En el sector sanitario español, ya nos parece habitual hablar de “hospitales sostenibles” y de “hospitales verdes”. Pero, al margen del concepto y lo que implica, en muchas ocasiones únicamente se usa como reclamo de la entidad sanitaria para posicionarse en el mercado, ante una sociedad que concibe el medio ambiente como una necesidad y los pacientes así nos lo exigen.

Pero, hagamos algunas reflexiones o apuntes generales sobre el centro sanitario, y su gestión, y en especial su gestión ambiental. Si pensamos en cifras, los grandes centros hospitalarios urbanos pueden generar más de dos millones de toneladas de residuos cada año y consumen una media energética que alcanza los 15 millones de euros. El problema derivado del manejo y la disposición de los desechos plantea la necesidad de centros que puedan gestionar sus residuos sanitarios (citotóxicos y biosanitarios según nuestra legislación) de forma autónoma, así como adecuar su actividad a prácticas de eficiencia y eficacia energética.

La separación, recogida y traslado de los residuos sigue un proceso protocolizado y controlado, que de forma general queda establecido en base a las leyes existentes, aunque no existe ninguna ley nacional o europea específica para los residuos sanitarios. Aunque, y esto es una realidad abrumadora, con el coronavirus, se ha producido un exceso de residuos de diferentes categorías que ha dejado al descubierto la endeble estructura de gestión de residuos que había establecido. La pregunta sería ¿por miedo, se han generado residuos incensarios? ¿Hay suficientes empresas-gestores de residuos ante una avalancha de residuos sanitarios imprevistos? ¿Cómo asumir el gasto del aumento de residuos generados por el Covid-19? Responder de forma adecuada y critica a estas y otras preguntas requiere de un estudio de las cifras de residuos generadas con causa en el Covid-19 y el resto de residuos de otras patologías y creemos que para realmente el análisis sea interesante, hay que recabar las cifras que vendrán en los próximos meses. Por ello este articulo únicamente viene a recordar lo “bueno”, si se permite este término coloquial y simplista, de un “hospital sostenible».

En la mayoría de las clínicas y hospitales, el tratamiento y la gestión de los residuos hospitalarios debe ser por separado, dependiendo de la categoría y tipo de los mismos, pero lo cierto es la mala praxis por parte de los profesionales, hace que de forma inconsciente los residuos sean desechados todos juntos, papeles de la recepción, materiales de cirugía, medicamentos… para luego quemarlos en incineradores. Situación agravada, insistimos, por la crisis sanitaria con causa en la actual pandemia que sufrimos: Así pensemos en este dato: La Agencia de Protección Ambiental de EEUU, en los años 90, identificó este mecanismo de eliminación de desechos (la incineración) como principal fuente de emisión de toxinas, mercurio, plomo y otros contaminantes del aire que amenazan la salud humana y el medio ambiente. En no pocas ocasiones, los residuos se entregan a las entidades gestoras encargadas de la recogida, y, por falta del control adecuado, acaban en vertederos abiertos, lo que pone en riesgo de contagio a las personas, y en países que sufren la crisis, se ha detectado un aumento de contagios debido al incremento de personas que buscan entre la basura.

La Unión Europea trabaja sobre la emisión de gases procedentes de la incineración de residuos peligrosos a través del establecimiento de unos límites muy estrictos en cuanto al tipo de hornos y a la eficacia de los equipos de limpieza de gases. Para cumplir estos límites es necesario instalar incineradores de tecnología moderna, dotados de un horno específico y de un sistema de lavado de gases de alta eficiencia. Una instalación técnicamente muy sofisticada que requiere una explotación y un mantenimiento especializados. La correcta gestión de los residuos sanitarios permite disminuir el riesgo hacia la salud y el medio ambiente pero resulta bastante más caro que la eliminación de los desechos comunes. Esta es una de las razones por la que los centros sanitarios deben plantearse la necesidad de minimizar la producción de residuos, y así disminuir los costes y optimizar los procesos.

El ahorro energético se ha convertido en otra de las prioridades de las administraciones ya que tienen que cumplir la legislación vigente de eficiencia energética. Para ello, juegan un papel importante las nuevas tecnologías, los productos ecológicos y aquellos con un ciclo de vida más largo que están apareciendo en el mercado sanitario. Los LEDS, son un ejemplo. Un tipo de luz que consume cinco veces menos y dura 10 veces más que las halógenas, su reciclaje es una buena forma de eliminar las emisiones de mercurio y de reducir los residuos y la disposición de material tóxico. El uso de gas natural en vez de gasóleo, el aprovechamiento de la condensación de los equipos de aire acondicionado o la compra de equipos energéticamente eficientes, son otras de las prácticas ambientales que pueden llevarse a cabo en los centros hospitalarios. Un dato muy positivo es que La reducción de emisiones de CO2 y la implementación de nuevos sistemas sostenibles son las algunas de las medidas adoptadas por los hospitales españoles. De esta forma además del beneficio ambiental es obvio que se mejora la gestión y lleva a reducción de costes en la actividad diaria de los centros.

Otro importante punto de mejora en la gestión tiene que con las decisiones de compra de los hospitales, ya que inciden tanto manera directa como indirecta, en la salud, y en la salud ambiental. Estas decisiones influyen sobre la forma en que se producen los alimentos, la manera en que son empaquetados, consumidos y descartados. Sobre compra de productos plásticos, o, de reutilización, sobre compra en general de cualquier material que implica un centro sanitario en todos sus unidades (incluido el departamento de administración).

Lo rigurosamente cierto es que la política ambiental de hospitales, clínicas y centros de salud requiere de importantes cambios y la introducción de medidas para optimizar sus recursos y producir energías menos contaminantes. Minimizar la cantidad y toxicidad de residuos, reducir el consumo de electricidad y adoptar políticas para el empleo de productos, materiales y químicos más seguros es la garantía de un sector que no sólo vela por la salud de las personas, sino también por la del mundo en el que viven. Es decir, que tengamos centros hospitalarios que podamos realmente calificarlos de “verdes”, y que este adjetivo no sea simplemente una herramienta de marketing.

Las administraciones autonómicas españolas, todavía, no se han volcado totalmente en el asunto de la sostenibilidad de los centros sanitarios, o, mejor dicho, no lo han hecho de una manera sistematizada y uniforme, lo cual sería tremendamente beneficioso y sería muy recomendable contar con una guía nacional para los gestores sanitarios pudieran detectar las oportunidades de mejora que implica un” hospital sostenible”.