Los meses de septiembre y octubre destacan, cada vez en mayor medida, como los meses por excelencia de la salud mental. Son meses de sensibilización, concienciación, y también, de reivindicación de la importancia de la salud mental en la vida de las personas, sus entornos y esferas de desarrollo, libre de estigmas y tabúes.

También es tiempo de análisis y reflexión sobre los desafíos y los nuevos escenarios que se dibujan en cuanto a salud mental. Uno de los retos que se plantean en la actualidad en este sentido es, poder llegar a todas las personas que lo necesitan y cubrir las necesidades que se exponen en relación a salud mental.

Debemos tener en cuenta un aspecto clave y cada vez más relevante en el desafío que plantea la salud mental, en cuanto a llegar a cubrir las necesidades de todos los pacientes presentes o futuros, que lo requieran, y para ello, es necesario abordar un gran reto en este sentido, como lo es, la salud mental en zonas rurales o en riesgo de despoblación.

La atención a la salud mental y los recursos destinados a la misma, inclusive el propio concepto de salud mental puede variar en función del área geográfica en la que nos encontremos.

Teniendo en cuenta este factor, el relativo al área geográfica, podríamos hablar de la salud mental en zonas rurales y urbanas. Partiendo de este planteamiento, podríamos hacer una mención específica, por una parte, dentro de las áreas urbanas, a las grandes ciudades o núcleos de alta población que acumulan mayor cantidad de recursos, tanto públicos como privados, así como mayores posibilidades de acceso a estos recursos, y por otra parte, en relación a las zonas rurales, podemos hacer referencia a una realidad, como lo son las zonas en riesgo de despoblación, en las que la presencia o el acceso a estos recursos es menor.

Una de las características más destacable que podemos encontrar en estas zonas, es la dispersión geográfica, que puede darse entre los diferentes núcleos de población, ya que puede ser un añadido a la dificultad de acceso a recursos destinados a la salud mental en estas zonas, debido a que implicaría el desplazamiento de distancias importantes para el acceso a los mismos con las consecuencias o dificultades que ello puede conllevar, como, por ejemplo, la posibilidad de transporte.

Cabe destacar, también como otro factor a tener en cuenta, en el diseño de estrategias de abordaje de la salud mental, la situación de vulnerabilidad en la que se pueden encontrar los pacientes. Es necesario su estudio para un correcto planteamiento de estas estrategias de atención y abordaje, ya que puede haber una vulnerabilidad económica, pero también debemos valorar si hay una vulnerabilidad social, es decir, la persona puede carecer de entorno que le apoye, ya sea familiar, social o incluso laboral.

Teniendo en cuenta lo comentado hasta ahora, si planteamos una intervención en un contexto rural o en áreas en riesgo de despoblación, debemos tener en cuenta, por una parte, que, la información o la concienciación relativa a temas de salud mental es menor, pudiendo favorecer así, el estigma y los tabúes, por tanto, menores posibilidades de pedir o recibir ayuda, y, por ende, se limitan las posibilidades de acceso a los recursos.

En relación a los recursos relativos a salud mental, debemos tener en cuenta, por otra parte, que pueden ser menores que en zonas o núcleos de mayor población o incluso en las grandes urbes, en las que puede darse mayor concentración de los mismos. Todo ello plantea dificultades por cuestiones como, por ejemplo, el desplazamiento hacia estos recursos, añadido a la dispersión geográfica y una vulnerabilidad socioeconómica o el propio desconocimiento de su existencia.

Lo comentado hasta ahora, dibuja un escenario complejo que requiere un estudio y análisis de contexto que permita adaptar la planificación y la organización en cuanto a la atención a la salud mental en pacientes que viven en este tipo de zonas y en los que los recursos en cuanto a salud mental o las facilidades de acceso a los mismos, es fundamental.

Cada vez somos más conscientes de la importancia de la salud mental y su repercusión, así como de la atención y abordaje en consonancia de la misma.

Una intervención oportuna, adecuada y en un tiempo prudencial, favorece la recuperación o la funcionalidad de la persona en su entorno, lo que permite su desarrollo en todas las esferas tanto personales como profesionales y sociales, con el impacto que ello lleva consigo tanto a nivel individual como social.

Para ello, debemos tener en cuenta también los diferentes contextos para llegar al máximo número de pacientes posible, presentes y futuros, y poder abordar las diferentes necesidades que se plantean en cuanto a salud mental, con independencia del área geográfica. En este sentido, es crucial el diseño de estrategias específicas para el abordaje en zonas cuyas características son las comentadas.

Es necesario ser conscientes de la importancia de la salud mental en el desarrollo de las personas y las sociedades, por lo que la salud mental se perfila como un reto social.

Destacar en este punto, que una intervención oportuna, y a tiempo, en salud mental puede llegar incluso a salvar vidas y recordar una vez más que cuando hablamos de salud mental, el riesgo cero no existe.

Maria Dolores de la Cruz Fresneda