Leyendo el best seller La guerra de los Chips, escrito por Chris Miller y declarado el mejor libro del año por prestigiosas revistas y periódicos, me ha llamado muchísimo la atención un proceso recurrente que he observado en los directivos de las empresas en las que he tenido la oportunidad de trabajar y también fijándome en aquellos líderes empresariales que han tenido éxito y en aquellos que han fracasado.

En concreto, en este libro explica la creación de Silicon Valley y sus precursores entre otros William B. Shockley, Premio Nobel de Física en 1956 por sus investigaciones sobre semiconductores y la invención del transistor, vamos un fenómeno.

Solamente tenía un problema, nadie quería trabajar con él, ni sus compañeros de Bell y más adelante cuando creó Shockley Semiconductors, los más importantes investigadores abandonaron la compañía para crear Fairchaild Semiconductor, porque no le soportaban, entre ellos estaban Robert Noyce (el líder de los ocho traidores) y Gordon Moore (Ley de Moore) que más tarde crearían Intel, y Noyce y Kilby bautizaron los semiconductores llamándoles Chips. Y aquí amigos empezó todo, empezó el desarrollo de Silicon Valley.

Sirva esta introducción para destacar algunas cualidades importantes que desconocen los jefes y directivos con los que nos encontramos, saben mucho y son muy listos, pero nunca más listos que lo que aportan las personas con las que deben rodearse.

Otro icono conocido mundialmente como Steve Jobs, muchas personas que trabajaron con él directamente decían que era un ser intratable que menospreciaba, insultaba y humillaba regularmente a su gente. Era una persona desleal, mentirosa, avara y deshonesta. De hecho, engañó a su socio principal Steve Wozniak (el verdadero creador de las primeras computadoras Apple) con un bono que les pagó Atari, firma que lo tuvo que mandar (a Jobs) a trabajar solo y de noche porque nadie soportaba su mal trato.

Así podemos encontrar muchos otros ejemplos no tan conocidos que han fracasado por no tener las cualidades de un verdadero líder, que no significa ser más listo que los demás, solo tenemos que mirar a nuestro alrededor.

Pero también existe lo contrario.

Casi todo el mundo conoce las principales características de los líderes que vienen publicadas en libros, desarrolladas en programas formativos y en algunos casos llevadas de forma errónea a la práctica.

Bajo mi punto de vista hay una cualidad que he observado y es fundamental: Capacidad de aprender de las personas que están en el equipo y que saben más que el jefe de distintas materias, reconociéndoles su aportación y el propio aprendizaje que les proporcionan. Cada uno en lo suyo, pero siempre con la humildad de aprender lo que no saben y que los demás sí.

‘El ego de los jefes por ser jefes debe desaparecer y si no es así, los equipos no funcionarán’

Yo he vivido situaciones parecidas con personas con las que he tenido la suerte de trabajar, me han enseñado muchísimas cosas que desconocía y gracias a ellos he podido desarrollar mi carrera profesional, personas con talento, generosidad y pensamiento global hacia un mejor resultado conjunto, que hoy ocupan puestos de responsabilidad en distintas organizaciones, por lo que me hacen sentir orgulloso y agradecido.

En el mundo de la sanidad, que avanza con una rapidez inusitada también encontramos ejemplos significativos, como algunos jefes de servicio que no tuvieron la suerte de estudiar ni aprender de las intervenciones quirúrgicas que utilizan modelos de dos dimensiones, con lo cual siguen interviniendo como aprendieron o aprendiendo de los que se han formado en el nuevo modelo.

Pero ahora existen nuevos modelos en tres dimensiones (Da Vinci) y los que operaban en dos dimensiones no están formados en estas nuevas técnicas. ¿Esto significa que el “jefe” está obsoleto? No, siempre que apoye, ayude y aprenda de los otros cirujanos de su equipo con el objetivo común de tener éxito con los pacientes intervenidos.

El ego de los jefes por ser jefes debe desaparecer y si no es así, los equipos no funcionarán, pedirán la baja, el traslado o vaya usted a saber, como ha ocurrido recientemente en la UCI pediátrica de La Paz, donde siete médicos se han dado de baja ante la vuelta al servicio del jefe de la Unidad.

Quizás, el ejemplo que más podemos reconocer en España es el de una de las mayores fortunas como la de Amancio Ortega, creador del Zara y del grupo Inditex, una persona hecha a sí mismo, con olfato, convicción, dispuesto a asumir riesgos y con la visión suficiente para crear este imperio. ¿Pero él solo? No. En primer lugar, posiblemente le falta formación en muchos aspectos claves, como alta distribución y logística mundial, visual merchandising, negociación en origen, tendencias anticipadas, idiomas, nuevas tecnologías, etc., pero eso no ha sido lo importante en Amancio Ortega. Posiblemente lo más importante ha sido en su expansión y desarrollo, saberse rodear de personas que sabían más que él en estos aspectos reseñados y en otros muchos más y generar confianza en personas que le rodeaban. Ahí destacamos a José Antonio Castellanos que mano a mano con él durante 20 años hizo crecer la compañía con excelentes resultados gracias a los equipos que iba incorporando. Después Pablo Isla, reconocido gestor de talla internacional que ha liderado durante 16 años la compañía en la expansión por el mundo y en la transformación digital.

Y no quiero hablar de los Gobiernos, de sus presidentes o candidatos actuales, aunque tengan el pelo teñido de pelirrojo, sean calvos como yo, o estilizados y bien peinados, pero conviene recordar que su ego no debe impedir escuchar a los demás, aunque no sean devotos suyos y aprender de los errores propios o ajenos y que nos están llevando a una deriva mundial, desgraciadamente de resultados impredecibles.

“San Isidoro (Etimologías, libro XVIII, cap. 1) menciona cuatro clases de guerra: Justa, injusta, civil y más que civil.  La primera tenía que acoplarse a alguno de estos principios: vengar un agravio, expulsar al invasor o ser declarada por autoridades legítimamente constituidas”.

En resumen, queridos lectores, aprender de los errores del pasado y de las personas que nos rodean nos hacen más “sabios”, y no aprender por pensar que somos más listos, nos hace más “tontos o ignorantes”.

Y recordando una canción de Serrat:

“Se gastan más de lo que tienen

En coleccionar espías, listas negras y arsenales

Resulta bochornoso verlos fanfarronear

A ver quién es el que la tiene más grande

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz

Juegan con cosas que no tienen repuesto

Y la culpa es del otro si algo les sale mal

Entre esos tipos y yo hay algo personal

Y como quien, en la cosa, nada tiene que perder

Pulsan la alarma y rompen las promesas

Y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer

Nos ponen la pistola en la cabeza”

Ah, por cierto, cuando escucho a los jóvenes en los institutos, escuelas, transportes públicos o en mi propia casa que hablan de nuevas tendencias tecnológicas, redes, comunicaciones, etc., pego la oreja lo más próxima posible, para enterarme bien de cómo evoluciona el mundo, según ellos, y así, reflexiono, me informo, leo, escucho y aprendo.

Tengo que decir, que, frente a los catastrofistas, la mejor manera de adaptarse al futuro es anticiparse a él y no esconder la cabeza para luego quejarnos de lo que nos viene.

Atentamente.