Casi cinco millones de visualizaciones tiene un vídeo de la influencer Laura Mejía, que promete acabar con los granos en un solo día. Uno de sus remedios es machacar una aspirina (cuyo envase muestra) y disolverla en agua hasta tener una pasta que se aplica en su rostro. Trucos como este, de dudosa eficacia y seguridad, pueden encontrarse en YouTube, con millones de reproducciones, para el acné, el cabello y otras muchas afecciones de la piel. Youtubers sin más conocimiento científico que unas clases de biología del bachillerato se atreven a proclamar las supuestas bondades de cualquier producto que hayan utilizado o por el que les hayan pagado, sea un maquillaje o una crema antibiótica. Al mismo tiempo, los dermatólogos apenas consiguen que sus vídeos de consejos tengan más allá de unos pocos miles de visualizaciones en el mejor de los casos. Algo falla en la comunicación de salud a la población, sobre todo entre los más jóvenes.

Una de las razones del predicamento de estos influencers es que ofrecen soluciones rápidas, como explica el doctor Eduardo López Bran, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Clínico San Carlos, que organiza un programa formativo gratuito continuado para médicos de familia y comunitaria en esta especialidad. A su juicio, “debido a los selfies y las fotos que se comparten en las redes sociales, los jóvenes ya no aceptan algunos problemas, como el acné, que antes se resolvían con el tiempo, por lo que ahora solicitan y reclaman una respuesta y un tratamiento que los solucione de manera rápida y evite las cicatrices”.

Las consultas de Atención Primaria también se han incrementado, según este Servicio de Dermatología, debido a la dismorfia del selfie, la insatisfacción con la propia imagen. Un estudio publicado en la revista Journal of Cosmetic Dermatology detalla que el uso de las redes sociales puede provocar insatisfacción personal por el aspecto físico, especialmente en la generación millenial. Antes esa insatisfacción se manifestaba frente al espejo una o dos veces al día y ahora se multiplica con la exposición permanente en las redes. Y detrás de ella siempre han existido vendedores de crecepelos, que han sabido sacarle provecho, sea subidos a un carro, como en el siglo XIX, o a través de un vídeo, en el siglo XXI.

Al mismo tiempo, el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico también ha detectado un incremento de los de los bulos y falsas creencias sobre los problemas dermatológicos en las consultas de Atención Primaria. En esta línea, un estudio publicado en la revista Dermatology Practical and Conceptual detalla que más del 70% de los adolescentes creía que el acné podía ser consecuencia de una dieta rica en alimentos grasos o fritos, cuando, en realidad, tiene una mayor implicación el índice glucémico de productos como el chocolate, los lácteos o los refrescos. En el caso de la alopecia, se trata de una de las patologías con mayor cantidad de falsas creencias y bulos.

Para desmontar estas falsas creencias los profesionales tienen algo que aprender de los youtubers: hay que divulgar con vídeos y hacerlo de manera eficaz, con ejemplos prácticos, emoción y lenguaje sencillo. Quizá no consigan millones de reproducciones porque no pueden prometer soluciones mágicas pero su credibilidad es mucho mayor, sobre todo si colaboran con otros profesionales sanitarios. Es lo que hacemos en el Instituto #Saludsinbulos, con eventos, campañas, y uso del hashtag #saludsinbulos, que, con dos años de andadura, ya se ha convertido en un referente de la información veraz de salud en la Red.