Winter is coming…

El futuro laboral, y ya en gran medida el presente, están determinados por la inteligencia artificial, la robótica, y las llamadas tecnologías “autónomas”. No tiene sentido entrar en el debate de valorar lo que está ocurriendo, da igual si nos parece bien o mal, lo cierto es que este proceso es irreversible y afectará a nuestro mundo de tal forma que, en unos años, poco quedará del mundo laboral que algunos hemos conocido.

La frase de Ned Stark en Juego de Tronos (Winter is coming…) simboliza perfectamente el nuevo escenario. El camino predecible de certezas que hasta hace poco se había recorrido ha llegado al final, y la única afirmación segura que puede realizarse sobe el futuro laboral es la certeza de que la incertidumbre reinará en los próximos años. Pero la incertidumbre es molesta para el ser humano, y el vacío de control se llena con miedos. Es innegable, por tanto, que el futuro, a día de hoy, sugiere a muchos más miedo que esperanza.

Aunque algunos creen y calculan que se crearán más puestos de trabajo de los que se destruirán, el problema social que puede avecinarse es de tal magnitud, que el temor a la exclusión de esta evolución de un amplio sector de la población es algo real y palpable en muchos ámbitos. Surge así la necesidad de un proceso de reflexión colectiva e inclusiva, a partir del cual se establezcan las bases sobre las que se fundamentará la nueva sociedad. Será necesaria la reflexión ética y social para decidir cuál es el papel que la tecnología debe tener en la sociedad o, más bien, cuál es el papel que queremos que el ser humano tenga en ella.

Una adecuada gestión del cambio es ineludible para la adaptación

El primer requisito de la adaptación es entender y aceptar que la vida es cambio. Pero ahora el cambio es una circunstancia que va a persistir de forma impredecible y a una velocidad vertiginosa. No hay precedentes de un cambio igual. El trabajador del futuro va a experimentar diversas transformaciones a lo largo de su vida laboral, por tanto, deberá ser un individuo líquido, flexible y osmótico (tal y como establece Luis Mateos Keim).

La adaptación y gestión de un cambio rápido requerirá de agilidad y creatividad. La agilidad requiere de habilidades de escucha y captación de la información que puedan aportar los demás (cualquier perspectiva es de interés), lo cual a su vez requiere de la suficiente humildad para reconocer que la era digital se asentará sobre valores colectivos, no sobre valores individualistas. Se asentará y evolucionará a partir de una red de individuos diversos conectados donde todos pueden aportar su experiencia y esencia. Así debe ser.

La innovación incesante será consecuencia de esta red, y son los líderes de esta nueva era digital los que abrazarán e impulsarán esta transformación, de hecho ya hay muchos haciéndolo. Ellos ya inspiran y promueven la innovación y el cambio; atraen y conservan el talento, y son capaces de empezar a ver a la competencia como posibles colaboradores. Son sus acciones, su conducta ágil y decidida, la clave que promueve el desarrollo, la transformación y la adaptación de la organización, pues son los modelos a partir de los cuales se crea cultura organizacional.

La Inteligencia Emocional es la base de la nueva era digital

Las características descritas no son sino competencias de la Inteligencia Emocional, y elementos indispensables para que las organizaciones no sean desplazadas de los primeros puestos en el mercado en los próximos años, o puedan alcanzar el lugar que desean en él. El nuevo líder necesita de una superdotación en el ámbito de la gestión emocional y social, sin ella será difícil la supervivencia, la adaptación y el progreso.

Estas habilidades deben ser adiestradas de forma experiencial; no son conocimientos teóricos que puedan adquirirse a través de clases magistrales, libros, o cualquier otro método tradicional. La construcción del edificio que supone el desarrollo de la IE debe estar cimentado en la práctica autoconsciente y el entendimiento de quienes somos, tanto en cuanto a la especie a la que pertenecemos, como en cuanto al momento de la evolución en el que estamos.

Nuestra transición de homo sapiens a homo connectus (utilizando el concepto de Sheldon Renan y la ciber-antropóloga Amber Case) se está produciendo en estos momentos. No obstante, aunque nos consideremos ya homo conectus, nuestro cerebro siegue presionándonos con sus trampas y deseos cortoplacistas, por lo que su conocimiento y comprensión seguirá siendo imprescindible en las próximas décadas (y siglos).

Las soft skills se han vuelto las nuevas hard skills

El papel actual de las empresas debe ser el de liderar la transformación personal de sus empleados en personas más inteligentes emocionalmente para así atender los retos de la transformación digital. Pero cualquier cambio social empieza por el cambio individual, y no es posible enseñar lo que no se practica, ni inspirar un cambio en el que uno no cree profundamente. Las organizaciones requieren líderes que no pretendan tenerlo todo bajo su control, que promuevan un ambiente motivador, no amenazante, que consideren cualquier situación (éxito o fracaso) una experiencia valiosa de aprendizaje. El desafío ya ha comenzado. Las soft skills se han vuelto las nuevas hard skills.

Marta Isabel Díaz