Como hemos resaltado en numerosas ocasiones en nuestra columna, la creciente actividad industrial de las últimas décadas ha tenido un impacto devastador en el medio ambiente. Con ello se ha generado una conciencia de los problemas globales del Planeta y de la necesidad de cambiar el actual modelo productivo por otro modelo ambientalmente sostenible y socialmente justo. Y para llegar a este objetivo, se debe desembocar en una actuación a nivel local, a nivel del ciudadano, y precisamente, no hay mejor opción, que empezar en el seno de la empresa, sea esta del sector que sea, por lo que en nuestros centros sanitarios debemos tener en cuenta esta realidad.

Para revertir el actual deterioro ambiental, es necesario un cambio en las condiciones productivas y operativas empresariales, pues estas repercuten en la calidad del entorno y una de esas vías de contaminación se presenta en forma de emisiones atmosféricas. Evidentemente, el impacto ambiental variará en virtud de la actividad que desarrollemos y no será igual un hospital, con las exigencias de un edificio de ciertas dimensiones, que una clínica oftalmológica.

Las emisiones atmosféricas están constituidas por humos, gases, partículas, etcétera, emitidas al aire y pueden llegar a suponer un grave riesgo y ocasionar daños o molestias importantes para las personas, además del daño que provoca en el medio ambiente. Con carácter general se habla de contaminación atmosférica, ya sea provocada por causas naturales o por la actividad humana. Hay emisiones naturales, como las ocasionadas por los volcanes, los incendios forestales, o la descomposición de la materia orgánica. Otras son producidas por la mano del hombre, como las que tienen su origen en la industria, el tráfico, las calefacciones domésticas o las instalaciones de combustión. El medio ambiente es capaz de adaptarse a las emisiones naturales, mientras que las emisiones contaminantes producidas por los humanos han sido de tal alcance que han ocasionado desequilibrios y motivado la aparición de graves problemas que pueden afectar a distintos niveles (a un municipio, a una provincia, a un país, a un conjunto de países o a todo el Planeta; por ejemplo, el cambio climático). Hay que tener en cuenta que la contaminación atmosférica es muy difícil de eliminar y de controlar, pues el aire se encuentra en constante movimiento y no conoce límite alguno. Cuando las emisiones de una instalación salen a la atmósfera se mezclan con otras emisiones procedentes de otros focos y otras sustancias presentes en la misma. Esta situación, esta mezcla de emisiones, se conoce como inmisión, y es lo que se mide para conocer la calidad del aire.

Las emisiones pueden ser de dos tipos. Por un lado, tenemos las emisiones puntuales que se producen de forma controlada. Son las que tienen una salida localizada a la atmósfera. Es decir, tienen punto concreto por donde se expulsan a la atmósfera. Puede ser una chimenea, una torre de humos, la salida de un sistema de ventilación o de un sistema de extracción localizado, etcétera. Al estar localizadas, estas emisiones son fácilmente controlables y medibles. Se habla entonces de focos fijos cuando nos referimos a aquellos puntos por donde salen las emisiones a la atmósfera. La legislación obliga a los titulares de estos focos a emitir únicamente unas cuantías determinadas de ciertos contaminantes, y a mantener las instalaciones en perfecto estado, para evitar accidentes ambientales. Por otro lado, existen las llamadas emisiones difusas. Son emisiones no localizadas (no salen por un foco fijo) y por ello son difíciles de controlar. Pueden ser de lo más variadas. Por ejemplo, los vapores o emanaciones de gases ocasionados por fugas, derrames, manipulación de sustancias… que antes de salir a la atmósfera se pueden propagar por el interior de las instalaciones. Así tenemos, como significativo los llamados compuestos orgánicos volátiles –COV– de los que forman parte las gasolinas, algunos disolventes, líquidos de limpieza, etcétera.
El problema de la contaminación atmosférica es objeto de importante legislación ambiental. Tanto la emisión de sustancias como la calidad del aire (inmisión) son reguladas por la normativa y acarrean una serie de obligaciones para el sector empresarial.

Para finalizar, unos datos que nos harán reflexionar sobre la importancia del problema de la contaminación del aire y su repercusión sobre la salud. Se estima que la contaminación atmosférica ocasiona 310.000 muertes anuales en Europa, 14.000 de ellas en España, fundamentalmente debidas a las partículas en suspensión y al ozono a baja altura (contaminación en las ciudades). Produce los mismos efectos perjudiciales sobre la salud que el consumo del tabaco. En el ámbito laboral, las distintas enfermedades relacionadas con la contaminación (lesiones cutáneas, problemas respiratorios, asmas, bronquitis, dolores de cabeza, vómitos, …) producen una media de 0,5 días de baja médica al año.