“La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir“. Maya Angelou

Café, que bebida tan misteriosa. En algún sitio leí que el café es como una chispa de magia que se puede beber. Para la mayoría de nosotros un buen café es la manera de empezar mejor el día y también una excelente excusa para compartir tiempo con la familia, los amigos, para socializar, conocer gente nueva o para pedir y dar consejos. Forma parte de nuestras vidas. Tan es así que hemos acuñado la expresión “café para todos” cuando queremos expresar el hecho de ofrecer el mismo trato a todas las partes involucradas en un asunto con el fin de contentar (o descontentar) a todos por igual.

En Recursos Humanos hay quien utiliza la prueba del café como un elemento más que influye en la selección, pero principalmente el “café para todos” es utilizado en negociación laboral y especialmente en la definición de políticas retributivas. Se utiliza este mecanismo en aras de una supuesta equidad y transparencia, en muchas ocasiones olvidando que no hay mayor inequidad que la que provocan las compensaciones iguales para desempeños, aptitudes y actitudes diferentes.

En España tenemos mil maneras diferentes de tomar el café: solo, cortado, con leche dulce, amargo, largo de agua, corto de café, manchado, del tiempo, templado o muy caliente, con canela o con espuma… Casi podríamos decir que hubiera un café para cada persona adaptado a su especial gusto y circunstancias. Del mismo modo hay muchas maneras de diversificar ese “café para todos” a la hora de retribuir. Al fin y al cabo en cualquier estructura salarial que aspire a ser motivadora y equitativa, a cada profesional se le debería retribuir por lo que es, su categoría profesional y por lo que hace, por su función. Pero también por quién es, por su carrera, su formación y experiencia. A través de la retribución variable asociada a objetivos debería adecuarse su retribución por cuánto o cómo hace su trabajo. Finalmente, no olvidemos diferenciar el salario por cuándo hace su trabajo, en qué momento, a través del pago de guardias, festivos, nocturnidad o turnicidad. Una buena variedad de fórmulas diferentes para retribuir, ¿verdad?

‘A cada profesional se le debería retribuir por lo que es, su categoría profesional y por lo que hace, por su función’

Pensemos en la categoría como el tipo de café (natural, torrefacto, descafeinado); la función como las opciones derivadas de la leche (sin, condensada, desnatada, entera, de soja). Sustituyamos el quién por los diferentes azúcares o complementos, el cuánto y cómo por las temperaturas, tamaños o espumas y el cuándo por el café vespertino o el que nos mantiene despiertos en la guardia del domingo por la mañana. Ya tenemos el perfecto café para todos que vuelve loco a cualquier camarero.

No olvidemos que a nadie le gusta el café malo, a granel, de máquina y que adecuar la retribución personalizándola y aderezándola de otras fórmulas de compensación como la flexibilidad del teletrabajo, la retribución en especie o los beneficios sociales sería algo así como que te sirvan el café acompañado de una galletita de canela en la taza perfecta desde la que te saluda un dibujito de corazón hecho en la espuma, eso es lo que te hace sentir bien, lo que termina arrancando una sonrisa de verdadera satisfacción.