Ya estamos en 2045…, o casi.

¡Sí, sí, en “2045…una odisea de la Tierra!”

Estoy anticipando que la saga de antológicas producciones cinematográficas espaciales del 2001 y del 2010 dirigidas por Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke, respectivamente, no finalizó, continúa.

Eso sí, ya en la Tierra, más cerca de los humanos, y con la esperanza de que no se sientan plagiados los productores de la nueva versión que, seguro, ya está filmándose.

Hasta voy a dar algunos detalles más.

Ya hicimos contacto en el año 2010, pero siguen existiendo singularidad y los movimientos para matar a la máquina, incluso más acrecentados…, y radicalmente subversivos y terroristas.

Y seguirá siendo una odisea, pensada como un viaje largo, plagado de aventuras y dificultades o, como lo define la Real Academia Española de la Lengua: “la sucesión de peripecias, en su mayor parte desafortunadas, que ha tenido que pasar alguien para llegar a un lugar o para lograr un objetivo”.

En esta tercera entrega de la película, de la que estamos escribiendo en exclusiva en este mismo artículo, el ser humano ha construido su propia destrucción, pero se le ha ido de las manos y su invención le domina con voluntad propia.

La solución es que hay que detener ese avance del progreso tecnológico por todos los medios posibles, todavía legales, y…algunos más extremistas.

Volvamos al año 2023 actual y referirnos a que si hemos citado el año 2045 es porque es una cifra, una cita en la que coinciden a día de hoy todos los científicos, gurús y otros implicados, como la fecha en la que se producirá el sorpasso (¡qué horrible palabra!), o en la que nos superarán los robots a los humanos y nos dominarán ampliamente.

Yo, personalmente, la veía muy lejana y decía… “bah, ya no la viviré” y, aunque me implicaba en su seguimiento, no pensaba que me afectaba demasiado, quizás siendo bastante egoísta.

Pero estoy empezando a aterrarme. Esa fecha simbólica dentro de veintidós años se acerca a mayor velocidad que la distancia real en el tiempo, y ya casi me siento dominado en algunas facetas. Y claro que voy a hablar del ChatGPT, pero un poco más adelante…

Para llegar a este veloz cambio de situación, el humano ha desarrollado un modelo de inteligencia artificial general (IA) basada en neurociencia y que, a diferencia de la puramente estadística, es capaz de conceptualizar la realidad y “pensar” siguiendo modelos humanos, dejando a estos a un lado rápidamente.

Esta investigación, basada en neurociencia, se creó para concebir una nueva arquitectura cognitiva, o un nuevo enfoque evolutivo, que no solo describía, sino que explicaba científicamente la relación entre las emociones, la atención y la cognición.

Ese modelo había nacido con un marcado enfoque humanista y enfocado a enseñar a las personas a utilizar, sobre todo, la naturaleza como una herramienta de bienestar, dentro de un modelo idílico como se verá, seguro, en las primeras tomas de la película que veremos estrenar.

También se decía que no habría que tener grandes miedos a esa evolución porque jamás los robots llegarían a desplazar a los hombres a nivel laboral (fundamental en nuestra vida para poder tener recursos), de forma sensible, porque  en el año 2023 ciertas habilidades humanas siguen siendo insustituibles y marcan la diferencia entre el potencial humano y la inteligencia artificial, como:

La creatividad y el pensamiento crítico son dos cualidades que la IA aún no puede replicar.

El trabajo en equipo y la inteligencia emocional son fundamentales en las relaciones humanas y difíciles de imitar por la IA.

La comunicación efectiva y la conciencia ética son esenciales en el trabajo y fuera de él.

La toma de decisiones complejas basadas en valores subjetivos, el liderazgo y la adaptabilidad al cambio son habilidades humanas únicas.

E, incluso, hacia estas actividades se recomienda que se orienten las empresas de formación para que nuestros jóvenes orienten sus carreras, abandonando la mayor parte de las rígidas disciplinas académicas anteriores. Porque éstos deberán aplicarse en ellas y prepararse para esa guerra contra los seres superiores, los robots.

Y hacerlo muy rápido. Preparar a este ejército de humanos para ello será fundamental para su supervivencia, y ya tenemos muy poco tiempo. Recuerde nuestro lector que ya estamos en el año 2045.

Las inteligencias artificiales actuales en uso, como modelos estadísticos que son, van a ser siempre las mejores para resolver una única tarea de forma muy especializada. Pero no son adaptables todavía.

‘Nadie nos puede dar una solución única a una pregunta general’

Dicho de otro modo, los actuales modelos de IA (desde el ChatGPT hasta Stable Diffussion) son, por suerte, puramente estadísticos, es decir, no entienden nada de lo que procesan, tan solo calculan probabilidades y toman decisiones en base a ellas.

Pero no bajemos la guardia. La inteligencia artificial que está llegando ya es capaz de conceptualizar elementos de información, crear relaciones y actuar sobre ellos, por lo que permite extrapolar conocimientos de un ámbito a otro y resolver propiamente los problemas de los modelos de IA establecidos antes.

Y ya estoy hablando de ChatGPT o Stable Diffussion.

¿De qué se trata? Consiste en un ‘motor comportamental’, es decir, un componente software que, integrado dentro de un sistema (ej. robot, teléfono móvil, avatar virtual, etc.), permitirá que estos sistemas reciban información, la procesen como haríamos nosotros, adquieran conocimiento y respondan de forma adaptativa a los usuarios».

Son verdaderos equivalentes a los “reflejos” de los seres vivos, es decir, sistemas que, una vez entrenados, son muy rápidos, muy eficaces y eficientes haciendo una única tarea específica.

La IA general que están desarrollando aspira a resolver todos esos problemas, es decir, ganar trazabilidad, adaptabilidad, confiabilidad, por lo que podría llegar a sustituir a un humano en tareas inciertas, pero no será aún la mejor haciendo una tarea.

¿Debemos permitir que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y mentiras?, ¿debemos automatizar todos los trabajos, incluso los gratificantes?, ¿debemos desarrollar mentes no humanas que eventualmente puedan superarnos, y reemplazarnos?, ¿debemos arriesgar la pérdida del control de nuestra civilización?

Estas decisiones no deben delegarse en líderes tecnológicos. Los sistemas de IA más poderosos deben desarrollarse solo una vez que estemos seguros de que sus efectos serán positivos.

Empresarios como Elon Musk o Steve Wozniak (cofundador de Apple), intelectuales como Yuval Noah Harari, y cientos de académicos e investigadores especializados en inteligencia artificial están solicitando a las organizaciones que desarrollan esta nueva tecnología que se pausen durante al menos 6 meses sus experimentos más potentes, hasta que el mundo haya acordado una hoja de ruta para que estos sistemas sean más precisos, seguros, interpretables, transparentes, robustos, neutrales, confiables y leales.

Y ponen el foco sobre OpenAI, la empresa que ha desarrollado ChatGPT que sitúa, como tecnología límite, su nuevo GPT-4, la inteligencia artificial que mejora las capacidades de base de aquél.

Pero, en general, la irrupción del ChatGPT, muy recientemente, ha agitado una carrera por la inteligencia artificial en la que, también, dos de las principales tecnológicas mundiales, Microsoft y Google, han decidido participar a tope. Ambas han incorporado esta tecnología a sus principales herramientas, pese a que tiene fallos y se encuentra aún en una etapa inmadura de su evolución, con el gran peligro que ello conlleva.

OpenAI, por su parte, afirma, sobre la inteligencia artificial, que, en algún momento, puede ser importante obtener una revisión independiente antes de comenzar a entrenar sistemas futuros y, para los esfuerzos más avanzados, acordar limitar la tasa de crecimiento de la computación utilizada para crear nuevos modelos.

Y ese momento ha llegado, es ahora. Se abre la posibilidad de detener el desarrollo, el progreso, de la inteligencia artificial, incluso por razonamientos técnicos.

Los sistemas de inteligencia artificial más poderosos deben desarrollarse solo una vez que estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos serán manejables.

El potencial de la inteligencia artificial para transformar la sociedad hace necesario que se produzca un consenso internacional que marque el paso. Recalcan que los líderes de las empresas que han emprendido no deben ser los que decidan por donde deben discurrir los avances.

La moratoria obligatoria que debería producirse para esos nuevos avances tenía que servir para desarrollar e implementar conjuntamente un conjunto de protocolos de seguridad compartidos para el diseño y desarrollo de AI avanzada que sean rigurosamente auditados y supervisados por expertos externos independientes. Estos protocolos deben garantizar que los sistemas que los cumplan sean seguros más allá de una duda razonable. Italia ya lo ha hecho por ley en Europa durante seis meses, como pionero.

Mis comentarios finales:

Hace días leía en una revista de divulgación muy general acerca de un robot que había dado a conocer los tres pueblos más bellos de España mediante IA.

Anecdóticamente escribo que esas posiciones se las otorgaba a Ronda, Cadaqués y Santillana del Mar.

Bien, estoy de acuerdo en la extremada belleza que supone esa elección, y en que se habrían contemplado multitud de parámetros para llegar a ello, pero… ¿a que cada uno de vosotros, queridos lectores, pondríais otros tres? Puede que muchos coincidierais en algunos de ellos. Y sobre otros discreparíais incluso.

Afortunadamente, cada ser humano tiene sus “parámetros” que van condicionados, en este caso, desde los innegables de la estética hasta los sentimentales, los nostálgicos, y estos son fuertemente personalizados. Lo que podemos llamar el “alma” de cada uno. Nadie nos puede dar una solución única a una pregunta general.

Es como la democracia. Sin duda, el mejor sistema de gobierno, pero con muchísimos defectos, errores e interpretaciones.

Recibamos muy intensamente esa formación sobre la IA a la que me refería antes. Debe ser un gran empeño de los entes públicos y privados desarrollar esta labor entre la población. Que sepamos separar las verdades y las mentiras que nos dirán los robots y así nos defenderemos de su ataque dominador e, incluso, podamos aprovecharnos de ellos y no tenerles miedo.

El último augurio futurista se está dando a cuenta de los peligros de la IA. Existen, sí, pero a lo largo de la Historia hubo otros, como el ‘mal de cristal’, por el que la nobleza europea le cogió miedo al nuevo material de construcción y mirad alrededor vuestro para ver cómo lo hemos sometido…