La aparición del brote del virus SARSCoV-2 que se detectó por primera vez en diciembre de 2019 en Wuhan (China) y supuso, a partir de entonces, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificase la situación como pandemia, ha marcado el desarrollo de la actividad asistencial en el año 2020. Según los datos del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social terminamos el año a diciembre 2020, con 1.819.249 casos en España y cada día han seguido apareciendo nuevos casos y nuevas olas lo que nos obliga y nos exige repensar qué debemos hacer, cómo lo debemos hacer, qué hemos aprendido y plantear nuevos ajustas, nuevos enfoques de abordaje y ser capaces de conseguir desarrollar estrategias proactivas y no solo reactivas en materia de salud.

La COVID-19 llegó al sistema sanitario español en marzo de 2020 y su estela no nos ha dejado en todo el año 2020 aunque con picos y con valles, y desde luego continúa en una tercera ola en 2021.

Sin duda, se ha tratado de un fenómeno que ha traído a la sociedad y a los profesionales que trabajan en el sistema sanitario y sociosanitario cambios en el modo de relacionarnos, en la manera de prestar servicios y de desarrollar la práctica asistencial. Hemos pensado que es necesario trabajar en cómo se abordan los casos y en cómo prestamos atención y cuidados a los ciudadanos siendo capaces de garantizar unas prácticas seguras, pero que no olviden el valor de la atención integral y personalizada. La vida de los ciudadanos se siente en riesgo, en peligro y esto trae consigo mejorar nuestra capacidad de adaptación como organizaciones, adquiriendo flexibilidad para dar respuesta a la necesidad, por ejemplo, de tener disponibles servicios suficientes para algunos casos que requieren UCIs, o trabajar controlando brotes con correctos aislamientos para los pacientes sin que estos se sientan “no atendidos o solos” y debemos de ser capaces también de ver profesionales que se han tenido que adaptar y en muchos casos como es el de las enfermeras , sabiendo que no van a poder trabajar el riesgo de aislamiento de sus pacientes tal y como marca la evidencia científica y basado en la buena práctica han sido capaces de reinventar elementos de acompañamiento a los pacientes, mas allá de una videollamada, desde los cuidados invisibles para responder a los pacientes cuando nos dicen “no me dejes” y a sus familias que nos ruegan “cuídenle por favor”.

Se han escrito muchísimos artículos científicos en relación a cómo afecta este virus, sus consecuencias para los pacientes, para los sistemas, para la sociedad.

Se ha ido aprendiendo sobre la marcha, generándose evidencias casi al caso. En este año 2020 se han dado pautas a la población para prevenir el contagio, pautas relacionadas con mantener distancia social, uso de mascarilla, lavado de manos, ventilación de espacios cerrados y también por qué no decirlo, se ha saturado a los ciudadanos con un bombardeo de datos a veces no comprendidos que incluso ha sido perjudicial a la hora de la generación de confianza y del tan deseado trabajo en corresponsabilidad. Nunca un problema de salud había tenido este impacto mediático, dedicando horas y horas a hablar de este fenómeno, de contagios, de personas fallecidas, de estancias hospitalarias, de UCIs, de ventilación mecánica, de EPIs. Horas de información y de desinformación, de opiniones a veces sin enfoque y de poca reflexión ética al valor del trabajo colaborativo entre los diferentes estratos de la población, al valor incuestionable de la colaboración de técnicos, profesionales de la salud, gestores, asociaciones, ciudadanos para juntos trabajar contra la pandemia.

Nunca la sociedad había hablado tanto de la necesidad de enfermeras para el sistema sanitario y sociosanitario como en este año en que la OMS, apoyando el movimiento Nursing Now en el mundo, ha declarado 2020 el año de las enfermeras y las matronas, y ha aparecido la necesidad emergente del trabajo específico de los diferentes profesionales, entre los que están las enfermeras, para crear equipos. También los ciudadanos han conocido la existencia de los diferentes tipos de hospitales donde se atienden diferentes tipologías de pacientes de manera eficaz, el valor de la medicina preventiva o la importancia del apoyo de unidades como la Unidad de Media Estancia ante una situación tan catastrófica. Así que 2020 también ha sido un año de descubrimientos y de visibilidad hacia estructuras casi ocultas hasta entonces y por qué no de oportunidad para el cambio.

Cuando el Congreso de los Diputados crea la Comisión para la Reconstrucción Económica y Social y me invitó a participar como experta en el mes de junio de 2020 fue para mí un gran honor, porque una enfermera era llamada para dar su opinión sobre esta nueva realidad que era un “tsunami” para la sociedad española y para todas las sociedades del planeta.

Mi opinión tuvo que ver con poner en valor el papel de oportunidad que la sociedad se perdía si no se contaba con el conocimiento, la experiencia y el liderazgo enfermero en este momento tan crítico para los sistemas sanitario y social.

Pero en mi comparecencia también les dije a sus señorías, “los profesionales están cansados, debemos de hacer algo porque sino no estarán en condiciones de fortaleza para afrontar otra ola”.

Una diputada me preguntó qué haría yo. Y lo agradecí, contesté tímidamente: “Generar descanso”, entonces no me parecía difícil, tenía una propuesta sencilla, simplemente se trataba de generar descanso, eso significaba que los profesionales sintiesen que de verdad importaban a la sociedad, más allá de los aplausos de ánimo. Que importaban a los gestores de sus organizaciones, a sus jefes y era tan simple como desarrollar un plan y generarles tiempo personal, tiempo para descansar en ese momento de periodo entre olas, con menor presión asistencial. Y ¿“cómo” lo haría yo?, era la pregunta, pues sencillo a través de una organización de servicio en un momento de baja demanda y por tanto, que los líderes de los centros podrían hacer si todos pensábamos que aquello era necesario. Allí en la comparecencia dije que yo tenía ideas de por qué y cómo hacerlo, sin embargo, nadie me llamó tras la comparecencia para darle estas ideas o para ver qué les proponía y por qué había dicho esta frase: los profesionales están cansados.

Desconozco quién hizo un plan y cómo se desarrolló y sus resultados, sin embargo, en redes sociales, en grupos de profesionales, en artículos publicados se sigue leyendo que hay cansancio, un cansancio físico y sobre todo emocional que resulta imprescindible atajar porque es imprescindible que los profesionales se sientan fuertes, capaces de afrontar una ola tras otra y adecuarse a los picos de actividad , siendo importante ser proactivos ante esta situación dado que llegará un momento en que este cansancio traerá consecuencias para los servicios que se prestan a los ciudadanos.

El cansancio como ese estado al que se llega por sobrecarga de esfuerzo. En este caso no hablamos solo de excesos de trabajo, sino de cargar con la responsabilidad de atender a las personas, responsabilidades relacionadas con el conocimiento, con la atención plena que se requiere al cuidar de alguien a quien hay que sustituir totalmente en su autocuidado.

Cansancio por no ver el final de una situación de tensión constante, por llegar a sentirse frágil, por la incertidumbre de no ver el final, que es lo que se vive en los hospitales y en los centros de salud.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llamado “Fatiga COVID” o pandémica a un cansancio mental y físico que afecta a toda la población independientemente de que haya sido contagiado o no por el virus.

Esta fatiga hace que la persona se sienta agotada, preocupada, irritable o frustrada, y se producen cambios que cursan con alteraciones del sueño, de la concentración o del apetito. Irritabilidad y alteraciones en las relaciones interpersonales. Y esto, también les afecta a los profesionales en su doble rol.

En el periódico ABC se publicó un artículo en octubre de 2020 sobre estragos en Europa al provocar niveles crecientes de apatía entre algunas poblaciones.

Según la OMS, el director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, Hans Henri P. Kluge, declaró que «los ciudadanos han hecho grandes esfuerzos para contener el COVID-19, el cual ha tenido un coste extraordinario porque nos ha agotado a todos, sin importar dónde vivimos o qué hacemos. Por ello, es fácil y natural sentirse apático y desmotivado, experimentar fatiga», señaló Kluge en una rueda de prensa.

Son las mujeres y las generaciones Z y millenial quienes han experimentado sentimientos más negativos. En concreto, el periodo de confinamiento ha causado estrés en un 22% de la población y tristeza o decadencia en un 21%.

Así pues, en los profesionales este cansancio, como decíamos, también se refleja y tiene una doble vertiente, por un lado, cómo afecta a los profesionales como ciudadanos en su vida personal y por otra , cómo lo hace en su vida profesional.

Solo quiero poner en foco en un término de todo lo publicado y que coincide con los trabajos de los alumnos del Máster de Humanización en Salud que tengo el honor de dirigir.

Este año ha habido alumnas cuya preocupación tiene que ver con este tema del cansancio y sobre cómo el COVID-19 ha afectado a los profesionales. Me gustaría destacar los trabajos de María José Prieto, una enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos que ha realizado una investigación cualitativa sobre el efecto de la pandemia en profesionales enfermeros para comprender la posición de los profesionales y qué elementos han generado satisfacción o seguridad, que han considerado un fraude. Qué ha sido aquello que ha supuesto factores estresantes o tranquilizadores. Pronto este proyecto se publicará y por ello no quiero dar más pistas, pero sí coincide con un análisis que ha realizado también la comisión de humanización de mi hospital y se refleja en casi todas las publicaciones que hay sobre esta área y es dar visibilidad al miedo sentido por los profesionales como un valor negativo, estresante y paralizante y es el miedo lo que destaca de manera clara como un factor generador de cansancio.

El miedo de los profesionales al contagio propio y ser quien contagie a sus familias, el miedo a contagiar a los pacientes, miedo a cometer errores, miedo a no estar suficientemente actualizado, miedo a no dar la talla, miedo a fallarle a los pacientes a su cuidado, miedo a fallar a sus compañeros como equipo, miedo a no tener fuerzas para cumplir con su palabra, miedo a no transmitir seguridad a los pacientes y a sus familias.

El miedo, agota y paraliza. Si se busca la palabra miedo, es ese sentimiento de desconfianza que nos impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. Y genera inseguridad. El miedo produce una sensación de “no puedo” y nos paraliza.

Se encontró que durante la fase inicial de la pandemia de COVID-19, junto con la ansiedad y la depresión, principalmente a casusa de la incertidumbre del desconocimiento de las características epidemiológicas del nuevo coronavirus y su funcionamiento a largo plazo. Pero pasada la primera fase, el miedo continúa instalado en el día a día.

Por otro lado, está el trabajo de Teresa Izaguirre, ella también ha aportado el enfoque de la conciliación y las razones de su necesidad. En su trabajo razona por los porqués. Ante la actual pandemia, el personal sanitario se ha enfrentado a factores que han generado un estrés muy intenso, y tiene la necesidad permanente de concentración, realizar tareas nuevas relacionadas con la nueva patología. Esta situación ha sido desbordante. Además, muchos de ellos han tenido que utilizar la ayuda de los abuelos aun siendo estos grupos de riesgo para contagiarse de COVID-19.

Esta idea, también ha generado situaciones de culpa y estrés añadido, basado en el miedo a perjudicar a sus familias, en concreto a los abuelos por el apoyo al cuidado de los niños, con el riesgo añadido que eso les ha supuesto y de lo que los profesionales han sido conscientes y les ha supuesto miedo, otra cara del miedo con la culpa.

Así pues, ante nosotros, ante los líderes de los servicios de salud se encuentra la premisa de intervenir para mitigar el cansancio de los profesionales que tiene que ver con el trabajo, el tipo de organización, la sobrecarga de los turnos y también sin olvidar un factor paralizante y bloqueador como es el sentimiento de miedo.

Qué pueden hacer las organizaciones:

Lo primero es pensar que hay cansancio real en sus profesionales y que estos sienten miedo y para ello, hay recomendaciones como la que hace la Universidad de Stanford de crear espacios para promover el autocuidado dentro de tiempo de la jornada laboral, como una actividad más en el día a día del trabajo. Hacer mindfulness es esa práctica saludable, beneficiosa y revulsiva capaz de mejorar la calidad de vida. Pero también relajación, espacios de visualización y otras maneras de controlar el miedo a partir de sentirse protegido y visible.

Un plan para descansar y repensar sobre esta emoción negativa que es el miedo y desarrollando estrategias de positividad que nos recarguen de energía nuevamente. Esto seguramente se podría conseguir trabajando en este descanso desde la promoción institucional del reconocimiento de nuestra capacidad, ser proactivos desde la gestión de las personas para viabilizar el reconocer nuestros logros, nuestra aportación a mitigar la pandemia y sobre todo el reconocimiento de los otros a esta contribución.

Eso no se improvisa, se hace de una manera explícita y programada. El reconocimiento es una fuente de fuerza que no hay que olvidar.

Tener un plan para mitigar el cansancio, dominar el miedo y dar esperanza supone una coraza contra el virus que no se puede despreciar. Sin profesionales no hay atención y es imprescindible para alcanzar un cuidado excelente de tanto valor como el que se da las personas que atienden y cuidan de los ciudadanos.

“Aquel que tiene un por qué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos” (Nietzsche)

Bibliografía Recomendada:

  • Carmen Ferrer. Comisión de Reconstrucción del congreso de los Diputación https://www.youtube.com/watch?v=xOslp6uWr4g&t=5s
  • Revista ADN nº 6. Enero 2021. Hospital Central Cruz Roja Madrid
    SECA_COVID 19. Reflexiones y recomendaciones para planificar actuaciones para la prevención y abordaje de Reacciones de Estrés Agudo en trabajadores sanitarios y otro Personal de apoyo a la labor sanitaria con motivo de la crisis ocasionada por
    COVID-19. https://calidadasistencial.es/wp-seca/wp-content/uploads/2020/04/SECA-COVID-19-Prevencion-Estres-Agudo.pdf
  • Andreu-Periz D, Ochando-García A, Limón-Cáceres E. Experiencias de vida y soporte percibido por las enfermeras de las unidades de hemodiálisis hospitalaria durante la pandemia de COVID.19 en España. Enferm Nefrol. 2020 Abr-Jun;23(2).148-59.