Seguro que entre los lectores de esta revista existen muchos que sí se enganchan a la televisión con asiduidad para ver informativos. Vaya por adelantado mi profunda admiración por esto. Pero, si además la televisión es pública, casi les pediría un autógrafo, con todo respeto, porque me parece extraordinaria su capacidad de aguante y resignación.

Pero esto son pensamientos solo míos y, por tanto, todo lo discutibles que se desee.

Lo cierto es que hay un término de moda en el argot económico y que ustedes oirán con frecuencia, incluso en esos informativos, sin saber muy bien el significado, como me pasaba a mí tiempo atrás.

Se trata de la economía circular, y de su particularización en nuestro mundo profesional, la sanidad circular, como una parte de aquella.

Hablemos sobre todo ello en este artículo, empezando por el origen.

Hasta ahora, en nuestro mundo moderno, hemos seguido el modelo de economía lineal que presta escasa atención a que los productos o servicios, sus componentes, sus proveedores, o los recursos empleados en su fabricación, sean utilizados de modo racional.

Debido a esa linealidad, los materiales son empleados con un solo fin específico, para luego ser eliminados, sin tener en cuenta que estos pueden constituir todavía, y durante mucho tiempo, valiosos recursos productivos.

La economía lineal ha conseguido no solo agotar los recursos de materias primas sino que, además, llenamos de residuos el planeta. Ha fracasado, haciendo un mundo ya inhabitable y con unas negras perspectivas futuras si todo sigue igual.

Esa realidad actual nos lleva, por tanto, a que ha llegado el momento de tener mayores oportunidades de cambio ante los retos que se nos plantean. Debemos ser responsables y conscientes de que el modelo de economía lineal que hemos llevado a cabo hasta ahora no es sostenible ni económica ni medioambientalmente.

Pero todavía hay oportunidades para mejorarlo si nos ponemos todos al unísono a ello. Y una de las oportunidades es la “economía circular”.

Con ella se consigue que productos, componentes y materiales mantengan su valor y su utilidad de modo permanente a lo largo de todo el ciclo de vida.

La economía circular va más allá de la sostenibilidad, de realizar un plan energético o climático, de gestionar adecuadamente los residuos o, incluso, de saber reciclar; conceptos que hemos procurado manejar eficientemente, pero de forma individual en buena medida.

Porque la economía circular es mucho más que eso; es un plan que nos lleva hacia un nuevo entorno social, tecnológico y económico. Un nuevo escenario.

Por eso, la Unión Europea ya adoptó en el año 2015 un plan de economía circular, que ha ido ampliando y mejorando hasta nuestros días, para poder ser aplicado y conseguir que esa circularidad sea parte básica de los europeos.

También el gobierno de España creó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética donde la economía circular tiene un peso importante para conseguir los objetivos de neutralidad climática.

La economía circular tiene como pilares los de preservar y mejorar el capital natural, controlando existencias finitas y equilibrando los flujos de recursos renovables; optimizar el uso de los recursos, rotando productos, componentes y materiales con la máxima utilidad en todo momento, tanto en los ciclos técnicos como en los biológicos; fomentar la eficacia del sistema, revelando y eliminando externalidades negativas, y todo ello, sin residuos.

La economía circular es un modelo que tiene en cuenta tanto aspectos económicos como ambientales y sociales, basados en el principio de «cerrar el ciclo de vida» de recursos, productos, servicios, residuos y materiales, potenciando el rendimiento de las cadenas de valor.

Y es que, resulta más que evidente, que, las especiales características y la complejidad del actual escenario económico exigen más que nunca optimizar el retorno de las inversiones en medios y recursos de todo tipo, y extender al máximo el ciclo de vida de los productos.

Los recursos, sobre todo los naturales y de índole limitada, son cada vez más caros y escasos, lo cual conduce a la necesidad de gestionarlos con rigor, y de utilizarlos de una forma que evite el despilfarro a lo largo de todo el ciclo productivo.

Y dentro de ese amplio reto social, la Sanidad tiene su parte muy importante, pues no hay que olvidar que su misión principal es proteger y promover el bienestar físico y mental entre las personas. O, dicho de otra forma, tratar de reducir el deterioro de la salud por medio de la contaminación.

El objetivo de la gestión circular de la Sanidad es mantener el valor de los productos, componentes y materiales durante el mayor tiempo posible, por lo que deben permanecer en la economía y no convertirse en residuos.

Las empresas sanitarias deberán:

  • Prepararse para la reutilización de productos sanitarios de un solo uso.
  • Remanufacturar los equipos médicos.
  • Reutilizar los productos sanitarios tales como tejidos para los usos quirúrgicos que puedan dar lugar a fabricar otros nuevos.
  • Gestionar adecuadamente el mantenimiento de los equipos médicos.
  • Redistribuir los excedentes de medicamentos y medicamentos.

En el sector sanitario, la carga combinada del incremento de población y del envejecimiento, así como la creciente incidencia de enfermedades crónicas, ha generado una necesidad urgente de modelos de prestación de cuidados que sean verdaderamente sostenibles.

Y ello en el mismo momento en que tenemos que abordar el cambio climático y el enorme aumento global de nuestra huella medioambiental, con un consumo que actualmente ronda 1,7 veces la capacidad de recursos del planeta

Muy conscientes de que la salud pública y un medio ambiente saludable van de la mano, los proveedores de atención médica y los profesionales sanitarios cada vez buscan más soluciones y servicios clínicos que les ayuden a incorporar prácticas sostenibles, en sus operaciones diarias.

Cada vez hay nuevos modelos de negocios que contribuyen a una economía circular, al igual que al consumo colaborativo (evolución de la venta de productos en la oferta de un amplio espectro de servicios).

Estos modelos permiten mejorar la eficiencia del sistema, reducir el consumo de recursos y crear valor añadido para los usuarios.

Pero está claro que la Sanidad es un sector que requiere más tiempo que otros para lograr alcanzar el camino hacia la circularidad, debido a aspectos importantes inherentes a su actividad, como son, sobre todo, la seguridad del paciente, la higiene y la privacidad.

Otro factor que ralentiza este camino es que todavía faltan equipos humanos multidisciplinares que promuevan fuertemente estas ideas, y que lideren la transformación del sector de la sanidad hacia la circularidad.

Sobre todo, debe haber un apoyo y liderazgo de las gerencias de los organismos sanitarios que impulsen el cambio y creen una responsabilidad social en sus instituciones. Y, cuando me refiero a esto, no es exclusivamente que figuren cantidades económicas en sus presupuestos anuales dedicadas a ello, no.

De esto, algunos, incluso, se pavonean absurdamente porque carecen de lo fundamental que es saber utilizarlas voluntariamente desde una función de liderazgo que no existe.

La Sanidad debe afrontar el reto ineludible de asegurar la sostenibilidad del sistema sanitario y la de nuestro entorno. Si cuidamos nuestro entorno, lo hacemos de nuestra salud. Es una realidad innegable.

Los modelos circulares son fundamentales para reducir los residuos y las emisiones de carbono, y así hacer que la atención médica sea más sostenible.

Con los nuevos modelos de negocio basados ​​en el uso y los resultados, estamos pasando de vender el producto o sistema físico a ofrecer su uso como un servicio. Para los departamentos de radiología u oncología, por ejemplo, ya no se trata de obtener un escáner, se trata de obtener las imágenes y los análisis correctos necesarios para respaldar un diagnóstico de precisión y un tratamiento personalizado.

Y al diseñar soluciones escalables, que son más fáciles de implementar, instalar, mantener y utilizar, los pacientes tienen acceso a las tecnologías de alto impacto que necesitan, con una huella ambiental mucho menor, y sin los riesgos y el impacto económico de las grandes inversiones iniciales en infraestructura y sistemas.

Al mismo tiempo, hay proveedores que están trabajando para maximizar el valor de la vida útil de sus productos y sistemas, al extender su vida técnica y económica mediante la recuperación y el reacondicionamiento de los mismos y la reparación de piezas. La consecuencia positiva es la reducción del uso de materiales vírgenes en favor de materiales reciclados.

La verdadera promesa de economía circular radica en desvincular la creación y retención de valor del consumo de recursos. O, para decirlo en términos prácticos, cómo podemos ofrecer un mejor servicio y el resultado previsto con menos recursos materiales.

Parte de la respuesta, radica en la digitalización. La tecnología digital puede dar un impulso clave a la transición hacia una creación de valor eficiente en el uso de recursos, aprovechando un potencial asombroso que va más allá del papel de un mero «facilitador».

La circularidad, también aplicada a la gestión de los centros de salud, puede aportar interesantes ventajas como elemento generador de valor y como fuente de ahorro, sin dejar de lado que, ambos aspectos, contribuyen también a prevenir errores que pueden comprometer la sostenibilidad y la seguridad ambiental.

Son conocidos los casos de sobredimensionamiento de centros e instalaciones hospitalarias, llevados a cabo con el desembolso de inversiones difíciles de amortizar en plazos razonables, y el diseño de centros de salud con equipamientos de elevado coste, que luego no son utilizados de acuerdo con su capacidad potencial, transformándose en una fuerza productiva infrautilizada y ociosa.

Y ¿cuáles son las oportunidades que brinda esa circularidad al sector de la salud?

La cadena de valor del sector de la salud consume una cantidad significativa de recursos primarios, tales como agua, energía, metales y compuestos químicos. Además, genera un importante volumen de residuos por el empleo generalizado de productos de un solo uso, y por la acumulación de materiales y equipos no utilizados, obsoletos o caducados. En un hospital, los términos “usar y tirar” o desechable, y el concepto de “un solo uso” constituyen prácticas habituales y, aunque su objetivo sea mejorar la salud de los pacientes y ciudadanos, no por ello dejan de ser prácticas poco sostenibles.

¿Qué pasaría si los productos y servicios se ofrecieran sin residuos y sin impacto ambiental?

Producir servicios y productos duraderos, reparables, fáciles de reciclar y que no contaminen es uno de los retos que se debe afrontar, para poder, o al menos reducir, el impacto negativo ante el cambio climático y, sobre todo, los residuos que se producen. Lo hemos visto incluso en eventos multitudinarios deportivos de forma ejemplar. Véase el medallero utilizado para los vencedores de los últimos juegos Olímpicos de Tokio. Y creado desde la fase de diseño.

La economía circular es un plan que nos lleva hacia un nuevo entorno social, tecnológico y económico. Un nuevo escenario

Según la Unión Europea, el 80% del impacto medioambiental, en todos sus significados, es producido en la fase del diseño. Y por eso ha elaborado un Plan de Acción de Economía Circular que, entre otras medidas, busca el diseño más sostenible de los productos.

Esta nueva filosofía concibe productos y servicios sostenibles en todo su ciclo de vida. Es fundamental que el diseño, la producción, la distribución, el consumo, reciclaje y eliminación del producto o servicio se ajusten a criterios circulares, conociendo en todo momento el impacto ambiental que se produce.

El ecodiseño es una parte clave de la economía circular, para prolongar indefinidamente el valor de los productos, manteniéndolos dentro de la circularidad libre de residuos. El diseño con una visión sin residuos permite que los bienes de la economía circular terminen su vida útil en condiciones de adoptar nuevas funciones, a diferencia de la economía lineal que se basa en el principio de comprar, usar y tirar.

Con el ecodiseño obtenemos servicios y productos que nos permiten un menor uso de materiales, poder realizar mejores actividades de multifuncionalidad, reutilización y reciclaje y un mayor uso de biomateriales, con los enormes beneficios que ello supone.

La economía circular en Sanidad supone, por tanto,  innovación, es decir, un proceso de cambio para las organizaciones sanitarias que permita llevar a cabo sus actividades mediante la aplicación de nuevos recursos de forma más eficiente, más respetuoso con el medio ambiente y más económicamente competitiva.

¿Cuáles serían los pasos a dar para establecer una estrategia de economía circular en Sanidad?

  • Prever la demanda sanitaria. La adecuación de los recursos en la demanda de atención médica es la clave para dar el primer paso en el camino hacia una sanidad circular, porque aumenta la eficiencia del sistema, para evitar tratamientos innecesarios, ahorrar recursos y desplazamientos.
  • Promover la salud a través de la educación y de la cultura de hábitos saludables.
  • Fomentar la autogestión de la salud.
  • Impulsar la telemedicina.
  • Aprovisionarse de tecnologías para un mejor diagnóstico y detección de enfermedades (IoT,BigData, wearables, sensores…)

Concluyamos ya diciendo cómo es evidente que la sociedad evoluciona hacia una economía circular y la Sanidad tiene el reto de demostrar la capacidad necesaria para diseñar estrategias que la consoliden como el pilar fundamental de una sociedad circular, eficiente y sostenible.

Y si para ello la Sanidad debe fijarse e inspirarse en otros sectores que van más avanzados, será extraordinario, siempre que el objetivo sea crear nuevos modelos que aporten valor al sistema y beneficien al paciente.

Porque la sostenibilidad del sistema sanitario pasa no solamente por la economía sino también por el medioambiente y lo mejor es que se trabajen ambos temas de forma conjunta y simultánea, aprovechando que el sector sanitario y de salud tiene un alto potencial para aplicar la economía circular, proporcionando herramientas y consiguiendo mejorar el valor de los recursos.

Nunca la economía sin el medio ambiente, siempre juntos.

No fomentar eso sería tan egoísta que nos lo deberían reclamar los que vivan el futuro y esos nos interesan mucho…, afecta a nuestros bisnietos, nietos y, ¿por qué no?  a nuestros hijos y a nosotros mismos.