“La vacuna contra el COVID-19 está detrás de la viruela del mono”, “los casos de hepatitis en niños se deben a la vacuna” … Bulos como estos aparecen cada día en redes sociales y canales de mensajería instantánea que intranquilizan a la población y sobrecargan las ya saturadas consultas de los profesionales sanitarios, por lo general acompañados de imágenes alarmantes, junto con otras con una carga de humor. 1 de cada 3 pacientes afirma que ha transmitido dudas sobre la seguridad y eficacia de las vacunas a un profesional sanitario y el 70% asegura que ha podido resolverlas, según la encuesta desarrollada por el Instituto #SaludsinBulos en colaboración con Doctoralia y la Asociación Española de Vacunología. Eso dice mucho de la labor divulgadora del profesional sanitario, sobre todo en momentos de gran saturación asistencial. Sin embargo, abre la cuestión de qué ocurre con ese 30% de pacientes que no han logrado resolver sus dudas con un experto y que acaban buscando la información en Dr. Google o Dra. Whatsapp.

Precisamente WhatsApp (43%), los medios de comunicación (42%) y Facebook (41%) son los principales canales por los que llegan los bulos sobre vacunas a los ciudadanos. En menor proporción, los españoles creen que las noticias falsas circulan a través de Twitter, Instagram, You Tube y Telegram.

En estos dos años de pandemia la desinformación en vacunas ha conseguido calar entre la población. Casi la mitad de encuestados desconocía la existencia de grupos de antivacunas que difundan bulos de salud antes de la pandemia y en cambio, ahora la mayoría ha oído hablar de ellos y alguna de sus mentiras sobre las vacunas. El bulo que los ciudadanos han encontrado con más frecuencia en redes sociales generado por este movimiento, es la implantación de los microchips con las vacunas (53%), seguido de la modificación del ARN mensajero de nuestro ADN tras la inmunización (35%) y que las vacunas tienen grafeno y atraen los metales (33%), bulos todos ellos que estuvieron acompañados con numerosos memes y ritos virales.

“No podemos dejar a los antivacunas que nos ganen en su discurso, aunque se presente de forma tan aparentemente inofensiva como un meme”

Algunos de estos bulos acaban quedándose en la conciencia colectiva y creando desconfianza en las vacunas a través de una vía aparentemente inofensiva: el humor. Los memes son los contenidos que más se comparten en las redes sociales, ya que el principal motivo para entrar en las redes no es informarse sino entretenerse y nada mejor que la risa para ello. Los memes se comparten sin ningún filtro, no hace falta comprobar su veracidad, solo su capacidad de hacer sonreír. Y eso lo saben muy bien los expertos en desinformación que manejan granjas de bots con el objetivo de atacar la reputación de rivales políticos o, en el caso de las vacunas, de desprestigiar las vacunas “occidentales” y defender las rusas, como hacen las granjas financiadas por los servicios de inteligencia de Putin.

El humor parece inofensivo y aunque exprese una barbaridad, como que las vacunas tienen microchips o cambian el ADN, no requieren mostrar evidencia y pueden ser compartidos por muchas personas bienintencionadas, incluso profesionales sanitarios, sin darse cuenta de que crean estados de opinión en contra de las vacunas, como está ya documentado en estudios científicos.

Para combatirlos tenemos que recurrir a las mismas armas: bots “buenos”, basados en la Inteligencia Artificial que contesten de manera automática las falsedades contra las vacunas, como estamos fomentando desde el Instituto #SaludisnBulos con encuentros entre profesionales sanitarios e ingenieros, los hackathones de salud; y con humor. Algunos de los principales divulgadores sanitarios que triunfan en las redes se basan en el humor para desmontar bulos, como Marian García y Alfredo Corell, colaboradores de #SaludsinBulos. Sin embargo, necesitamos más participación de toda la sociedad en esta labor, más profesionales sanitarios y usuarios activos de las redes que utilicen la sonrisa para desenmascarar los argumentos de los antivacunas. Por ese motivo, hace un tiempo organizamos un concurso de monólogos de humor sobre bulos en vacunas con las principales organizaciones de salud infantil y vacunología. Ahora hemos dado un paso más y colaboramos con los profesionales sanitarios para orientar al paciente a través del humor, como hemos hecho con los farmacéuticos de SEFAC en formato Escape Room por toda España; y con las enfermeras de la Asociación Enfermería y Vacunas, que ya han incorporado un taller de humor contra los bulos en su último congreso, y con quienes colaboramos en el desarrollo de una aplicación, ganadora de nuestro Hackathon Salud, que pretende ayudar a la enfermera a combatir los bulos en vacunas con memes.

Nuestro próximo objetivo es la población adolescente, los principales consumidores de humor en redes sociales y los más expuestos a la desinformación en salud, ya que su acceso al profesional sanitario es más limitado. No podemos dejar a los antivacunas que nos ganen en su discurso, aunque se presente de forma tan aparentemente inofensiva como un meme.