En New Medical Economics hemos publicado durante los tres últimos meses muchos análisis de grandes expertos sobre temas técnicos, económicos y de gestión. Opiniones sobre lo que aún está pasando, y qué se está haciendo bien o mal, en la gestión de la crisis por la pandemia del coronavirus.

Y no podíamos dejar de dar una opinión aún más de casa, aunque sea solo a nivel personal mío, casi a modo de análisis DAFO. A fin de cuentas, la revista lleva en su cabecera el subtítulo de gestión sanitaria y presume de ello.

Por supuesto, no voy a hacer ni una descripción exhaustiva de aciertos y fallos (el espacio limitado de esta columna me lo impide), ni extensas recomendaciones a corto y medio plazo, pero sí los voy a indicar, según mi criterio de profesional con muchos años de experiencia en el mundo de la gestión sanitaria. Y, por supuesto, lo voy a dejar abierto por si algunos de los lectores quieren debatirlo o dar sus opiniones, antes de agosto que, por fin, ya está aquí.

Si he dado mi opinión en algunas cadenas de radio, ¿por qué no en la revista que dirijo?

Económicamente hablando, el panorama es terrible. La economía española está asolada y lo sufriremos todos en mayor o menor medida.

Vamos a vivir de créditos, subvenciones, préstamos y, sobre todo, mucho, del Estado español y de la UE. Y esto siempre va a ser nefasto, porque esta dependencia para vivir de entes oficiales y no de la iniciativa privada lo es. Supone acercarse a un modelo de países subdesarrollados y no de nuestro ámbito democrático europeo.

El dinero nunca es gratis, se perderá libertad y muchos de los beneficios que proporciona un Estado de Bienestar.

Socialmente, en un país como España que ha tenido índices de mortalidad iguales a China y USA y superiores a Italia, con un número de fallecidos de al menos 1 por cada 5 hospitalizados, perder a tantos de nuestros mayores de golpe es acabar con unos valores de una generación excepcional. Irrecuperables. Se han perdido ancianos, sí, el número es lo de menos, pero sobre todo se han ido valores.

Lo primero que quiero decir, entrando en la materia específica, es que no creo en eso tan repetido de que lo mejor es un Pacto por la Sanidad. Esta frase ya huele después de años y años repitiéndola como la gran solución, sobre todo por parte de los políticos, sean del partido que sean. Es aburridísimo leerlo en muchos medios, fruto de foros con los mismos ponentes de siempre, ya fuera de contexto actual, y que no tienen otro discurso.

Sobre todo, después de ver cómo, después de haber dicho esta famosísima frase relativa al Pacto, son incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para ver quién interviene primero en una mesa redonda. Lo he visto y escuchado con mis ojos y oídos muchas veces, sintiendo vergüenza ajena.
Vayamos a mi lista de errores cometidos:

– Recursos humanos desbordados. Los profesionales sanitarios ya eran menos de los necesarios en situaciones normales, sobre todo en algunas profesiones, como en Enfermería y en residencias de ancianos. Ni que decir tiene en situaciones extremas como las vividas.

– Formación en gestión a nivel de políticos. Muchas veces he incidido en que muchas gerencias de hospitales seguían sin estar verdaderamente profesionalizadas, con demasiadas adjudicaciones “a dedo”. Sin embargo, creo que en esta crisis no han sido los culpables ni mucho menos y han funcionado francamente bien. El problema ha sido de sus mandos superiores, generalmente políticos de turno que ni han olido unos estudios de matiz sanitario, un máster, y mucho menos una actividad hospitalaria en su triste vida profesional. Se puede ser ministro o consejero siendo filósofo o ingeniero de caminos, pero no sin curriculum sanitario en gestión.

– Descentralización. Un Ministerio de Sanidad que está casi despoblado, sin infraestructura administrativa adecuada, y con trabajadores solo funcionarios ya amortizados por el paso de los años, en situación descentralizada, no puede nunca coordinar toda una estructura nacional, por mucho que se consulte a las comunidades y se busquen urgentemente asesores.

Y a nivel local, lo mismo, añadiéndole una dosis de egoísmos y egos soportables en épocas de bonanza, pero no en crisis.

– Falta de diálogo con colegios y sociedades profesionales, expertos de verdad, sin sesgos políticos. Imprescindible. Ahí es donde está el verdadero conocimiento. Habría que haber movilizado mucho más a los presidentes y directivos de estas entidades, lo hubieran hecho encantados.

– Falta de planes de prevención de salud pública. Esta es una asignatura pendiente en cuanto a planes preventivos y grandes catástrofes como esta. Y será el futuro. Se ha demostrado lo débiles que somos a estos ataques que pueden casi provocar cualquiera.

– Presupuesto insuficiente para Sanidad (con relación al PIB). Es muy importante. Se repite una y otra vez. Con mucha diferencia somos el país occidental donde el porcentaje de él dedicado a Sanidad es más bajo. Imposible de entender.

– Mayor dinero para los médicos. Es imprescindible su motivación no solo académica y vocacional. Una profesión tan entregada a su causa debe estar justamente remunerada, acorde con sus méritos y dedicación.

Como en cualquier empresa, una incentivación por objetivos justos no se ha atrevido nadie a realizar, y cuando alguien lo hace, todo el mundo se escandaliza. Tenemos casos que a buen entendedor pocas palabras hacen falta.

– Falta de recursos y desconocimiento de fuentes de suministros de confianza y validados. Es increíble. Quizás lo peor de todo lo vivido.
Se puede entender que no se tengan stocks gigantescos ante la normalidad, también el factor sorpresa (aunque menos), pero no que no se actúe con rapidez ante las necesidades imperiosas de EPIs y demás defensas frente al virus para los profesionales.

Pero aun es más increíble que no se disponga de listas actualizadas de proveedores validados continuamente y certificados, por si pasa esto y tenga que darse la penosa imagen de tener que acudir a mercadillos callejeros para adquirirlos.

Y los aciertos, que también los ha habido:

– Excelentes actitudes y aptitudes de los profesionales sanitarios, médicos, enfermeras, farmacéuticos, investigadores, etcétera, pero también de los celadores, el personal de limpieza o de admisión en los hospitales, entre otros. Pocos hablan de ellos, y han estado cerca de los enfermos muchas veces más que los propios médicos.

– Magnífica la industria farmacéutica y la sanidad privada, demostrando que su actividad no era solo para ganar dinero, como tantos analfabetos han dicho y repetido tantas veces. Habrá que ver quién les compensa las tremendas pérdidas que pueden haber tenido y que están llevando, incluso, a que muchas clínicas estén cerrando en estos momentos, o tengan que embarcarse en inciertas concentraciones empresariales para sobrevivir.

– Demostración clara de lo eficaz que es en España la Atención Primaria, pese a las limitaciones de recursos que viene sufriendo crónicamente. Han paliado multitud de padecimientos de los pacientes, evitando mayores colapsos de los que se han producido en los hospitales. Y sobre los que debe girar gran parte de la esperanza futura cercana de la salud ciudadana.

– De nuevo citar la capacidad de reacción y adaptación al entorno de los profesionales y gerentes de hospital, ante situaciones cambiantes y de decisiones rápidas, nuevos e improvisados protocolos, etcétera.

– La alta calidad profesional. Siempre he dicho que si éramos como se decía, la mejor Sanidad del mundo, cosa que se ha venido abajo, era por la gran formación de nuestros profesionales, desde que un avanzado a su época el Prof. Segovia de Arana, buen y admirado amigo que prologó varios de mis primeros libros, creó el MIR. Un ejemplo mundial. Y no éramos tan buenos en infraestructuras ni conocimientos de management sanitario o logística, ni mucho menos en realizar previsiones.

– Apoyo y donaciones de la sociedad civil. Admirable ejercicio el que hemos contemplado por parte de particulares, empresas, y grandes benefactores que siempre acuden. Esos a los que muchos fanáticos del despropósito critican que pagan impuestos en el extranjero y no aquí. Hasta así, si fuera verdad, es una suerte contar con ellos, porque otros seguro que lo hacen y no donan nada.

Finalizo con unas acciones a realizar para el inmediato futuro, al menos comenzarlas. No olvidemos que la próxima pandemia ya está a punto de llegar, tenemos que acostumbrarnos a que esto será mucho más común que lo ha sido hasta ahora. Estas acciones son, evidentemente, consecuencias de las lecciones aprendidas:

– Mejorar y tener planes de contingencia para pandemias de este tipo. Van a repetirse y quizás más graves. Se ha descubierto una puerta importante para que el mal ataque a la sociedad del Estado de Bienestar, aparte de la que esta misma construye sobre sí misma con la contaminación y otras autoagresiones.

– Incrementar los equipos de protección y el material necesario para pacientes y profesionales. Tenerlos siempre actualizados y en perfecto estado de uso, con un nivel más alto de almacenamiento, y que se disminuya la dependencia de otros países para adquirirlos. Potenciar y proteger a los fabricantes nacionales.

– Incrementar los trasparentes y profesionales circuitos de información entre la política, la medicina preventiva y los intereses regionales, y coordinarlos adecuadamente, sin intereses políticos o de egos locales.

– Incrementar el mejor uso de los equipos, sin escasez de ellos, y disponer de buenos lugares de aislamiento.

– Crear una eficaz red de coordinación nacional entre todos los equipos de profesionales, con bancos de datos actualizados para situaciones de emergencia nacional.

– Incrementar y estimular la digitalización de los organismos sanitarios públicos y privados, fundamentalmente orientados a la telemedicina y el big data.

– Incrementar notablemente y empoderar las estructuras de la Atención Primaria, motivando a sus profesionales.

– Incrementar el servicio domiciliario de salud, sobre todo a los enfermos crónicos. Por parte de todos, sin exclusión, médicos, enfermeras, farmacéuticos, …

– Agilizar los sistemas de compras, tener catálogos actualizados de proveedores validados y nacionales.

– Incrementar los planes sanitarios en residencias de mayores cambiando la realidad actual de que no solo cuiden a los residentes, sino que también colaboren muy eficazmente en curarlos in situ, con estructuras apropiadas.

– Dotar de mejores ingresos económicos a los profesionales sanitarios, en función de objetivos justos.

– Muy importante es ya potenciar la planificación y puesta en marcha de una mayor atención a la salud mental de la población, seriamente dañada con los confinamientos y otras medidas restrictivas que hemos sufrido todos necesariamente. Y que, además, ya partía de una situación de subestimación en las consideraciones de los planificadores sanitarios. Tenemos una gran oportunidad para ello.

Pero, como siempre, me gustaría terminar con un mensaje positivo.

Hemos sido vulnerables y hemos sacado lo mejor de nosotros mismos. Se sabe que ahora empiezan los rebrotes de la pandemia grave sufrida y hemos acumulado experiencia para luchar también contra ellos y aplicaremos recursos, por fin, en mayor cantidad.

Estoy seguro o dejaré de creer en la condición humana.

Y es que las crisis originan las oportunidades.