Estos días he leído multitud de artículos que proponen claves para la Sanidad post crisis … que siguen diciendo exactamente lo mismo que se decía antes. Si bien siguen siendo propuestas correctas, a las que la sensibilidad actual puede aportar más peso e incentivos para su implantación, aquí os quiero presentar algunos ítems concretos generados específicamente en la pandemia y que afectarán a nuestra gestión.

Los profesionales

La crisis irá pasando y la presión sobre el sistema sanitario irá bajando, pero este tsunami dejará secuelas en nuestros profesionales. El cúmulo de vivencias traumáticas que han tenido que afrontar y el impacto físico y psicológico de la carga emocional puede llegar a mermar su capacidad.

Los síntomas de este nuevo problema, en forma de estrés post-traumático, pueden aparecer progresivamente en los meses posteriores al Estado de Alarma. Es posible que nuestros profesionales afronten hiperactivación fisiológica y que presenten evitación y ansiedad al afrontar estímulos asociados a los eventos que lo han producido, y que no se pueden disociar de su práctica diaria.

Debemos empezar a diseñar una política de prevención, a través de cuestionarios específicos, para detectar aquellos casos que necesitarán atención profesional. Pero también es una buena idea plantear una estrategia de soporte general, a través de métodos cognitivos-conductuales y de control de la activación emocional, para la gestión del estrés. Demos peso a la siempre presente afirmación que nuestro mejor activo son nuestros profesionales y cuidémoslos.

Proporcionar formación que potencie habilidades como el mindfulness, la inteligencia emocional y la gestión del tiempo puede ayudar. Aplicándolo a nivel grupal, nos ayudará a fortalecer la cultura de la empresa y el sentimiento de pertenencia al equipo.

Los usuarios

El nivel de progreso alcanzado en la sociedad de bienestar, había proporcionado una ilusión de control, que la naturaleza ha puesto en jaque, una vez más, aflorando que estamos expuestos a peligros inherentes a nuestra esencia biológica. Convivir con este escenario, aderezado por un exceso de información que sesga la visión del escenario global y no permite descongestionar nuestra mente, está generando altos niveles de ansiedad.

Más allá de la realidad y del pensamiento racional, muchas personas van a dejarse llevar por el razonamiento emocional, dando credibilidad a informaciones que potencian el miedo y que pueden llegar a generar un cierto histerismo colectivo.

Tratar este efecto va a requerir inteligencia emocional y para ello, una vez más, debemos fomentar esta habilidad en nuestros profesionales. La inteligencia emocional supone identificar cómo está reaccionando la mente del paciente y aportarle información de forma adecuada, para que pueda tomar racionalmente sus decisiones individuales, resistiendo el proceso de anulación debido a la presión del grupo.

Para poder comunicar esta información de forma efectiva, necesitaremos desarrollar habilidades. Además de formación en perfiles de comunicación o comunicación efectiva, disponemos de recursos tan sencillos como practicar pequeñas conversaciones con desconocidos (saludar mirando a los ojos a la cajera del súper, al dependiente del quiosco, preguntarles como están, etcétera). La práctica y el feedback que recogeremos nos ayudará a mejorar nuestro estilo de comunicación con pacientes, compañeros o subordinados, practicando la empatía sin miedo a que comprometa la percepción de nuestra valía profesional.

El sistema sanitario

Es fácil decir lo que se debería haber hecho, una vez disponemos de información. En 2009 el mundo sufrió una de las pandemias más importantes, pero parece que los datos que se generaron se han olvidado. El problema no ha sido el mismo, ni tampoco lo serán los que puedan venir, pero comprometen áreas comunes, como la sobrecarga de los centros sanitarios y las unidades de cuidados intensivos.
Ahora, de lo que se trata es de utilizar el conocimiento generado para establecer principios que nos permitan aprender a gestionar mejor situaciones similares en un futuro. Os pongo algún ejemplo:

• EPIs

Cuando tratamos temas relacionados con la salud, existen EPIs que son siempre necesarios, como mascarillas, guantes y batas, que no deberían faltar en las primeras semanas de reacción ante una alerta.
El tamaño del stock que deberíamos mantener supone una inversión puntual en su adquisición y un gasto periódico en su almacenaje y mantenimiento, con lo que tiene que ser una medida muy bien calculada.
Pero el gran problema ha sido no disponer de infraestructura para producirlos. A nadie se le escapa que el menor precio de los bienes importados, a pesar de los costes del transporte (económicos y medioambientales), pasa por unas condiciones laborales difícilmente admisibles en nuestra sociedad. Pero lo aceptamos. Y ahora lo hemos pagado. Quizás deberíamos plantearnos reservar parte de la valoración de nuestros concursos de adquisición (públicos) o un apartado en las convocatorias de ofertas (privadas) para aquellos productos cuya producción se realice localmente, así garantizaríamos una capacidad de respuesta.

• La telemedicina

Los beneficios de su aplicación ya eran conocidos, en un plano mayoritariamente teórico, pero, aunque más del 90% de españoles tienen acceso a Internet, no se había aprovechado plenamente este recurso.
Vernos confinados, con una comprensible reticencia por parte de los pacientes a acercarse a los servicios sanitarios, y con imposibilidad de visitar a nuestros mayores en las residencias o en sus casas, nos ha colocado de cara a la pantalla. El uso de tecnología, adoptado a toda prisa, ha pasado a ser el estándar y se ha dado un salto de años en la implantación de la telemedicina.

Hemos vencido la resistencia al cambio de forma ciertamente traumática. El rápido cambio cultural que hemos vivido, se ha tragado los problemas que la tecnología iba a generar en todos los colectivos implicados. Ahora se trata de consolidar, normalizar y utilizar todas las funcionalidades de este cambio que todos preveíamos, pero que se ha producido a una velocidad inimaginable.

• Información

En este apartado tengo dos comentarios sobre lo que creo que debemos aprender y corregir:

Primero: Necesitamos información más clara y concisa de UNA fuente oficial. Si, ya sé que hay matices y consensos de expertos, pero todos ellos deberían hacer referencia a qué punto de LA INFORMACIÓN oficial se refieren y extienden o comentan. Y sí, clara y concisa. Si se equivocan, que rectifiquen; si no saben, que lo reconozcan, pero que no nos envuelvan en un halo de desinformación por no poder concretar qué medidas se toman, qué datos son empíricamente correctos y sobre cuáles aún no disponemos de información.

Segundo: Aprendamos gestión del tiempo. Sobre todo los políticos y los medios. Dar información de manera constante genera mucha ansiedad, y no nos permite ni siquiera ver una película para desconectar, sin que corten la emisión o se nos cuele en el intermedio alguna información que nos devuelva a la situación de angustia que vivimos. Si establecemos en qué momento (o momentos) se hace una síntesis de la información relevante, todos podremos informarnos, no se preocupen. Pensemos un poco en la salud pública.

• Organización

Hemos recibido profusa información de actividades necesarias para tratar este tipo de crisis: cómo aportar información a la población, establecer el confinamiento, utilizar equipamientos auxiliares, acceder al desconfinamiento, …, pero también de las ayudas a empresas y autónomos y el soporte social entre otros.

Diversos grupos de expertos han planteado criterios útiles sobre cuándo, cómo, dónde y quién debe tomar estas decisiones. Yo, particularmente, no esperaría a que se produjera otra alerta para plantearme un circuito básico de implantación de medidas sanitarias, que permita identificar y contactar de forma ágil con los especialistas implicados para establecer los criterios específicos que activen las distintas medidas. Y menos aún que esto dependiera de los políticos que en ese momento estén en el poder.

En cuanto a la vuelta a la normalidad, tenemos una oportunidad, en la planificación de la normalización asistencial de las patologías que han quedado pendientes de atención, para plantear la atención a procesos concretos a través de una bien entendida gestión clínica, que permita aislar y mantener la asistencia en momentos de crisis a los pacientes que así lo necesitan, en un entorno seguro.

Una respuesta que solo se centre en el corto plazo, aportando recursos a la misma estructura actual, nos condenará a nuevas situaciones de crisis por la atomización de los servicios y a una mala utilización del recurso que se demuestra cada vez más escaso … nuestros profesionales.

Conclusión

Debemos aceptar, de una vez por todas, que los escenarios de incertidumbre son nuestra realidad en las rutinas laborales, económicas y sociales, e invertir de forma decidida en fomentar habilidades y resiliencia que nos permitan afrontarlos mejor y seguir teniendo buena calidad de vida.