para combatirla, en el fondo les interesa mantenerla porque, debido a su naturaleza llamativa, los bulos incrementan el tiempo de permanencia en la red. Además, cuando se cae en las teorías de la conspiración se favorece la homofilia, la construcción de relaciones de personas que tienden a pensar de manera similar, que, a su vez, es un acicate para permanecer más tiempo conectado.

Desde el Instituto #SaludsinBulos estamos formando a profesionales sanitarios en la divulgación desde el humor

Por si fuera poco, los jóvenes, a partir del final de la adolescencia, dejan de acudir al médico con la frecuencia que lo hacían cuando iban acompañados de sus padres. Eso les deja sin contrapeso en la información de salud. Ya no confían tanto en sus progenitores, no tienen a un profesional sanitario que les pueda orientar y, desde luego, la mayoría no acuden a los medios de comunicación. Solo les queda de fuente informativa a tiktokers, youtubers e instagramers. Y el panorama no es alentador: la mayoría de los vídeos de YouTube sobre vacunas contienen información falsa, según una tesis doctoral en la que ha participado el hub de Inteligencia Artificial eSalud sin Bulos.

Sin embargo, existen motivos para la esperanza. Uno de los aspectos positivos de la pandemia es la fuerza que han adquirido muchos profesionales sanitarios como divulgadores de salud. Enfermeras, médicos y farmacéuticos, principalmente, han logrado acercar la evidencia científica y el pensamiento crítico a muchos chicos a través de su lenguaje; de su forma de consumir información, con música, con vídeos llamativos, y con humor.

Una de las conclusiones del consenso sobre reticencia vacunal es que, frente a la desinformación en vacunas, es necesario mejorar la información con un lenguaje sencillo y por los canales que lleguen a la población, especialmente a los más escépticos respecto a las vacunas, como las redes sociales. Otra conclusión a la que llegaron los especialistas multidisciplinares en vacunas es que los médicos de Atención Primaria, enfermeros y farmacéuticos tienen un papel fundamental para divulgar sobre sus beneficios y que el humor es un recurso muy útil y poco explotado para combatir los bulos de los grupos antivacunas.

Por ese motivo, desde el Instituto #SaludsinBulos estamos formando a profesionales sanitarios en la divulgación desde el humor. El humor es un idioma casi universal, y es el medio como han circulado más bulos de salud durante la pandemia. Es hora de aprovecharlo en positivo.

Un vídeo corto, didáctico y con un guiño de humor, llega a mucha más gente, jóvenes y mayores, que un texto con decenas de referencias científicas. Muchos divulgadores sanitarios han conseguido, en tan solo dos años, desplazar a influencers de moda y belleza opinando de salud sin conocimientos sobre ello, y saltar a los medios de comunicación.

A algunos profesionales sanitarios todavía les da reparo divulgar en redes sociales porque creen que puede dañar su imagen científica, más aun utilizando el humor. Grandes divulgadores, cazabulos, que colaboran con #SaludsinBulos, como Alfredo Corell, catedrático de Inmonología, demuestran con su ejemplo diario que están equivocados. Cuantos más divulgadores sanitarios que combinan rigor y habilidades de comunicación, más ayudaremos a desterrar a los fabricantes de bulos y mejor adherencia terapéutica lograremos.