Como todos los inviernos ha hecho su aparición la epidemia estacional de virus respiratorios. La excepción a esta cita anual fue el período posterior a la fase más aguda de la pandemia por COVID-19, cuando la utilización masiva de mascarillas y la intensa campaña de vacunación tanto de la gripe como de COVID-19 hizo que la incidencia de enfermedades respiratorias agudas fuera mucho menor que la habitual. Cuando la epidemia se presenta en todos los servicios de salud la situación es la misma: urgencias de hospitales y de atención primaria desbordadas, hospitales con una elevada ocupación de camas, centros de salud con su capacidad al máximo para atender la demanda de consultas, pacientes descontentos por las esperas y profesionales agotados. Los gerentes y directivos de hospitales hacen encaje de bolillos todos los días para poder ingresar a los pacientes que esperan en urgencias mientras tratan de que no se suspendan intervenciones quirúrgicas por falta de camas. Todos los años se repite la misma situación y al parecer ningún año se propone ninguna innovación para mejorar los planes de contingencia, que se muestran claramente insuficientes. Este año se ha dado la circunstancia de que el pico de la epidemia se ha presentado durante el periodo navideño, por lo que ha coincidido con el momento en el que médicos y enfermeras desean disfrutar de días de vacaciones. Como además durante estos días los políticos descansan de su habitual tarea de descalificarse entre ellos, el espacio que queda libre en los telediarios se emplea en informar con profusión sobre la situación en las salas de espera de urgencias y exterior de los hospitales, donde se entrevista a pacientes que no presentan ningún síntoma de gravedad que justifique su presencia en ese lugar. Justo es reconocer que otros muchos sí precisan de cuidados urgentes y especializados, y por eso se llenan los centros sanitarios.

Es necesario evaluar el desempeño de la gestión de la epidemia estacional, de la misma manera que era imprescindible analizar la gestión de la pandemia de la COVID-19. Todos los años se repiten las noticias del comienzo de la campaña de vacunación de la gripe, ahora también de COVID-19, para los grupos en que esta vacunación está indicada. Todos los años se repiten los mensajes de que solo se debe acudir a urgencias cuando se presenten síntomas que indiquen gravedad. Y todos los años se repiten los mensajes con consejos como beber agua, tomar paracetamol si se presenta fiebre y consejos similares. También todos los años los pacientes se amontonan en las áreas de urgencias de los hospitales durante días esperando que queden camas libres para su ingreso. En resumen, lo que se hace es claramente insuficiente para satisfacer el derecho de los ciudadanos a la asistencia sanitaria. No se respeta el derecho de un paciente a la asistencia cuando tiene que esperar más de 24 horas en un pasillo de urgencias para su ingreso, salvo que haya ocurrido una catástrofe, máxime cuando es una situación que se repite todos los años.

‘La planificación y gestión de la epidemia estacional de virus respiratorios debe empezar con meses de antelación’

La planificación y gestión de la epidemia estacional de virus respiratorios debe empezar con meses de antelación. Son necesarias acciones de educación para la salud y de prevención, como las campañas de vacunación; es imprescindible preparar planes de contingencia que permitan aumentar la disponibilidad de recursos; y también evaluar sistemáticamente los resultados obtenidos para poder mejorar cada año la respuesta a la epidemia. Las acciones necesarias de educación de los ciudadanos deben dirigirse a que sepan cómo comportarse cuando tienen síntomas, recomendando la utilización de mascarillas, recordando las normas de etiqueta respiratoria y cuándo acudir a su centro de salud y a urgencias. La campaña de vacunación debería ser mucho más proactiva porque es imprescindible mejorar las tasas de vacunación, de forma que, por ejemplo, se llame por teléfono a todos aquellos que se incluyen en el grupo cuya vacunación se recomienda, para invitarles a vacunarse y ofrecerles una cita. También con meses de tiempo deben establecerse los planes de contingencia que eviten el lamentable espectáculo de pacientes que pasan días en los pasillos de urgencias por falta de camas. Es intolerable que todos los años veamos a personas mayores en esta situación sin que se le ponga remedio. Si se sabe que durante un período de uno o dos meses la ocupación de los hospitales se va a disparar, hay que organizarse para evitar que los pacientes “ingresen” en los pasillos. Si para eso es necesario contar con los centros privados, pues que se concierten y se planifique con tiempo su colaboración. También deben explorarse otras vías de atención, como la hospitalización en el domicilio de los pacientes cuya situación lo permita.

En resumen, es necesario evaluar la planificación y gestión, detectar los puntos de mejora, algunos de los cuales se han expuesto aquí, e iniciar con tiempo la campaña de educación para la salud, promover la vacunación para mejorar su cobertura poblacional, organizar los recursos de urgencias y hospitalización con tiempo, explorar otras formas de asistencia, y establecer criterios de éxito que permitan evaluar el desempeño del sistema de salud y planificar su mejora.

Todo, menos continuar como hasta ahora.